Ciudad de México, marzo 30, 2025 15:48
Política

El sábado que Claudia Sheinbaum regaló al mundo la foto de los granaderos frente a las madres de los desaparecidos

Una fila de ‘RoboCops’ que juntaron sus escudos formando un gran muro de acrílico en el que estudiantes pintaron con espray: ‘Narcos, ¿Dónde están?’

POR FRANCISCO ORTIZ PARDO

Fue un símbolo de la represión estudiantil en 1968. Por eso Claudia Sheinbaum Pardo, la universitaria, presumió cuando llegó a la Jefatura de Gobierno de Ciudada de México que el Cuerpo de Granaderos quedaría disuelto para siempre, que no habría más esa funesta imagen de los RoboCop con escudos para frenar movimientos sociales.

Los granaderos, sin embargo, se han hecho presentes ya siendo ella Presidenta de la República, como cuando aparecieron en diferentes momentos de las marchas contra la llamada Reforma Judicial. Pero nada más emblemático que lo ocurrido la noche del sábado 15 de marzo, cuando ellos –con cascos y escudos– la habrían “protegido” de los familiares de los desaparecidos, en el mero Palacio Nacional.

Colectivos diversos y madres buscadoras habían convocado para las cinco de la tarde a una “vigilia” en el Zócalo, en cuyo suelo quemado colocarían 400 pares de zapatos con igual número de veladoras. Se trataba de una protesta de indignación y escándalo por el hallazgo de restos óseos de jóvenes en una fosa común, presuntamente un campo de reclutamiento forzado y exterminio del narcotráfico mexicano que funcionó en el periodo presidencial de Andrés Manuel López Obrador, en el Rancho Izaguirre, en Teuchitlán, Jalisco.

Mediáticamente, Claudia Sheinbaum y sus colaboradores en materia de seguridad, así como el Fiscal General, Alejandro Gertz Manero, pretendieron culpar de inmediato al ex gobernador Enrique Alfaro, proveniente de Movimiento Ciudadano. Acusaron a su gobierno, a la fiscalía local, de haber sido omiso en el obligado aseguramiento del predio, de pasar de largo por la tragedia. Pero pronto esa situación se les revirtió, cuando se supo que la Guardia Nacional estuvo allí en un operativo contra miembros del Cartel Jalisco Nueva Generación, pero que no aseguraron el rancho ni lo exploraron. Así es que la vigilia del Zócalo, replicada en una veintena de sitios en el país y en el extranjero, se convirtió en una manifestación de rechazo a Claudia Sheinbaum.

A la plancha de la Constitución fueron llegando las madres y otros familiares de desaparecidos, que portaban lonas y cartulinas con las fotos sus muchachos. También jóvenes estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa, encapuchados. Ellos manifestaron que no confiaban en la Presidenta después de que López Obrador los defraudó en el esclarecimiento de la desaparición de 43 normalistas, hace ya más de 10 años, el 24 de septiembre de 2014. Muchas otras decenas de mujeres y hombres dejaban ver sus rostros –algunos con lágrimas– y fueron colocando los zapatos y las veladoras en la plancha del Zócalo, donde también pintaron grandemente con pintura vinil: “Presidenta, ¿ahora sí nos ve?”

El Palacio Nacional lucía sin presencia alguna de vigilantes, ni siquiera de los soldados que usualmente custodian la puerta mariana, que es la principal. Solo unas vallas de rejillas, en tres filas, habían sido colocadas para impedir el paso de personas a unos 15 metros del inmueble. Comenzaba a anochecer cuando, mientras se realizaba una ceremonia ecuménica alrededor de los zapatos, con oraciones y llantos de dolor, varias decenas de jóvenes gritaban frente al Palacio consignas contra el gobierno de Claudia Sheinbaum, a la que llamaron “narcopresidenta”. Lo hacían de manera pacífica, sin intentar siquiera brincar el cerco, lo que era relativamente fácil.

Pero repentinamente llegaron dos centenares de granaderos, hombres y mujeres con sus cascos y sus escudos de RoboCop, a los que se ordenó colocarse en dos hileras que abarcaron todo el frente del Palacio. Una decisión evidentemente torpe –una provocación– que enardeció a la gente frente a un tema tan sensible como el de las desapariciones. Unos minutos después hubo algunas personas que de manera aislada, además del coro de insultos, les arrojaron líquidos y objetos, como botellas de plástico. Más tarde, a alguien se le ocurrió ir a remover las vallas. Fue secundado por decenas de jóvenes que parecían bailar en el ir y venir. Una vez que lograron retirar los barrotes más pesados, que estaban encadenados, un grupo de personas se aproximó a los policías con una manta grande que ponía como con letras de sangre: “México es una fosa común”. Fue la primera imagen regalada al mundo. Por varios minutos se dieron otras tomas insólitas, como las de dolientes que quedaron prácticamente codo a codo con los granaderos, a solo tres, cuatro meses del acceso principal al Palacio.

Una parte de los manifestantes comenzó a remover las vallas nuevamente, esta vez para encerrar a los granaderos. “Para que vean lo que se siente”, dijo un chavo como de veinte años. “En vez de ir a buscar a los desaparecidos”. Las consignas eran prácticamente las mismas que las del 2014, cuando otros jóvenes de la misma edad, salieron por decenas de miles a las calles para exigirle al presidente Enrique Peña Nieto la aparición con vida de los estudiantes de Ayotzinapa. Por un rato pareció que el tiempo no había pasado.

Hubo el momento en que la ruta hacia la puerta mariana estaba completamente libre, pero nadie arremetió contra ella. Parecía una escena de El Ángel Exterminador, con límites imaginarios que nadie se atrevía a traspasar. En un santiamén, los encascados recibieron la orden de avanzar para alejar a los manifestantes. A pesar de los empellones, es cierto, los granaderos también fueron extremadamente prudentes. Formaron una ele, ante la eventual necesidad de encapsular. No fue necesario. Los chavos temieron, impotentes. Acusaron que los elementos de la fuerza pública los grababan con sus teléfonos celulares. Era cierto. Todos esos detalles que, de alguna forma, recordaban los años del espionaje y la represión, en plena “cuarta transformación”.

Pero la manifestación tomó un vuelco con dichas imágenes que el gobierno de Claudia Sheinbaum regaló al mundo: El balcón presidencial vacío, una colectividad que lloraba y gritaba por la inacción gubernamental ante más de 120 mil desaparecidos, esos solo los registrados y reconocidos oficialmente, y una fila de granaderos que juntaron sus escudos formando un gran muro de acrílico en el que estudiantes pintaron con espray: “Narcos. ¿Dónde están?” Esa imagen a la que que, según se dice, no le faltan palabras.  

Compartir

comentarios

Artículos relacionadas