Ciudad de México, abril 27, 2024 15:47
Revista Digital Noviembre 2021

Nosotros aquí / #YoSoydelaDelValle

Pudiera sonar algo exagerado o romántico, pero aquí encontramos un factor que para nosotros hace la diferencia, al cual llamamos: “El don del buen vecino”.

POR GABRIELA LÓPEZ Y HÉCTOR RAZO

Nuestra experiencia data desde 1995, cuando decidimos formar una familia mi esposo y yo y se dio el gran dilema de dónde vivir, qué zona nos gustaría y para qué nos alcanzaría. Buscar un hogar apropiado a nuestras necesidades, céntrico y seguro para comenzar nuestra vida, fueron nuestros principales parámetros. Así llegamos a la Colonia Del Valle. Encontramos un departamento muy pequeño, pero que llenamos de momentos felices, de vivencias y muchas plantas.

Logramos juntar nuestros ahorros y endeudarnos con un crédito bancario que después de la mentada crisis económica del 95, se volvió nuestra peor pesadilla porque conocimos las temidas UDIS, que eran impagables. Después de cinco años vencimos la deuda y la familia empezó a crecer y había que buscar otro espacio más amplio, así que decidimos vender y buscar nuevamente en esta colonia, pues nos habían gustado sus parques, tienditas, colegios, plazas comerciales, mercados y los tradicionales tianguis.

Esta vez incluimos en la búsqueda otro parámetro muy importante. Debíamos vivir cerca del colegio de los hijos y este debería brindarnos buen nivel académico y la oportunidad de empezar a socializar en familia. Nuestra historia siguió entonces en la del Valle, fuimos afortunados en encontrar una casa en una privada a un precio muy accesible.

No cambiaríamos por nada sus hermosas calles cubiertas temporalmente de enormes jacarandas, que pintan de morado el paisaje, parques llenos de vida, comercios pequeños, cafés pintorescos, restaurantes para todas las posibilidades, desde tacos y garnachas hasta lugares lujosos y con comida de todo tipo. Puestos de flores en las esquinas con todas las variedades y colores que sacan de cualquier apuro a los enamorados o a aquellos esposos que buscan curar sus culpabilidades.

A todo lo anterior, se suma lo que consideramos más importante, el sentimiento de pertenencia que brinda identidad e historia al lugar. Esta sensación de ser parte de un grupo de personas buscando beneficios en común.

Pudiera sonar algo exagerado o romántico, pero aquí encontramos un factor que para nosotros hace la diferencia, al cual llamamos: “El don del buen vecino”.

Valoramos salir y saludar a los vecinos por su nombre, saber que podemos confiarles nuestra casa cuando salimos y que nos pueden tocar a la puerta para pedir limones o azúcar. Hemos visto crecer familias, nacimientos, bautizos, bodas y despedirnos también de personas muy queridas que han formado parte de nuestra historia. Salir a pedir calaverita con los niños disfrazados, tocar las puertas y encontrar que todavía hay gente que se preocupa por decorar y mantener las tradiciones mexicanas.

Ella es Contadora; él ingeniero en Sistemas.

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