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DAR LA VUELTA / 40 años

La capital de la República se erigió en un lugar con altos riesgos: cercana a un volcán activo, en una zona sísmica, sobre un suelo inestable por haber sido un lago y, por lo tanto, susceptible de inundarse.

POR ERNESTO LEE

Este 19 de septiembre de 2025 se cumplen 40 años del sismo que cimbró a la Ciudad de México en 1985 y 8 del registrado, increíblemente, en la misma fecha de 2017.Han pasado 40 años, y dicho de esa manera pudiera parecer que fue hace mucho tiempo pues nos remite al siglo pasado; sin embargo, los que vivimos ese sismo siempre lo recordaremos como algo cercano.  

El terremoto de 1985 fue un parteaguas traumático que truncó muchas vidas, que dejó mucho dolor y sufrimiento, que cambió la fisonomía de la ciudad, que nos hizo conscientes de lo pequeños y frágiles que somos los humanos y nuestras construcciones ante la fuerza de la naturaleza. También nos dejó muchas enseñanzas, como personas y como habitantes de una gran ciudad, nos reencontramos con la solidaridad, con la generosidad y con la empatía de desconocidos, cuando nos vimos compartiendo una desgracia.

La capital de la República se erigió en un lugar con altos riesgos: cercana a un volcán activo, en una zona sísmica, sobre un suelo inestable por haber sido un lago y, por lo tanto, susceptible de inundarse. A lo largo de la historia, esta ciudad ha padecido grandes calamidades producto de la naturaleza, pero se ha mantenido y se mantendrá siempre aferrada a este valle. 

La ciudad y sus habitantes nunca volvimos a ser los mismos después de aquel 19 de septiembre de 1985, cambiaron las reglas y formas para construir, aprendimos que había algo que se llamaba protección civil, que debemos estar preparados y saber qué hacer y qué no, aunque nos invada siempre el miedo porque sabemos qué puede pasar si el temblor es muy fuerte; las autoridades entendieron que tienen que reaccionar rápido, se crearon protocolos de acción para evaluar daños a instalaciones estratégicas y, en su caso, no volvamos a quedar completamente incomunicados como esa vez. En pocas palabras, construimos una cultura de la prevención, porque nadie sabe a ciencia cierta cuándo volverá a ocurrir un temblor. Nuestra única certeza es que volverá a temblar, rogando porque no sea de mucha intensidad.

Mi papá vivió el temblor de 1957, aquel que derribó el “Ángel de la Independencia” de su columna en el Paseo de la Reforma. Me contaba que vivía detrás de la Catedral Metropolitana, en un edificio que fue demolido muchos años después cuando se ampliaron las excavaciones del Templo Mayor, y que con el movimiento del temblor las campanas de Catedral sonaban como si estuvieran llamando a misa.Cada gran sismo que ha experimentado la ciudad ha dejado sus cicatrices en calles y avenidas, aún hoy es posible ver en algunas zonas ruinas de inmuebles dañados por el temblor del 85, o simplemente un terreno vacío donde antes hubo un edificio, que se quedó así desde 2017. Todos con una triste historia, individual y colectiva, de pérdida y desamparo.

Desde hace años hacemos simulacros cada 19 de septiembre, los niños y jóvenes hoy crecen aprendiendo qué hacer en esas situaciones (no corro, no empujo, no grito) y una gran mayoría ya habitamos y trabajamos en edificios más resistentes a estos fenómenos naturales. Llegar hasta aquí nos costó un precio muy alto, por lo que no debemos olvidar esta fecha que cambió a la Ciudad de México para siempre. 

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