De cuando, a iniciativa de la autora de este relato, escritoras y periodistas llevaron serenata al notable narrador de la Portales, que el pasado 4 de mayo habría cumplido 85 años de edad.
POR PATRICIA VEGA
El pasado 4 de mayo de 2023, el intelectual público Carlos Monsiváis, considerado por la escritora Elena Poniatowska como “nuestra conciencia nacional”, hubiese cumplido 85 años.
Otro 4 de mayo, pero de 2008, tuve la oportunidad de organizar una serenata que le llevamos algunas de sus amigas más cercanas para celebrar su cumpleaños 70. Acompañé ese acto travieso y disruptivo con la selección de algunos fragmentos de su autobiografía –en ese entonces inconseguible—que fueron publicados en la Revista Emeequis e ilustrados con las fotografías que Beatriz Sánchez Monsiváis –prima de Carlos—me confió por instrucciones del propio Monsi, quien guardaba celosamente diversos aspectos de su vida privada.
A los 28 años Monsiváis se describía como “precoz, protestante y presuntuoso” en un texto que originalmente circuló muy poco pues el propio Carlos se encargaba de adquirir esos ejemplares en las librerías de viejo para “desaparecerlo” según cuenta la leyenda urbana.
En una colaboración anterior compartí con ustedes en estas mismas páginas (Dar la vuelta: Monsiváis, el coloso de la Portales, 4 de septiembre de 2022) cómo fue que la familia Monsiváis llegó a asentarse en un domicilio ubicado en la colonia Portales y en el que Carlos vivió prácticamente hasta su muerte, el 19 de junio de 2010.
Durante varios años cultivé la costumbre de escribir cada 4 de mayo textos alusivos al cumpleaños de Carlos Monsiváis como una forma de reconocimiento y para agradecer todas sus aportaciones a México ya fuera como “escritor, cronista, ensayista, crítico literario, antologador, coleccionista primordialmente de obras de arte popular aunque también gozaba de lo que todavía llaman “alta cultura”, lector, crítico de cine y un hombre mediático cuyas apariciones en la televisión y la radio acrecentaron su bien ganada fama. Sus crónicas sobre el terremoto del 85 lo convirtieron en una referencia cuando señaló que ese acontecimiento tan terrible marcó el nacimiento de la sociedad civil en México”, escribí en una columna anterior de la serie Dar la vuelta.
Sin embargo, hoy me interesa comentar que para su cumpleaños número 70 yo quería festejar a Carlos Monsiváis de una manera especial. Un día, cuando ya se acercaba la fecha, le dije a Marta Lamas: “Cómo me gustaría llevarle una serenata a Carlos, de seguro nadie lo ha hecho”. Y Martha de inmediato me reviró con dos preguntas: “¿por qué no la organizas? ¿Qué te impide hacerlo?”
Fue así como me puse manos a la obra. Con el apoyo de Rodolfo Rodríguez Castañeda, quien me asesoró, guardó el secreto y tuvo la misión de asegurarse de que Carlos Monsiváis estuviese en su casa la noche del 3 de mayo y amaneciera ahí al día siguiente, me di a la tarea de invitar a algunas de sus amigas más cercanas –Gabriela Cano, Marta Lamas, Elena Poniatowska, Raquel Serur, Luz del Amo, por mencionar sólo a algunas de las que sí pudieron asistir—e hice una lista con algunas de sus canciones favoritas entre las que Amor Eterno, Amor perdido y La cautela: [Haremos de cuenta que fuimos basura/ pegó un remolino y nos alevantó/ y al mismo tiempo de andar en la altura/ el mismo viento nos desapartó…] no podían faltar. Finalmente me di a la tarea de buscar y contratar al Mariachi Xóchitl, integrado únicamente por altivas mujeres de buena voz y ataviadas con minifalda.
Así fue como el 4 de mayo de 2008, Carlos Monsiváis se despertó con las notas de unas mañanitas entonadas a la puerta de su casa y tal como dicta la costumbre: a las ocho de la mañana, Carlos Monsiváis se asomó por la cocina y gritó a voz en cuello ante la multitud reunida al pie de la ventana: “Honorable Congreso de la Unión…”
Pocas veces oí reír tanto a Carlos y hacer gala de sus dotes de cantor. La fiesta terminó en uno de sus lugares favoritos: el Wings que se ubica –o se ubicaba—en la avenida Tasqueña, a unas cuantas cuadras de su casa de siempre, en la colonia Portales.
No sobra decir que este recuerdo es uno de mis tesoros más preciados y que con gusto lo comparto con ustedes hoy, por primera vez. Todo lo demás ya es historia…
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