Libre en el Sur

Cuando abrazo a mi abuela

“Quiero decir que Nani (así la llamamos), no es la mejor cocinera, ni la mejor ama de casa; lo que a mi abuela se le da bien es hablar, hablar de cosas importantes, de la historia de la familia y los recuerdos de la represión franquista”.

POR ALEJANDRA OJEDA

Cuando abrazo a mi abuela ella me aprieta fuerte. Me zarandea de un lado para otro rápido rápido como si me quisiera exprimir toda enterita por dentro y dejarme arrugada como un higo pasado. Dice que no tiene fuerza en los brazos pero yo no la creo. Se lo inventa porque quiere que estemos siempre arriba con ella, arreglándole los relojes o bajándole vasos de los estantes altos. Mi abuela en su casa siempre lleva camisón largo, son blancos o negros, no más. La tela es muy finita y cuando te estruja sientes todos los pliegues de su piel. Anda siempre con los ñoños al aire y si los miro veo como sus uñas pintadas de rojo me apuntan a los ojos y me juzgan. Me dicen que me echan de menos, que ya nunca vuelvo.

Mi prima Sara se las arregla, se las corta, lima y pinta. Cuando la ve, mi abuela le dice “venga mujer… que mira como las tengo” y entonces Sara, que también le tiene miedo a las uñas, se sienta en el suelo. Lo hace con cuidado porque si corta alguna enfadada, le salta a la cara y ya empieza mi abuela “jijijiji jijijiji ¡Perdón mija! jijijijiji”. Y Sara se quita los pedazos de uña que se le han quedado pegados.

En casa de mi abuela tomamos el café en la barra de la cocina, que es de color madera oscuro y nunca está ordenada. Encima siempre hay bolsos, cartas que le mandan a mis tíos, álbumes de fotos y una gran compra de supermercado sin deshacer. Porque ella vive sola, pero compra para todas nosotras: Nutella, Yogur de Stracciatella, Yatekomo, Heura, salsa carbonara, macarrones con queso… una cosa para cada nieta.

La casa de mi abuela es todo un caos. Sobre todo, hay que tener mucho cuidado con lo que cojes de la nevera, porque todo todo puede estar caducado. Y lo tienes que mirar tú, ni se te ocurra preguntarle a ella, porque acabas desayunando queso untado en moho. Un día estábamos mi prima Arena y yo comiendo muy asqueadas porque la sopa que nos había dado sabía a jabón, y cuando se lo decíamos, ella nos respondía “¡Que no muchacha, como va a saber a jabón!” Pero en realidad eso era incomible, así que cuando llegó mi madre le dijimos que lo probara. Y ella dijo “Mami, por favor, esto sabe a jabón…”Entonces mi abuela empezó jijijijiji jijijijij jijijijij, se empezó a reir que no paraba jijijiji jijijijiji. Pues resulta que había fregado los platos encima del caldero de la sopa y pensaba que como tenía la tapa puesta, no se iba a colar el jabón. Pero sí que se coló, y bien que nos lo hizo comer.

Le gusta que estemos, que vayamos las primas juntas y cuando hablamos se acerca, nos agarra fuerte del brazo para usarnos como bastón y dice “qué pasó qué pasó, a ver cuéntenme”. Hay veces que me siento mal porque me quedo callada porque hay cosas que no se le pueden contar a una abuela, pero otras nos enralamos y se lo decimos. Y ella también, depende de como esté, se ríe con nosotras o empieza “¡Ay mujer!, ¡Ay mujer!”.

Quiero decir que Nani (así la llamamos), no es la mejor cocinera, ni la mejor ama de casa, lo que a mi abuela se le da bien es hablar, hablar de cosas importantes, de la historia de la familia y los recuerdos de la represión franquista. Porque mi abuela nació en posguerra, ella no vió a las mujeres libres de la República, sino que creció sabiendo que tenía un único destino: sus marido y sus hijos. Aún así, siempre quiso estudiar, y habría sido una gran historiadora. Quizás también madre, pero primero, una mujer brillante y reconocida en su profesión.

Ahora mi abuela siempre me dice que le habría encantado hacer lo que yo hago, que estoy viviendo su vida soñada. Me pide que le de mis apuntes de historia y literatura y a mí siempre se me olvida. Pero no me siento mal porque no creo que haya nada de lo que yo he aprendido que ella no sepa. Ahora que estoy haciendo mi tesis sobre la Guerra Civil en Gran Canaria, quiero que viva en mi piel, que nos convirtamos en una y grabemos las fosas, hagamos las entrevistas, busquemos la información, y que tenga, por fín, la oportunidad de luchar por la República y el futuro que, sin perdón ni permiso, le arrebataron.

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