POR MARCO ANTONIO ROMERO SARABIA
En días recientes la atención internacional ha sido puesta en la delicada situación por la que atraviesa Bolivia. Tras unas elecciones en las que el Presidente Evo Morales resultó ganador por más de diez puntos, lo cual le daba la victoria sin necesidad de una segunda vuelta, la oposición boliviana desconoció los resultados y la Organización de los Estados Americanos (OEA) emitió una resolución señalando supuestas irregularidades en el proceso electoral.
Evo, cual demócrata, aceptó convocar a nuevas elecciones para acabar con la controversia y evitar la ingobernabilidad. Pero su destino ya estaba consumado: las Fuerzas armadas y la Policía Boliviana le “recomendaron” renunciar a su cargo en una escena que evoca a los trágicos golpes de Estado que azotaron a la región en el siglo pasado. La historia vuelve a repetirse.
El Gobierno de México, honrando los momentos más dignos de su política exterior, y en apego al artículo 11 de nuestra Constitución, le ha brindado asilo a Morales, cuya vida se encontraba en un grave peligro.
La reacción casi mayoritaria del pueblo ha sido en respaldo a esta decisión: los mexicanos nos hemos caracterizado históricamente por nuestra solidaridad y acogida con quienes huyen de sus países y se refugian en el nuestro. Una sola voz ha protestado contra la medida humanitaria: el Partido Acción Nacional.
El partido que nació luchando por la democracia, contra el autoritarismo y los excesos, avaló desde un primer momento el derrocamiento militar del gobierno boliviano. Sus principales voceros salieron públicamente desde un primer momento celebrando la caída de un mandatario democráticamente electo. Traicionando sus ideales fundacionales, el PAN deja ver que acompaña y respalda los métodos golpistas contra aquellos gobiernos que no sean de su gusto.
Dejan ver, con todas sus letras, que la voluntad popular es lo que menos les importa. Que todo vale cuando se trata de quitar adversarios del camino.
En momentos tan delicados para el continente resulta urgente para la salud democrática del país que una institución con representación política nacional descarte de forma contundente cualquier posibilidad de promover o apoyar un acto similar en México.
Si hay algo une a los mexicanos es el respeto hacia la Constitución y los valores democráticos y republicanos. Por encima de nuestras diferencias está la legalidad. Acción Nacional debe dejar claro que no es la oposición golpista que vimos esta semana y que puede ser una democrática. Les pedimos responsabilidad y altura de miras. La situación del país y el pueblo lo merecen.
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