Ciudad de México, noviembre 1, 2025 12:58
Ciudad de México Tradiciones

Convierten CDMX en puerta al Mictlán

De Chapultepec al Zócalo, la capital desborda cempasúchil para recibir a las almas; la fiesta de la memoria comenzó.

Alistan carrozas, comparsas y catrinas para el desfile de Día de Muertos. Las romerías ancestrales en Mixquic y Xochimilco arden en misticismo, y la Ofrenda Monumental en el Zócalo de CDMX estará hasta el 2 de noviembre.

STAFF/LIBRE EN EL SUR

Cuando la flor de cempasúchil inunda el aire de la Ciudad de México y el aroma a copal se mezcla con el tráfico, sabes que ha llegado la temporada en que la vida y la muerte se dan un caluroso y ruidoso abrazo. El Día de Muertos en CDMX no es solo una fecha en el calendario; es un espectáculo cultural, una gigantesca puesta en escena que nos recuerda que, en este país, se sabe muy bien que la mejor manera de honrar a quienes ya no están es echar la casa por la ventana.

e todo el mundo, es el majestuoso Gran Desfile de Día de Muertos. No es una simple marcha; es una explosión de creatividad y tradición que transforma el Paseo de la Reforma en una pasarela global. La cita para el Desfile es esta tarde, con salida desde la Puerta de los Leones, en el Bosque de Chapultepec, avanzando por las principales arterias hasta culminar en la plancha del Zócalo, donde ya aguarda la Ofrenda Monumental.

Este año, el desfile promete ser particularmente audaz y vanguardista. La fusión temática entre el arte drag y la mística de la lucha libre asegura un espectáculo de contrastes electrizantes, donde la elegancia solemne de las Catrinas se encontrará con la energía desbordada de los enmascarados y los luchadores. Es una metáfora perfecta del espíritu mexicano: tomar lo solemne (la muerte) y lo frívolo (el espectáculo) para crear algo épico. Imaginen Catrinas luchadoras, alebrijes con luces neón y miles de bailarines con coreografías que desafían al mismísimo Mictlán en un recorrido que durará varias horas.

Foto: Laura Ortiz.

El Desfile se ha consolidado en una década como un fenómeno de masas y un motor turístico, cimentado por la cultura popular, pero manteniendo un anclaje profundo en las narrativas prehispánicas y coloniales del país. Es la tradición renovándose sin pedir permiso.

Si el desfile es el cuerpo de la fiesta, las ofrendas son su corazón y alma. Y en la CDMX, el corazón late fuerte y a lo grande. Las instalaciones están en su punto culminante y pueden ser visitadas hasta el 2 de noviembre.

La Ofrenda Monumental del Zócalo, abierta al público, es sencillamente el altar más grande que se puede presenciar. Este año rinde un homenaje a los 700 años de la fundación de México-Tenochtitlán. Verán esculturas gigantes de tlatoanis y deidades, representaciones de chinampas y montañas de cempasúchil que convierten la plancha central en un jardín efímero para los dioses y los difuntos. No es solo mirar; es caminar a través de la historia y el sincretismo.

Foto: Cuartoscuro.

Otras paradas imperdibles incluyen la Megaofrenda de la UNAM, en el Centro Cultural Universitario (CCU), que este año es un baluarte de la reflexión dedicado a temas de migración y exilio, ofreciendo una visión más contemporánea de la tradición. Además, el Festival de Ofrendas y Catrinas del Centro Histórico despliega más de noventa altares en museos, plazas y casonas coloniales, creando una ruta cultural gratuita que permite asomarse a la intimidad de las familias y artistas que conciben estos altares con devoción.

Cada elemento en estos altares—el agua para el viaje, el pan de muerto, las calaveritas de azúcar y el retrato del ser querido—está cargado de un significado que reafirma la tesis central mexicana: la muerte es una prolongación de la vida, no su final.

Mientras Reforma celebra el espectáculo visual, los barrios originarios de la capital ofrecen la parte más íntima y ancestral de la tradición: las romerías nocturnas.

San Andrés Mixquic (Tláhuac) es el peregrinaje obligado de estas fechas. Aquí, la fiesta se transforma en una ceremonia íntima que culminará en la noche del 2 de noviembre. La famosa Alumbrada es el momento en que miles de velas iluminan las tumbas en el panteón, creando un manto dorado de luz que guía a las almas. Es un espectáculo solemne, conmovedor y visualmente sobrecogedor, una tradición que se remonta a siglos.

Por otro lado, la belleza acuática y tétrica se vive en Xochimilco. El espectáculo lacustre de La Llorona en los embarcaderos, especialmente en Cuemanco, sigue en cartelera, siendo una inmersión teatral en una de las leyendas más arraigadas de México. Recorrer los canales de noche en trajinera, con la neblina, el silencio roto por la actuación y el frío calando los huesos, es un recordatorio de que no todo en el Día de Muertos es glamour de pasarela; también hay terror y leyenda.

El Zócalo se transformará esta tarde en escenario para la presentación gratuita de la ópera Cuauhtemóctzin, con funciones restantes hoy y mañana. Otros recintos ofrecen obras alusivas, desde montajes de Drácula en formato ballet hasta funciones que reviven las Leyendas Mexicanas de Terror. El Paseo de las Flores adorna las jardineras de Reforma, convertidas en un río anaranjado por la venta y exhibición del cempasúchil, la “flor de 20 pétalos,” que embriaga la ciudad con su aroma, siendo el mejor lugar para tomar fotografías y sentir el pulso de la celebración. Aunque la Mega Procesión ya se realizó, la caracterización de Catrina es omnipresente, llenando las calles de cráneos elegantemente ataviados, diseñados por José Guadalupe Posada y elevados a símbolo nacional. Los visitantes se unen espontáneamente a la celebración con pintura de rostro y vestuarios.

En resumen, la CDMX en Día de Muertos es una ciudad que te reta a vivir. Te invita a reírte de la muerte con la panza llena de pan de muerto y la vista saturada de color. Es una declaración de principios: honrar la vida de los que se fueron no es llorar, sino celebrar con tanta alegría que las almas se sientan obligadas a regresar.

Es la capital donde, en estos dos días finales, no somos de la tierra o del cielo, sino un punto intermedio, un puente que conecta el pasado con el presente a través de un festival de luz, sabor y memoria inagotable.

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