El gigante presume empleos, mientras en la banqueta exhibe lo mismo que la 4T acusa: la ‘industria’ que supuestamente enferma
Las cifras oficiales son demoledoras: 37 % de adultos con obesidad, 35 % de escolares con sobrepeso y hasta 15 % de la población con diabetes.
STAFF / LIBRE EN EL SUR
El puesto parece una caseta disfrazada de minitendedero, plantado prácticamente sobre la banqueta de Félix Cuevas, justo afuera del Walmart de la colonia Del Valle. Es un rectángulo azul chillante con el logo corporativo que invade el paso peatonal como si fuese extensión natural del supermercado. Dentro, refrigeradores iluminados exhiben refrescos y bebidas azucaradas; los estantes rebosan frituras, galletas y chocolates que se desparraman hacia la acera a modo de autoservicio improvisado. No hay frutas, verduras ni opciones saludables. Es un altar al ultraprocesado, erigido sin pudor en una de las avenidas más concurridas de Benito Juárez. Y lo más revelador: contrasta radicalmente con el discurso oficial que, desde hace años, ha señalado a esos mismos productos como responsables directos del deterioro de la salud pública.
Apenas el 5 de agosto pasado, la presidenta Claudia Sheinbaum recibió en Palacio Nacional al director ejecutivo de Walmart Inc., Doug McMillon. Celebró con él una inversión anunciada de más de 6 mil millones de dólares en México para ese año, en el marco del Plan México. La inversión contemplaba la construcción de dos nuevos centros de distribución (en Tlaxcala y el Bajío) con tecnología de robótica e inteligencia artificial, la creación de 5 500 empleos directos, y el sostén de más de 200 mil puestos de trabajo actuales, así como el fortalecimiento de la cadena de suministro con proveedores nacionales (La Jornada, 05/08/2025).
En su cuenta de X, Sheinbaum lo resumió así: “Nos reunimos en Palacio Nacional con Doug McMillon, presidente y director ejecutivo de Walmart Inc., y su equipo. Confirman las inversiones que tienen en nuestro país y su compromiso de integrarse al Plan México”. Días después, en conferencia, la mandataria desestimó rumores sobre una posible salida de Walmart del país: “Vinieron los de Walmart, ya ven que había este chisme de que se iban a retirar las inversiones, y no. Van a seguir invirtiendo en el país”, afirmó.
Pero apenas unos meses antes, Sheinbaum había encabezado una política opuesta. El 23 de abril de 2025, al anunciar el programa “Vive Saludable, Vive Feliz”, defendió fervientemente la eliminación de dulces y botanas en las escuelas con una frase sin ambages: “Hay que decirles a los niños y a las niñas que hay que comer sano para tener una vida sana… Comer mucho dulce hace mucho daño a la salud”.
Y esa medida ya había sido anunciada desde octubre de 2024: la SEP prohibiría desde marzo de 2025 la venta de comida ultraprocesada y bebidas azucaradas en las escuelas como parte de las acciones contra la obesidad infantil.
Queda claro que las críticas no vienen de columnistas, sino de las mismas instituciones de salud pública del gobierno federal. Es la 4T —no la prensa— la que ha puesto a la llamada “industria” en la mira como causante de una epidemia nacional.
Datos sanitarios y el etiquetado que ya no impacta
Las cifras son alarmantes. Según la ENSANUT, 75 % de los adultos mexicanos vive con sobrepeso u obesidad, siendo el 37 % personas con obesidad. En niños y adolescentes, un estudio sobre 2.7 millones de alumnos concluyó que cuatro de cada diez presentan sobrepeso u obesidad.
En adultos, entre 14 y 15 % tienen diabetes, lo que equivale a más de 12 millones de personas; otro 22 % está en riesgo (prediabetes). La diabetes es la segunda causa de muerte en el país.
No es menor que esta misma administración impulsó el etiquetado frontal de advertencia (los rombos negros de exceso de calorías, azúcares o sodio), con la meta de informar a los consumidores. Esos sellos adornan la mayoría de los productos en el kiosco de Félix Cuevas, pero su eficacia está en duda: quienes llegan ya han decidido comprar, indiferentes a las advertencias.
No se trata de satanizar a la inversión extranjera ni negar los beneficios de los empleos que genera Walmart. Pero la contradicción es innegable: ¿qué tipo de coherencia puede mostrarse un gobierno que señala a la “industria” como responsable del deterioro sanitario —la misma que ahora celebra públicamente y le permite ocupar la banqueta con su oferta?
El kiosco en Félix Cuevas no es incidental. Es un símbolo urbano de una contradicción que el discurso oficial todavía no resuelve. Entre la política pública que prohíbe dulces en las escuelas y el acto diplomático que celebra a esa misma industria, la incoherencia no está en las golosinas: está en el gobierno que dice cuidar la salud… mientras la permite venderla sobre la acera.
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