Después de un gran tramo recorrido –según la leyenda– las estridentes voces le provocaron angustia y al sentir un extraño peso sobre su espalda volteo sin pensarlo: al instante la bella princesa se transformó en una serpiente mientras el pastor quedó petrificado. Se dice que ambos permanecen en la cima de aquel cerro, el joven convertido en un enorme peñasco conocido como “El Pastor” y la princesa en la gigante roca sobresaliente conocida como “La Bufa”…
POR REBECA CASTRO VILLALOBOS
Aún está en la incertidumbre si el próximo 31 de julio se reanudará en mi terruño (Guanajuato, capital) la celebración, como desde hace más de cuatrocientos años, de la fiesta y verbena en honor San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, conocida como de los Jesuitas, la orden que desempeño un importante papel en la Contrarreforma.
San Ignacio de Loyola, el santo maestro de los discernimientos de espíritus es además patrono de los ejercicios espirituales, de los retiros y de los soldados. Esta referencia religiosa ha sido pretexto para que la población celebre una de las festividades más emblemáticas e importantes: el Día de la Cueva. Fiesta que se da lugar en los cerros del Hormiguero y los bajos de la Bufa y Los Picachos.
En el 2020, por primera vez de que se tenga conocimiento, la festividad fue cancelada por autoridades municipales ante las recomendaciones sanitarias de no hacer, no asistir a eventos públicos y evitar la propagación del coronavirus. Empero, en esa ocasión los que mandan innovaron la celebración con una noche de luces y fuegos artificiales que fueron transmitidos por redes sociales oficiales y que algunos pudieron observar ya que es una de las zonas más altas de la ciudad que se encuentra rodeada de cerros y montañas.
Como se sabe San Ignacio de Loyola vivió en una cueva en Manresa, España, durante once meses (de marzo de 1522 a febrero de 1523). Las experiencias vividas en esa ciudad le ayudaron a consolidar su transformación espiritual, cuando decidió abandonar la vida militar para dedicarse a la meditación y a la vida contemplativa. Falleció un 31 de julio de 1556. Pablo V lo beatificó en 1609 y fue canonizado por Gregorio XV en 1622.
Según se refiere en el portal de Kiosco de la Historia el origen de la celebración en el terruño surgió a iniciativa del cura Diego Gómez, quien en 1609 mandó colocar una capilla a San Ignacio de Loyola. Su insistencia, su pasión por el santo, de que debería ser el patrón para ayudar a los problemas de la ciudad, lo llevó a que en 1616 la población y el sacerdote declararan al entonces beato patrón de Guanajuato y le dedicaran las dos cuevas que se encuentran en el cerro de La Bufa.
Posteriormente, en 1624, se solicitó al Cabildo eclesiástico de Valladolid (hoy Morelia) la aprobación oficial para que San Ignacio, fuera nombrado patrón de Guanajuato.
La fiesta de La Cueva comienza desde la noche del 30 de julio, con la llegada de personas al cerro de La Bufa, el cual es iluminado con velas y fuegos artificiales.
Los peregrinos realizan diferentes rituales y otros suben a acampar. En la mañana del 31 de julio, ascienden decenas de personas para escuchar la misa de ocho de la mañana y cantar las mañanitas a San Ignacio.
Como parte de la celebración se realizan algunas competencias. También se acostumbra visitar las cuevas y trepar hasta la parte más alta del cerro, que culmina en los Picachos.
Las familias acostumbran pasar un día de campo, durante el cual pueden disfrutan de la música, atracciones y los antojitos mexicanos que ofrecen los vendedores que se ubican en el cerro del Hormiguero.
Guanajuato es una ciudad mística, llena de tradiciones, leyendas, lugares mágicos que compartimos con los visitantes nacionales y extranjeros y no puede quedar al margen el que dentro de esta festividad se recuerda la leyenda del Pastor y la Bufa, que narra la aparición, en ese cerro, de una princesa que se encuentra bajo un hechizo y de una ciudad de incalculables riquezas, oculta debajo del Guanajuato que hoy conocemos.
El Pastor y la Bufa
Y es que la riqueza de la ciudad originada por la actividad minera surgida en la época de la Colonia, fue de las más grandiosas del país, gracias a la cantidad de plata extraída del subsuelo. Fue una época de gran auge que permitió el desarrollo y esplendor en Guanajuato durante casi dos siglos. De ahí que se tenga la creencia de que aún existe oculta una ciudad con tales riquezas y que hay que romper algún tipo de hechizo para que ésta salga a la luz.
