Libre en el Sur

Vecinos en cuarentena / No se deja de vivir

POR FRANCISCO ORTIZ PINCHETTI

No es fácil asumir el encierro obligado por la pandemia. Implica la adaptación a una vida distinta a la de nuestra cotidianeidad. Se sufre el cambio. Lo más importante, sin embrago, es sabernos adaptar sicológicamente. Ocurre, es mi caso, que se suceden una serie de temores y ansiedades, unos más justificados que otros. A cierta edad, es difícil superar la sensación de que debemos mantenernos aislados porque ahí afuera acecha la muerte. Así de fuerte.

Afortunadamente asimilé los riesgos y opté por guardar esta cuarentena cuya duración es todavía imprevisible.  El encierro no es tan difícil como el miedo. Después de todo, hace un par de años que hago Home office por razones prácticasEl Internet nos ha rescatado de la frialdad de la oficina.

Decidí dejarme la barba,  tomar el tema con humor y ponerme a trabajar, a leer, a escuchar música. Esto último ha sido por cierto el gran descubrimiento de mi enclaustramiento. Por primera vez en mi vida he podido dedicar horas de cada día a disfrutar conciertos virtuales, a mi gusto. En nueve días escuché y disfruté las nueve sinfonías de Beethoven interpretadas por la orquesta de la BBC,  maravillosa. Le he dado a mis audiciones musicales cierta formalidad. Programo mis conciertos a través de Youtube todos los días, a determinada hora. Y los gozo como si estuviera en la Sala Netzahualcóyotl o en el Palacio de Bellas Artes. Les paso el tip.

También ocupo un rato en el ejercicio físico, que me parece vital. Todos los días al atardecer –casi siempre después del concierto— escapo de mi escondite armado de todas las precauciones a mi alcance y camino unos veinte o treinta minutos por las veredas del parque frente a mi casa, cuidando de no cruzarme con ser humano alguno. Me es muy reconfortante.

Otra ocupación-entretenimiento es la cocina, algo que siempre me ha gustado. La diferencia es que ahora tengo tiempo para conocer y poner en práctica nuevas recetas, aunque la verdad es que a la hora de degustar los platillos que preparo no los disfruto igual: les hace falta un ingrediente crucial: compartirlos con alguien.

Razones –y deformaciones– profesionales hacen que no pueda desligarme de la información cotidiana. Leo tres o cuatro periódicos por Internet cada mañana,  escucho radio todo el día (excepto a la hora del concierto)  y veo noticiarios por la noche.  Curiosamente he observado que el tiempo se pasa muy rápido y cuando veo ya pasó otra semana. Y otra.  Uno supone que tiene tiempo sobrado para ponerse a escombrar los roperos, desechar papeles inservibles y ordenar el archivo y los libreros. La verdad es que paradójicamente ¡el tiempo no alcanza para casi nada!

En fin, la más importante y alentadora experiencia que me ha dado esta insólita situación es el comprobar que al vivir en el encierro  no se deja de vivir.

             

 

Vecino de Tlacoquemécatl. Periodista. Director de Libre en el Sur. Columnista en  SinEmbargo.Mx

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