De acuerdo con los datos del INEGI, en el 2021 hubo 149, 675 divorcios en el país frente a los 92,739 del año anterior, un aumento de 61.4%. Brutal. Simplemente las parejas no se soportaron, descubierta seguramente esa parte de los defectos que las personas suelen ocultar para tener al alcance de la mano la luna y las estrellas que han de regalar para tener su “media naranja”.
POR FRANCISCO ORTIZ PARDO
El amor es un sentimiento que sólo puede nacer ante un ser libre, que puede darnos o retirarnos su presencia.
Octavio Paz.
Han pasado ya tres años desde que la pandemia en México fue decretada oficialmente, el 23 de marzo de 2020. El coronavirus le descubrió a Libre en el Sur nuevas posibilidades informativas –que casi ningún otro medio aprovechó– cuya fuente serían desde entonces los testimonios directos, escritos por colegas periodistas, vecinos, escritores, músicos, pintores, fotógrafos, niños, historiadores… y amorosos.
Entre los últimos convocamos a parejas, tanto heterosexuales como homosexuales, a narrar la experiencia inédita de vivir juntos en un encierro obligado. Allí había manifestaciones diversas, desde las más afortunadas donde, al menos en apariencia el virus los había acercado más y otras que debían ir tomando nuevos acuerdos a partir de rencillas inesperadas.
La violencia doméstica llegó demasiado pronto y el presidente Andrés Manuel López Obrador la minimizó bajo la misma conducta repelente a los muertos, que llevó a este país a contarse entre los más desgraciados del mundo y a la autoridad sanitaria al desprestigio internacional cuando, zalamera y dispuesta a pagar su cuota política, aún tiene cuentas pendientes, tanto por haber puesto la “ciencia” a modo de la duela del Palacio Virreinal como por haber mentido y ocultado la información y el verdadero sentido de las “estrategias”. Ante esa inmutación, en 2020 se registró en el 911 un 31.5% más de llamadas que el año anterior para pedir ayuda por violencia.
Entre los relatores de Libre en el Sur no hubo quien hablara de tales extremos, aunque sí personas que se disculparon por no participar en algo que terminaría por ser el hilo más delgado de relaciones a punto de romperse; otras parejas matizaron sus problemas al escribirlos, según me lo confiaron, o tuvieron que negociar los términos del relato.
De acuerdo con los datos del INEGI, en el 2021 hubo 149, 675 divorcios en el país frente a los 92,739 del año anterior, un aumento de 61.4%. Brutal. Por voluntad –o desesperación–, es decir los llamados divorcios administrativos registraron en ese mismo año un récord histórico, con 15, 012, de acuerdo con lo registrado desde 1994. Brutal. Y por cada 100 matrimonios en el 2021 hubo 33 divorcios. También brutal.
Simplemente las parejas no se soportaron, descubierta seguramente esa parte de los defectos que las personas suelen ocultar para tener al alcance de la mano la luna y las estrellas que han de regalar a merced de desdibujarse; ansiosos por encontrar como Fey su “media naranja”, fatalidad del amor romántico que termina por exigirle al otro lo imposible de cumplir. Si el amor es de contrarios voluntarios, como decía Octavio Paz.
En esta secuela de pérdidas afectivas se vuelve más triste cuando se trata de aquellas parejas que no solo sobrevivieron al virus sino que se crecieron ante él.
Tan invisibles como el virus borrado por nuestros gobiernos local y federal, que ya lograron convencer a las potenciales víctimas de no usar cubrebocas, los conflictos de pareja no paran. De acuerdo con lo reportado ante el Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México, a través de su “línea de seguridad” y el “chat de confianza”, mientras que en enero del 2020 hubo 118 atenciones por rupturas o problemas de pareja, en el mismo mes de 2021 hubo 369 y en el 2022, 667. Y eso es solo una muestra.
Pero si el trato cotidiano obligó a muchos de esos “amores encerrados” a darse cuenta de que no lo eran el uno para el otro, esta secuela de pérdidas afectivas se vuelve mucho más triste cuando se trata de aquellas parejas que no solo sobrevivieron al virus sino que se crecieron ante él, descubriendo lo mejor de sí mismos para compartirlo con el otro, con paciencia, comprensión y complicidad en el amor.
La pandemia en ese sentido acortó las distancias y estimuló que las parejas con capacidad de amar se conocieran en la intimidad de la vida, sin las influencias de los agentes externos. Pero la postpandemia, la “liberación”, imprimó el reto de cómo amarse en libertad y responsabilidad. A fin de cuentas se ama cualquier cosa que se tenga en una prisión. Pero al desmitificar algún día la Caverna de Platón, cuando se sale y el sol deslumbra, unos se maravillan y otros regresan a las sombras.
Y a propósito, un ensayista y poeta platónico, Octavio Paz, aquel que descubrió los versos en el cielo de Mixcoac, decía:
“El verdadero amor consiste en la transformación del apetito de posesión en entrega. Por esto pide reciprocidad y trastorna radicalmente la vieja relación entre dominio y servidumbre”, escribió el Nobel de Literatura en La llama doble. “El amor está compuesto de contrarios pero que no pueden separarse y que viven sin cesar en lucha y reunión con ellos mismos y con los otros. Estos contrarios, como si fuesen los planetas del extraño sistema solar de las pasiones, giran en torno a un sol único. Este sol también es doble: La pareja.
“Continua transmutación de cada elemento: la libertad escoge servidumbre, la fatalidad se transforma en elección voluntaria, el alma es cuerpo y el cuerpo es alma”.
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