La Secretaría de Salud estima que 15 millones de personas padecen algún trastorno de salud mental en nuestro país, situando la mayor incidencia de suicidios en el rango de los 18 a los 29 años. En este último año hemos visto un crecimiento importante en depresión y pensamientos suicidas en niñas y niños…”
POR NANCY CASTRO
Ser humano es un proceso arduo que conlleva un esfuerzo de equilibrio psíquico y emocional. Para ser humano, se requiere de un ejercicio de empatía, el espejo social que nos refleja una realidad similar con el otro. En nuestra estructura psíquica tenemos el mismo referente de lo que son las emociones, la diferencia entre unos y otros proviene de haber aprendido a autorregularnos, y eso nos hace ser funcionales óptimamente.
El cerebro es la estructura más compleja del Universo. “La complejidad del cerebro se debe en gran parte a la complejidad social de nuestra especie, nos necesitamos. El desafío colectivo es reconocernos, fortalecernos y ser cada vez más humanos”. Afirma el neurocientifico Facundo Manes en su libro Ser humanos.
Pero qué pasa cuando surge un desequilibrio emocional grave. Las aptitudes que nos hacen ser humanos se desestabilizan, se pierde la capacidad de contacto con el exterior y la manera de ver la vida. La salud mental – emocional no ha tenido la suficiente importancia ni en México ni en el mundo entero.
Según cifras del Inegi, en México durante los últimos 10 años ha habido un crecimiento continuo del 16 por ciento de incidencia en suicidios; en 2018 ocurrieron 6,710 suicidios, 5.7 por cada 100,000 habitantes; sin embargo, durante 2020, 7,818 fallecimientos fueron a causa de lesiones autoinfligidas, lo cual representó el 0.7 por ciento del total de muertes en el año y una tasa de suicidio de 6.2 por cada 100,000 habitantes.
Es importante resaltar que del 2013 al 2019 el aumento fue de 5.0 a 5.7 por cada 100 mil habitantes, pero el aumento de 2019 a 2020 fue de 5.7 a 6.2 por cada 100,000 habitantes. Lo cual demuestra un crecimiento exponencial, probablemente muy relacionado a los daños que ha causado la pandemia.
La Secretaría de Salud estima que 15 millones de personas padecen algún trastorno de salud mental en nuestro país, situando la mayor incidencia de suicidios en el rango de los 18 a los 29 años. En este último año hemos visto un crecimiento importante en depresión y pensamientos suicidas en niñas y niños.
México, es el segundo país en el mundo con más estigma hacia las personas con padecimientos psiquiátricos, según un análisis que se publicó en 2018 a partir de la encuesta de Salud Mental que realiza la Organización Mundial de la Salud (OMS) en los cinco continentes. hay solo cuatro mil 393 psiquiatras, una tasa de menos de cuatro doctores por cada 100 mil habitantes, y menos del 2 por ciento de los estudiantes de Medicina escogen esta especialidad.
En esta entrevista, por petición de anonimato la persona será llamada ‘A’. A, es ilustradora de libros, vive en Ciudad de México, tiene 40 años. A, actualmente está en tratamiento psiquiátrico, recuerda las dos anteriores ocasiones que ha tenido que acudir al Psiquiatra en estado crítico de angustia y ansiedad. La primera ocasión fue después de una ruptura amorosa.
“En realidad mi pareja y yo ya no teníamos una buena relación, vivíamos juntos, peleábamos mucho. Él me conocía muy bien y sabía cómo afectarme -estaba estudiando Psicología me daba cuenta que a veces era su conejillo de Indias- sí, creo que padecí maltrato sicológico y violencia, me costó mucho tiempo aceptarlo. Cuando me fui de la casa que rentábamos juntos sentí una liberación absoluta, pero días posteriores empecé a extrañarlo, lo busqué pero me trataba mal, me enganché a ese sentimiento tóxico.
