Si dejamos de fondo el sonido de esa zancada podemos trasladar al primer plano algo bellísimo (esto funciona mejor cuando amanece o cuando se pone el Sol): los cánticos solistas o a coro de muchas de nuestras aves endémicas de la Ciudad de México.
POR ANA CECILIA TERRAZAS
Salir a dar la vuelta con los oídos abiertos es hacer un paseo sonoro, en vivo y en directo, por los alrededores. Conforme los oídos avanzan dejan atrás –como en efecto Doppler[1]– motores de autos que vienen y se van, conversaciones, charlas.
En esa partitura permanecen estables y acompasando los nuevos datos acústicos, los pasos de quien camina.
Si hacemos el esfuerzo, podemos percibir el sonido de las pisadas propias que serán tan audibles como lo sea nuestro peso, nuestro paso, la suela de los zapatos que llevemos puestos y la superficie sobre la que se camina.
Si dejamos de fondo el sonido de esa zancada podemos trasladar al primer plano algo bellísimo (esto funciona mejor cuando amanece o cuando se pone el Sol): los cánticos solistas o a coro de muchas de nuestras aves endémicas de la Ciudad de México. Parece que tenemos el privilegio de escuchar, sobre todo, dos tipos de colibrís, tanto el Berilio como el de Pico ancho (Amazilia beryllina y Cyanthus latirostris); al Gorrión cantor, Melospiza melodia; al Mirlo primavera , Turdus migratorius (quien por cierto adora vivir en las jacarandas); a la Tortolita cola larga, Columbina inca; al Zanate mayor, Quiscalus mexicanus y también creo que podemos deleitarnos con el Picogordo tigrillo, Pheucticus melanocephalus, así como con el Pinzón mexicano, Haemorhous mexicanus[2].
En otro orden –mejor dicho, desorden[3]– de sonidos, sabrán que se impone con toda libertad cualquiera que desee hacer se escuche su negocio mediante corneta, marimba, saxofón, tambora o megáfono. Las calles de la colonia Actipan son recorridas una y otra y otra vez por las mismas personas que generan ese paisaje vendiendo tamales calientitos, esquites, pan, frutas, vacunas para gatos y perros, helados, camotes, periódico de nota roja, cualquier bocina vecina o bien todos aquellos que a diario y en varios turnos compran colchones y tambores…
Siempre acompañan al oído ladridos, aviones comerciales, helicópteros mañaneros, el claxon-aviso periódico de los de blindaje de seguridad, sirenas de ambulancia, alarmas de autos hipersensibles, motores de motocicletas, camionsotes o de plano tráilers. Entre todo esto, de nuevo una suave lindura, el agudo sonido del triángulo que traen nuestros tintineros vendiendo churritos y obleas.
[1] Carl Sagan/ Cosmos. https://www.youtube.com/watch?v=1pdEtk4YWV4
[2] https://www.biodiversidad.gob.mx/cienciaciudadana/cantos_aves_cdmx
[3] https://libreenelsur.mx/pongamos-alto-al-ruido-en-bj/
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