Libre en el Sur

EN AMORES CON LA MORENA / Alivio

‘No sacrifiquemos más la amistad por razones políticas. Ellos de todas formas se irán algún día’.

POR FRANCISCO ORTIZ PARDO

A la memoria de Cecilia Sánchez Téllez.

Hay momentos para reflexionar sobre el voto que dar y hay otros para entender lo que ocurrió, transitada ya la elección.

Amén de las dudas entendibles acerca de la legitimidad de la votación dadas las contradicciones que habrá que aclarar, pienso que los festejos de los ganadores y los lamentos de los perdedores se alejan del verdadero significado de una democracia, que es el de la ruta a seguir para que a un país le vaya bien. Porque esto, señores, no es un partido de futbol.

Voy a poner solo un ejemplo que está a la mano, inminente la participación del Presidente en el flamante Congreso con mayoría calificada a favor de Morena y aliados que entrará en funciones a partir del 1 de septiembre. Andrés Manuel López Obrador presentará una iniciativa de reforma constitucional, la primera de varias –no se sabe si con parches de la que ya presentó anteriormente– para abolir a la actual Suprema Corte de Justicia, electa por la democracia representativa de los partidos políticos, y darla al “pueblo” para que elija por medio del voto popular a nuevos ministros, sin importar sus capacidades técnicas.

Por supuesto que los que impulsaron esa mayoría calificada no han medido los alcances de su voto en lo que a la hora de legislar pueda implicar, que es poner en riesgo ni más ni menos que la división de poderes, tan elemental en una democracia real, las garantías individuales y los derechos humanos, que en el caso mexicano ya transita hacia un sistema híbrido, semi autoritario.

Lo deseable por supuesto es que Claudia Sheinbaum realmente se distancie de los modos autoritarios, a veces tiránicos del presidente que ya se despide y que la eligió su sucesora. Que nos sorprenda. Que recuperemos el diálogo, la serenidad, los acuerdos. Que la estigmatización y el acoso a periodistas y defensores de derechos humanos no quepa en el territorio nacional. Se vale soñar, claro.

Le damos un valor al voto como si se tratara de un voto sabio, infalible, y más cuando se ha multiplicado por una mayorá del 60% de los ciudadanos que acudieron a las urnas. Y el problema es que muchas veces se vota por lo que suena lindo, no por lo que necesita el país. En ninguna patria hay ningún “pueblo sabio”, porque si acreditamos eso tendríamos que aguantarnos con que el pueblo alemán eligió a Hitler. Y por supuesto que aquellos votantes alemanes no midieron el impacto de su voto y tampoco se les puede juzgar desde el engaño de un loco.

Es hora de desmenuzar algunas cosas. En el grupo de whats app que Libre en el Sur comparte con brillantes vecinos de la alcaldía Benito Juárez y otras demarcaciones aledañas, diversos en su forma de pensar, respetuosos a la hora de debatir, se ha dado una muy interesante disertación acerca del llamado “clientelismo”, de cara a lo ocurrido sobre todo en Ciudad de México –nuestro espacio– con los chalecos guindas del gobierno capitalino destinados a la promoción electoral en favor de Morena.

Hay quien sostiene que eso lo han hecho todos los partidos políticos, y en parte hay razón. Lo que me preocupa es que ese argumento sirva para normalizar –y justificar– una práctica que estaba por lo menos acotada, después de años de sufrirla con el viejo PRI. Hay quien pide comprender al “cliente”, a la “clientela”, y sostiene que se le juzga por recibir lo que no tiene. Tampoco estoy de acuerdo. Primero porque en nuestro país las clientelas no están necesariamente integradas por los más pobres. Y caer en eso es estigmatizar a los más pobres. Lo sabemos porque por ejemplo se usa a clientelas de colonias populares, si se quiere de clase media baja, de la ciudad de México. Pero esta vez los chalecos guindas operaron además en colonias de mayor nivel económico, en alcaldías como Álvaro Obregón, Tlalpan, Miguel Hidalgo e incluso Benito Juárez, caso aparte que hay que examinar porque parece ser el lugar imposible para Morena. A esos que coaccionaron el voto y que llevaron acarreados a los votantes, en ciertos casos portando playeras propagandísticas de Morena, les llaman en el gobierno pomposamente –insultante para los demócratas– “facilitadores”.

Si se justifican las clientelas, comentaba yo ahí, justificamos el entramado que se hace desde el gobierno para operar una elección, de manera inmoral e ilegal. Si no lo vemos unos y otros, incluidos los que votaron por Morena y que merecen el respeto de sus adversarios, vamos a perder todos.

A los 22 años de edad armé un grupo de chavos que participamos entusiastamente en observaciones electorales, al lado de icónicos líderes de la lucha democrática. De nuestro colectivo, Inicativa Joven por la Democracia, salieron los primeros observadores electorales acreditados de la historia de México, en las elecciones para gobernador de Chihuahua, en 1992: Cecilia Sánchez Téllez y Esteban Ortiz Castañares. Ayer me encontré a un muy querido amigo, compañero efectivamente de aquellas luchas añejas, que triste me dijo que podríamos habernos brincado la lucha de los noventas para llegar a esto. Tiene razón, ante mi impotencia. La indiferencia frente a estas prácticas contribuirá a la destrucción de lo que permitió que llegaran al poder los actuales gobernantes, que se volverán a prácticas tan aplastantes como las del viejo PRI, al que es probable que muchos extrañaban y que han dejado un germen de ello en sus hijos o nietos.

No me preocupa la victoria de Claudia como presidenta. Sí haberles dejado el Congreso a sus anchas, sin contrapesos, algo maligno. Quisera no ver lo que vamos a ver, un deja vu: La mayoría calificada ignorando cualquier argumentación por sólida que parezca de los opositores y el poder unipersonal ejercido con sus excesos, sin resolver de fondo los grandes problemas nacionales, que son la violencia y la pobreza. Por eso antes del drama me dispongo a guardar un alivio de elección, con el deseo de estar equivocado.

Es cierto: La vida está hecha de muchas más cosas. Pero yo he pensado que el egoísmo tampoco es la solución para el mundo y he tratado de ser congruente con ello, dando buena parte de mis horas a esta democracia que hoy veo caer ladrillo a ladrillo, lentamente sí, pero de la que al final tal vez quede un poco más que lo visto en los países donde el populismo –de derechas o izquierdas, da igual– se ha arraigado.

Voy al alivio de elcción, decía. Han sido meses arduos, desgastantes, en los que no solo por mi oficio tuve que soportar el bombardeo publicitario, los enconos y las miserias publicas, sino también las deslealtades personales. Las sombras en tiempos calurosos. También, es cierto, la adversidad me ha hecho descubrir reales y honestos cariños. Vámonos pues al cine, al teatro, a meditar y hacer yoga. A un buen concierto. Escribir poemas y leer todo lo que falta leer. A caminar por las hermosas calles del Centro Histórico de las que damos cuenta en la edición de junio de la revista digital de Libre en el Sur. Y por favor, por lo que más quieran: No sacrifiquemos más la amistad por razones políticas. Ellos de todas formas se irán algún día.

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