Libre en el Sur

DAR LA VUELTA / Fiesta de niños

“Nos enfilamos a una casa ubicada en la calle Algeciras, en cuyo jardín vive una familia de patos que se puede ver a través de la cerca. Transcurridos unos minutos después de alcanzada la meta y de contemplar los patos, señalo nuestra siguiente parada: ¡vamos a casa de Manuel, a ver si quiere jugar con nosotros!”

POR ERNESTO LEE

Mis dos hermanos menores y yo saltamos de las camas y nos ponemos los pantalones y unas camisetas. Enfilamos al baño, donde nos mojamos la cara y, entre risas, peleamos por la toalla.

Corremos a sentarnos a la mesa. Es sábado y Juanita ha preparado hotcakes y nos esperan nuestros respectivos vasos de chocomilk; el vaso pequeño es para el menor de los hermanos. Conocemos nuestros lugares en la mesa.

El desayuno transcurre entre risas y abundante miel de maple y mantequilla. Hacemos ruido al beber y más risas. Juanita sonríe.

Nuestros papás se han vestido y arreglado para una fiesta. Mi papá, de traje y corbata, cigarrillo en la mano; mi mamá, con su vestido nuevo, se ha hecho un peinado alto y lleva el bolso en el brazo.

Los tres nos abalanzamos hacia la calle, bajando las escaleras en tropel. Vivimos en un departamento del edificio de los arcos de Augusto Rodin. Soy el mayor, ya tengo ocho años, y soy el líder.

Es mi primera idea, y mis hermanos la secundan: ¡Sí, vamos!

Nos enfilamos a una casa ubicada en la calle Algeciras, en cuyo jardín vive una familia de patos que se puede ver a través de la cerca. Transcurridos unos minutos después de alcanzada la meta y de contemplar los patos, señalo nuestra siguiente parada: ¡vamos a casa de Manuel, a ver si quiere jugar con nosotros!

Caminamos a paso veloz hasta la calle de Málaga y llegamos a la casa de Manuel, mi compañero de la escuela. Tocamos el timbre. La mamá de Manuel se asoma a la puerta.

Dando brincos en las aceras, pasamos a un costado de la Iglesia de Santo Domingo de Guzmán, cruzamos un terreno vacío y terregoso y llegamos a la plaza Jáuregui, donde se han depositado varios automóviles, maltrechos por los choques que tuvieron, que sirven de escondite o de reto para escalarlos.

Después de un rato, Manuel nos dice: “Ya me voy a mi casa. Nos vemos en la escuela,” y echa a correr rumbo a su casa.

Regresamos a la casa. Juanita nos da de comer. ¡Qué rico guisaba Juanita!

Después, encendemos el televisor. Sintonizamos el canal 5, donde nos espera una tarde de caricaturas y otros programas.

Nuestros papás se han vestido y arreglado para una fiesta. Mi papá, de traje y corbata, cigarrillo en la mano; mi mamá, con su vestido nuevo, se ha hecho un peinado alto y lleva el bolso en el brazo.

¡Sí, papá! – respondemos sin apartar la vista del televisor. Pronto caeremos dormidos.

Compartir

comentarios

Salir de la versión móvil