Ciudad de México, septiembre 1, 2025 08:08
Revista Digital Septiembre 2025

La ciudad que presume escolaridad, pero no garantiza futuro

La capital mexicana lidera las cifras nacionales en escolaridad, pero se rezaga frente a las grandes urbes del mundo

Tokio, Nueva York, Madrid, Santiago, Lima y Montevideo muestran avances en continuidad y acceso universitario que exponen las fisuras del sistema educativo capitalino.


STAFF / LIBRE EN EL SUR

La Ciudad de México suele presumir que es la capital más educada del país. Las cifras parecen darle la razón: el INEGI reporta un promedio de 11.32 años de escolaridad, equivalente a la preparatoria concluida, y una tasa de alfabetización de 98.58 %. En el ciclo 2022-2023 se contabilizaron 1,389,651 alumnos en educación básica, de los cuales 1.13 millones estaban en escuelas públicas y 260 mil en privadas. La red educativa suma más de tres mil primarias, mil trescientas secundarias y más de quinientos planteles de media superior. En total, casi 2.9 millones de estudiantes, es decir, el nueve por ciento de la matrícula nacional.

Pero detrás de esa estadística brillante se esconde otra realidad. Mientras algunas familias pagan colegiaturas de entre 3,000 y 20,000 pesos mensuales, y otras desembolsan más de 250,000 pesos por ciclo escolar en colegios internacionales, miles de hogares dependen de 600 a 650 pesos al mes de “Mi Beca para Empezar” para cubrir gastos básicos. En la misma ciudad conviven escuelas de élite con programas bilingües y viajes al extranjero con primarias públicas que se sostienen a punta de cuotas “voluntarias” y rifas de kermés.

La primaria en la CDMX es casi universal: el abandono apenas ronda el 0.3 % nacional y 2.1 % local. En secundaria, la cifra sube a 3.5 %. El verdadero problema empieza en la preparatoria: a nivel nacional, el 30.9 % de los jóvenes abandona la escuela en media superior, y en modalidades técnicas la cifra llega a 59 %. En el propio Instituto de Educación Media Superior de la ciudad, de 21,272 inscritos entre 2002 y 2009, solo 6,651 lograron egresar. Más de la mitad desertó en el camino. El fenómeno tiene muchas causas: pobreza, necesidad de trabajar, embarazos adolescentes, trayectos inseguros, programas escolares desconectados de la vida laboral. Cada porcentaje de abandono equivale a miles de historias truncadas.

Cientos de personas acuden a la calle Mesones y alrededores con el fin de surtir su lista de útiles escolares ante el regreso a clases del ciclo escolar 2025- 2025. Foto: Andrea Murcia / Cuartoscuro

Comparar esas cifras con otras capitales del mundo ayuda a dimensionar dónde estamos. En Lima, la deserción es de apenas 1.3 % en primaria y 5.7 % en secundaria. En Tokio, la tasa de graduación roza el 100 % en secundaria y bachillerato, respaldada por una infraestructura monumental de más de mil trescientas primarias, cuatrocientas secundarias y más de ciento cuarenta universidades. En Nueva York, el sistema público atiende a 1.1 millones de alumnos y las universidades de la ciudad suman casi 600,000 estudiantes, un aparato masivo que, aunque desigual, mantiene continuidad. Montevideo logró en 2023-2024 una tasa mínima de desvinculación escolar de 3.6 % en básica integrada, y la cobertura entre adolescentes de 15 a 17 años pasó de 89.2 a 92.3 % en apenas tres años. Santiago de Chile alcanzó en 2024 un promedio de 12.1 años de escolaridad, superando la obligatoriedad, aunque en la educación media la deserción se ubica en torno al 1.7-1.8 % y se concentra en barrios vulnerables. Madrid, por su parte, reportó un abandono escolar temprano del 10.5 % en 2024, por debajo del promedio español (13.2 %) pero aún lejos del objetivo europeo del 9 %.

Si miramos hacia la universidad, la desigualdad se vuelve aún más clara. En la Ciudad de México están las instituciones más prestigiosas del país —la UNAM, el IPN, la UAM, la UACM—, pero el acceso está lejos de ser universal. Según el Consejo Espinosa Yglesias, la movilidad educativa ha retrocedido: en 2016 el 72 % de los jóvenes superaba el nivel escolar de sus padres; en 2024 lo logra solo el 67 %. El origen marca el destino: apenas 15 % de los hijos de padres con primaria accede a estudios superiores, mientras que 60 % de los hijos de padres universitarios llega también a la universidad. Cada examen de admisión a la UNAM o al IPN es una metáfora cruel: decenas de miles de aspirantes quedan fuera, no necesariamente por falta de talento, sino por un sistema que no garantiza plazas suficientes y por las desigualdades acumuladas desde la infancia.

En Montevideo, el acceso a la universidad pública es gratuito, aunque la calidad varía según facultades. Santiago enfrenta otra paradoja: muchos logran ingresar, pero la deserción universitaria es del 28.8 % en el primer año, aunque casi la mitad se reincorpora después. Tokio combina opciones públicas, privadas y técnicas que absorben la demanda. Nueva York articula community colleges accesibles con universidades de élite, apoyados por un sistema de becas más inclusivo. En Madrid, aunque ha bajado el abandono escolar temprano, todavía una parte significativa de jóvenes ni siquiera completa el bachillerato, lo que los deja fuera de la universidad.

Y cuando se coloca a la Ciudad de México en el mapa global, el panorama se vuelve más crudo. Según la OCDE, México está entre los últimos lugares en proporción de adultos con educación terciaria: apenas 21 % de la población de entre 25 y 64 años tiene estudios universitarios, frente a países europeos y asiáticos que superan el 50 %. Los rankings internacionales de sistemas educativos sitúan en la cima a Singapur, Corea del Sur y Japón, mientras México aparece relegado. En listados de “mejores ciudades para estudiantes” como los de QS, encabezan Tokio, Londres, Múnich o París. La Ciudad de México ni siquiera figura en los primeros lugares de América Latina, donde Buenos Aires, Santiago y Monterrey suelen estar mejor posicionadas.

Así, la capital mexicana queda atrapada en una paradoja: es líder indiscutible dentro de México, pero compite en el margen del mundo. Tokio escala a los primeros lugares por su excelencia, Nueva York se sostiene como un monstruo educativo por volumen, Lima contiene el abandono en secundaria, Montevideo ofrece acceso universitario gratuito, Santiago logra que su población alcance ya los 12 años de escolaridad promedio y Madrid avanza en reducir el abandono temprano. La Ciudad de México, en cambio, presume cifras que se derrumban en la adolescencia y se quiebran en el acceso a la universidad. Tiene escuelas para casi todos, pero universidades para muy pocos.

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