“En la quinta década de vida hay quienes viven con sus padres; también hay quienes comparten su casa con conocidos y otros más que viven en su hogar solos, lejos de los parientes. El caso está en que la soltería se está volviendo algo endémico en nuestra sociedad”.
POR LUIS MAC GREGOR ARROYO
He vivido lo que me ha tocado. A veces glorioso y en otras no tanto. Tal vez no ha estado mal. Antes las personas se casaban, tenían hijos y se hacían viejas juntas. Ahora eso cada vez es menos común. Yo soy uno de esos tantos que ya es un adulto bastante crecido que no ha sentado cabeza.
Cuando se es joven uno es atrevido y considera que es viable comerse el mundo. Uno piensa en tener unas cuantas aventuras y entre ellas, tal vez, encontrar a la mujer de su vida. Sin embargo, a veces uno vive romances pero se opta por no dar el gran paso del compromiso al matrimonio y concretar la historia de “y fueron felices para siempre”.
Curiosamente yo nunca pensé en el matrimonio sino hasta ya pasada mi juventud. En los veinte ni siquiera consideré tener una pareja seria, simplemente desee relacionarme con mujeres, experimentar, dar salida a mi libido y eso hice. Las mujeres no fueron cuantiosas pero conocí algo de eso que se conoce como sexo. Curiosamente muchas veces ese “sexo” no se daba como lo pintan en las películas: el romance era muy limitado y la interacción a veces no era del todo satisfactoria; pero como no aparecía alguna mujer que dijera “esta sí va en serio” o alguna que cuando me gustaba pensara lo mismo, nunca se concretó nada más que noviazgos efímeros.
No puedo hablar por la situación de otros. Sin embargo a algunos de mis conocidos les ha ido peor, durante esos años concretaron encuentros limitados y tampoco hubo un noviazgo significativo; otros, sin embargo, sÍ lograron tener noviazgos largos pero no pasaron de ahí; tal vez alguno de los dos fue infiel o, simplemente, la compatibilidad para uno de ellos no daba para más. En un caso, inclusive, la religión fue un obstáculo, mientras él seguía unas creencias de oriente la mujer era muy católica y no logró digerir que no se fueran a casar por la Iglesia, así que mejor terminó la relación.
Caso curioso, sólo dos de mis cercanos han contraído matrimonio y después de 30 años, siguen felices con su contraparte. Según me dijeron el secreto está en tener confianza en el otro y mantener una buena comunicación. Tal vez, simplemente, los que no damos el paso del matrimonio somos un tanto impacientes.
Posteriormente en mis treintas me hice a la idea de que lo más importante con las mujeres era tener una pareja estable y duradera. Como que el tiempo y la experiencia le dieron forma a esa idea. Tal vez iba un poco lento, pues para esa etapa de la vida la mayoría de las personas ya andan en su primer matrimonio o el definitivo. Si de algo me he de sentir honrado (aunque igual puede que no haya el porqué) es que no fui al altar para echarme para atrás al paso de unos pocos años.
Sin embargo, en esa década apareció un gran amor, duró tres años, fue algo nuevo para mí, e inclusive me fui a vivir con ella. Ahí aprendí a amar más allá de la atracción física. Era una mujer, sin duda, de buen ver, pero su personalidad, su entrega, su amor, la hicieron excepcional. Con ella viajé, fui a bailes, a conciertos, a hacer el amor en un coche y que la policía nos cayera, todo iba bien… pero cuando me cuestionaba de dar el gran paso e ir con un juez todo acabó. Tuvimos un serio desacuerdo y rompimos. Ahora a la distancia pienso que ha sido uno de los más grandes errores en mi vida, pero uno no experimenta en cabeza ajena. Así se fue un gran amor.
En los cuarenta el amor no cruzó mi camino, sólo hubo aventuras y relaciones que con trabajos se podrían llamar noviazgos. Contrariamente a lo que pudiera parecer no hubo gran sufrimiento. Lo vivido en las décadas pasadas me había preparado para lo que muchos hombres en sus cuarentas acaban por lograr: la madurez. Así que uno aprende a que las cosas se le resbalen como si se tratara de mantequilla derretida.
Para esas fechas muchos conocidos estaban divorciados y unos pocos ya iban en su segundo matrimonio. Me pregunto qué hay en el hombre que lo que no puede solucionar con una pareja busca solucionarlo con otra. Un amigo mío me dijo una vez que su padre, muy docto en las mujeres le dijo: “lo que tengas de obstáculo resuélvelo con la primera porque el mismo aprieto se presentará con las que le siguen”.
Ahora, en la quinta década de vida hay quienes viven con sus padres; también hay quienes comparten su casa con conocidos y otros más que viven en su hogar solos, lejos de los parientes. El caso está en que la soltería se está volviendo algo endémico en nuestra sociedad. Hace algunas décadas se veía como algo propio de los países europeos pero ya se extiende pleno en tierras mexicanas. Hay quienes dicen que no es un mal sino un estado mental. Si eso es bueno o malo, cada quien sacará sus propias conclusiones. Tal vez lo triste de ello es que en vez de bebés cada vez hay más perros y estos al final de los días no van a consentirnos y/o cuidarnos cuando tengamos 80 años o más. De cualquier manera la esperanza nunca muere, hay personas que encuentran su media naranja a los 60 años o más tarde.
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