El día que murió mi padre busqué la caja donde tengo guardadas sus cartas. Al sacarlas cayó una nota escrita en un sobre de papel blanco. No era una carta, era una nota. Una nota de consuelo que me brindó el consuelo que necesitaba.
POR MARIANA LEÑERO
Cuando salíamos de viaje mi padre y yo intercambiamos cartas. Muchas de ellas fueron escritas en mi juventud pero siguen teniendo sentido en mi presente. Espero que algunas de ellas puedan resonar también en el corazón de otros.
Cuando viví en el extranjero, la nostalgia me visitaba. Mi padre me escribió esta carta y ahora que vivo en Estados Unidos me sigue brindando ánimos y esperanza:
…Te doy un consejo Mayita, no midas el tiempo a grandes trechos. Mide el tiempo, el futuro, a plazos breves. No digas por ejemplo, faltan 6 meses todavía para regresar, sino que pongas metas más pequeñas por observar: falta un mes para que llegue Navidad, dentro de dos meses terminará esta etapa del curso, este libro, este plan. Fíjate planes e ilusiones a corto plazo y eso te ayudará, creo, a vivir sin expectativas lejanas que solo te hacen sentir más prolongada la soledad. Por lo pronto, este día disfruta un nuevo dulce, un aprendizaje nuevo, una carta, que sé yo, hija. No le des puerta abierta a la “desolación” porque la desolación es canija y se mete por cualquier rendija.
Piensa que esta etapa de tu vida es ante todo eso: una etapa: un tiempo concreto y circunscrito a una época que te impulsa a vivir que de pronto te hace sufrir, pero que representa, si lo sabes apreciar y vivir así, una experiencia entre las muchas experiencias futuras (también pasadas) que significa la vida.
Tienes un mundo por delante Mayita, y no te pongas a pensar y a sentir que este momento es todo ese mundo. Es una partecita que se irá sumando a muchas otras que vayan a conformar la maravilla de estar y ser un ser vivo en la historia.
A veces el mundo se nos viene encima, pero ese “venirse encima” es tan solo una experiencia que contrasta las experiencias que has vivido y que vivirás. Muchas de ellas alentadoras, positivas y felices si consigues incorporarlas todas en un paquete.
Las civilizaciones antiguas (que sabían poco de astronomía) se maravillaban de la salida del sol. Cada día. Cada día. Siempre. El sol era para ellos una forma de entender su concepto religioso y lo volvían Dios por la maravilla que es verlo salir siempre, cada mañana, después de la noche y venciendo la noche.
A veces las noches parecen largas sobre todo cuando las vives con el dolor del insomnio. Pero a toda noche, por más larga que nos parezca, sigue siempre el día, con una nueva y maravillosa salida del sol, que los habitantes de las generaciones antiguas veneraban por lo que significaba para ellos como vida, como salud, como facilidad. Lo hemos olvidado ahora que el Discovery Channel descubre mitos pero los mitos y los símbolos permanecen. Piensa en eso Mayita preciosa, que el sol sale siempre, todos los días, y no por un acto de nuestra voluntad, pero así naturalmente sin que te esfuerces y sin que lo fabriques con esfuerzo.
Piensa entonces que estás y estarás siempre (naturalmente: como la salida del sol) en el corazón de tus padres por el simple hecho de que existes y eres querible. No lo dudes nunca, ni en los momentos agrios.
Ánimo Mayita. Mucho ánimo. Síguele echando ganas y siempre ten presente que me tienes a la mano, listo para oírte, para hacer lo que más pueda hacer por ti. No es un mérito, es un simple efecto de mi cariño por ti, porque es total, como tú sabes.
Las palabras de mi padre me mostraron el amor por cada una de sus hijas. A través de lo que me escribió identifico el amor puro que yo le tengo a las mías.
He recibido con cariño tu carta, con todo el cariño que te tengo, no hoy, sino siempre, no solo en los buenos momentos sino siempre. No tengo que explicártelo mucho porque tú lo entiendes desde el momento que tienes dos hijas preciosas. El amor a los hijos es algo indefinible, es un amor total en términos de absoluto. No se mide por correspondencia ni por tráfico de expresiones. Se da como un fenómeno intenso, sin medida, y es más fuerte, más intenso y más generoso que el amor de uno mismo….
Yo no siento (no es esa mi experiencia) de que hay hijas más queridas que otras con las que mejor te entiendes. Te entiendes con todas con el lenguaje especial que cada una de ellas provoca. No hay para mí (nunca lo ha habido) competencia amorosa sino una amorosa presencia con cada una de ustedes que se da así, con esa pluralidad de misterio que significa el cariño absoluto. Piensa en lo que te quiero, si puedo fallarte como padre no te fallo nunca (aunque lo intentara) con ese amor filial distinto a todos porque para cada quien es especial. Tiene que ver con la “esencia” de cada hija y tú tienes la propia: irrepetible.
El día que murió mi padre busqué la caja donde tengo guardadas sus cartas. Al sacarlas cayó una nota escrita en un sobre de papel blanco. No era una carta, era una nota. Una nota de consuelo que pese que fue escrita hace más de 30 años en ese momento me brindó el consuelo que necesitaba.
Mayita ustedes son presente, futuro, ilusión, esperanza. Piensa que algún día, cuando todavía estés en la plenitud de tu caminata, tu madre y yo ya no existiremos, según la ley de la vida, nos toca morir primero. Entonces ya no estaremos cerca físicamente pero seguramente estando cerca de ti en lo que te dejamos, en lo que te trasmitimos, en lo que te hemos querido y queremos y te seguiremos queriendo….
Mi padre sigue aquí. Lo escucho al mismo tiempo que leo sus palabras. Mi padre no ha muerto.
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