“Aunado a eso sentía que no iba a lograrlo en el aspecto profesional, era la crisis de los 30, estaba a pocos meses de cumplirlos y pensaba que si no llegaba a esa edad, teniendo algo concreto no lo lograría en adelante. El Psiquiatra me dio un tratamiento con el que estuve casi un año y salí del atolladero porque creo ser muy fuerte, pero hay veces que no lo soy y necesito del apoyo profesional y no está mal aceptarlo. La siguiente ocasión regresé después de una crisis similar. Tenía ansiedad, estaba por irme de viaje a E.U.A a realizar proyectos laborales, y volví a sentir que no lo lograba, lloraba todo el tiempo, sentía un cansancio y una tristeza infinita”.
A, en la videoconferencia, se emociona y se le corta la voz: “Sentía una falta de reconocimiento por parte de mi familia, recuerdo ir manejando mi coche saliendo de dar una clase, llovía mucho y el parabrisas no quitaba del todo el agua, lloraba de rabia, me preguntaba en ese entonces por qué mis padres no habían estado nunca para sostenerme en ningún aspecto. Y cuando se puso en verde el semáforo, lo primero que pensé fue en estamparme contra lo primero que se me cruzara. Lo bueno es que reaccioné a tiempo y fui otra vez al mismo Psiquiatra.
“Habían transcurrido 6 años desde la anterior ocasión en esa ocasión me dio otro tipo de tratamiento, viajé con el tratamiento y estuve 3 meses allá, recuerdo sentir angustia cuando se me iba a terminar una de las pastillas, en pleno desarrollo del proyecto un día me puse a llorar, me sentía un poco desorientada, tuve que pedir un par de días para despejarme, le marqué a mi psiquiatra y me calmó. Cuando estás lejos de la ciudad donde vives, bajo circunstancias como esas, hay una sensación de desubicación; sentir que si te pierdes en una ciudad que no conoces sería imposible encontrar rutas para volver al sitio dónde te quedas y eso causa mucha angustia.
“La mente te juega mal y te bloqueas. ¡Es terrible! Finalmente me fue muy bien, terminé la colaboración y en cuanto regrese hablé con el Psiquiatra, acordamos que dejaría el tratamiento. Esta tercera ocasión fue hace menos de un año, Justo en plena pandemia. Dormía muy poco, tenía poco trabajo como la mayoría de la gente, el episodio de angustia, fue a raíz de imaginar perder el poco trabajo, quedarme sin dinero para sobrevivir, había días que no comía nada, no descansaba. Volví a hablar con mi Psiquiatra, en esta ocasión le pedí que me diera chance de pagarle después. Cobra $1000 la sesión. Hace cuatro años eran $700, imagínate la gente que no tiene oportunidad económica, para pagar una consulta privada, existe el Instituto Nacional de Psiquiatría, pero en plena pandemia, tardan hasta un año en darte cita.
“En México hay muy poco apoyo institucional y familiar. Recuerdo la primera vez que fui a una sesión psiquiátrica, mis amigos me decían “ pero si tú no estás loca”, hay un prejuicio que no nos permite preponderar nuestra salud mental. Si no tuviera el ejercicio de autocuidarme y ser consciente de mis problemas, y saber mis debilidades, en estos momentos tan difíciles, por muy mal que esté creo que nadie me volvería a romper como lo hizo en esa ocasión el que fue mi pareja (A, hace un movimiento de tocar sobre la mesa) “toco madera”, se carcajea. La pandemia nos ha roto en todos los aspectos, tanto emocional, física y económicamente. Aunque creo que también es una oportunidad para brindar apoyo al sector. La salud mental es también responsabilidad individual y está en uno, prevenir antes de lamentarse, como cualquier cambio en la vida, requiere de un esfuerzo de voluntad. La exigencia social es mucha, de ahí viene también el estrés que después afecta nuestra estabilidad emocional, nos venden ilusiones que no van acorde con nuestras posibilidades de vida” Concluye.
Termina la charla y pienso en la fuerza de voluntad de la que habla, porque vivir en equilibrio emocional, requiere de fuerza de voluntad. Ya lo dijo Shakespeare “Nuestros cuerpos son jardines, nuestras voluntades los jardineros”.
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