Libre en el Sur

DAR LA VUELTA / El método sin estrategia alguna

Esta columna es una invitación a dar la vuelta lentamente, sin prisas, por las calles, con ninguna misión en mente, con la posible imposibilidad de toparnos ante el insospechado hallazgo.

Ana Cecilia Terrazas

En la columna Dar la vuelta del 15 de mayo de 2022, con título Sin regresar al mismo espacio[1], de esta misma autora, ya hacía una forzosa alusión a Walter Benjamin. Es de él la idea que da origen a esta columna y es de él la teoría del extravío, de los pasajes, del paseo.

“Andar”, “dar la vuelta” o “pasear”, en el más hondo y epidérmico sentido del lenguaje del filósofo berlinés, implica para este espacio hacerla del flâneur protagonista de estas columnas. Es el o la figura urbana, benitojuarense, cuya relación con la alcaldía se da como habitante, transeúnte, observadora y usuaria. En un tiempo que pudiera ser como de universo en bloque, todo en todas esas partes al mismo tiempo; porque ahí donde ya no existe el reloj de figuritas del Liverpool de Insurgentes, frente a la inmensa fuente en donde los veranos los trajes de baño Catalina se exhibían en maniquís para el deleite de los paseantes; ahora acaso se asoma una fila interminable de personas que procuran sacar boletos de un inverosímil ineficiente Tickemaster.

En esos lugares nuevos-viejos en los que una reconoce que ya no está tal o cual lugar de preferencia -los tacos de Los Guajolotes; el Tomboy, el Club Italiano o la Glorieta del Riviera– ocurren en la imaginación y en la realidad materializada otras cosas, se anidan cafés, se abren y cierran otros locales, se reparan o tiran puentes peatonales.

Benjamin ha escrito que: “es posible que el paseo sea la forma más pobre de viaje, el más modesto de los viajes. Y, sin embargo, es uno de los que más decididamente implican las potencias de la atención y de la memoria, así como las ensoñaciones de la imaginación hasta el punto de que podríamos decir que no puede cumplirse auténticamente como tal sin que ellas acudan a la cita. Pasado, presente y futuro entremezclan siempre sus presencias en la experiencia del presente que acompaña al flâneur y le constituye en cuanto tal”[2].

Digamos que el método benjaminiano de pasear tiene que articularse desde el ocio; desde la no utilidad de salir a la calle, no prisas, ningún objetivo en claro. Extraviarse para ir mirando, caminando, deteniéndose en vitrinas, letreros, actitudes de los demás transeúntes; es la experiencia por sí misma la que da sentido a una vuelta deliberadamente sin sentido.

En el contexto parisino de hace siglos, “el flâneur era una forma de pasar el tiempo en la ciudad, una manera de tomar la relación tiempo-espacio, que se desarrollaría al menos en tres acepciones: pasear lentamente y sin rumbo, dejar libre la imaginación y divagar, y, por último, sencillamente perder el tiempo”[3].

Quizá se tornan cuestionables los apelativos perder o ganar, pero lo cierto es que, una se encuentra a paso y con la ilusión del paseo.

Esta columna de ahora es una invitación, de nuevo, a dar la vuelta lentamente, sin prisas, por las calles, con ninguna misión en mente, con la posible imposibilidad de toparnos ante el insospechado hallazgo.


[1] https://libreenelsur.mx/dar-la-vuelta-sin-regresar-al-mismo-espacio/

[2] https://www.lavozdelsur.es/cultura/roedores-de-cultura/el-paseo-una-metafora-de-la-vida-el-ser-y-el-movimiento_86691_102.html

[3] https://www.redalyc.org/journal/1390/139069262009/html/

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