Se dice también que la cueva consagrada a San Ignacio de Loyola, ubicada en el cerro de La Bufa, se abre al medio día de cada jueves festivo, como el Jueves Santo o El Jueves de Corpus Christi, y se aparece una princesa encantada capaz de regresar a la ciudad su mencionado esplendor, pero para ello necesita que un hombre le ayude primero a romper el embrujo bajo el que se encuentra.
Según la conseja, sucedió entonces que un día un joven pastor que acostumbraba llevar a su rebaño al mencionado cerro escuchó una dulce voz detrás de las rocas y, aunque en un principio no le dio importancia pues ya había escuchado hablar a otros pastores sobre extrañas voces que se escuchaban en ese lugar sin otra explicación, más que la del viento silbando entre las rocas, la voz se hizo cada vez más clara e insistente por lo que el pastor rodeó la roca, encontrando detrás de ella una hermosa joven que clamaba ayuda.
La bella mujer dijo ser una princesa a quien un brujo había hechizado y le suplico ayuda, pidiéndole que la llevara en brazos hasta la parroquia, conocida hoy como Basílica Colegiata de Nuestra Señor de Guanajuato; de esta manera el embrujo desaparecería, ella recobraría su forma humana, la ciudad se desencantaría dejando ver todas sus riquezas y, a cambio, el pastor podría quedarse con una parte de esas fortunas y el privilegio de desposar a la princesa.
El joven cedió ante la hermosura de la princesa y acepto ayudarla; sin embargo tendría que hacerlo bajo ciertas condiciones: en el transcurso del camino no debía voltear su vista hacia atrás bajo ninguna circunstancia, dejando pasar por desapercibida toda voz amenazante que pudiera escuchar, y tendría que llegar a la parroquia antes de que la cueva de ese cerro, que se abría sólo en determinados días, se cerrara.
El pastor, armándose de valentía, tomó a la joven en sus brazos e inició su travesía. Con apenas llevaba unos pasos transcurridos comenzó a escuchar amenazantes voces a sus espaldas que cada vez se volvían más infernales, a la vez que se agotaban por el esfuerzo de bajar las pendientes sin soltar a la mujer; sin embargo la promesa de la princesa lo animaba a continuar.
Después de un gran tramo recorrido, las estridentes voces le provocaron angustia y al sentir un extraño peso sobre su espalda volteo sin pensarlo: al instante la bella princesa se transformó en una serpiente mientras el pastor quedó petrificado. Se dice que ambos permanecen en la cima de aquel cerro, el joven convertido en un enorme peñasco conocido como “El Pastor” y la princesa en la gigante roca sobresaliente conocida como “La Bufa”.
Se cree que la princesa sigue apareciéndose en espera de otro joven valeroso y atrevido que logre darle fin a su hechizo y al de la ciudad encantada.
Los Cuevanenses
En un texto de un conocido académico guanajuatense Luis Miguel Rionda, se recuerda que en el 2020 se cumplieron diez años de cuando La Bufa convocó a la movilización ciudadana en defensa de sus espacios naturales. “Miles de guanajuateños levantamos la voz en reacción contra la intención del Ayuntamiento de entonces, de autorizar la urbanización de sus bajos y cañadas”.
En ese año de 2010, agrega, “marchamos el Día de la Cueva para exigir el respeto a esos espacios ancestrales y en el llano del Hormiguero cantamos el himno de Guanajuato “Tierra de mis amores”, del inolvidable cuevanense Jesús Elizarrarás”.
El enojo social impulsó al entonces alcalde a solicitar la realización del primer y único ejercicio de democracia directa que se ha experimentado en la entidad, el plebiscito del 5 de diciembre de ese año. Los opositores ganamos la votación con un 84 % de los 12 mil 547 sufragios emitidos, con una participación del 12.84 de la lista nominal municipal…”
El también antropólogo social añade que la identidad cultural de los pueblos y villas del Bajío se basa mucho en su arraigada religiosidad, consecuencia de un modelo colonizador que impuso a la fuerza los valores del catolicismo rural y conservador de los pueblos españoles, que vivieron en carne propia la violencia de la reconquista, los conflictos con el Moro y la persecución de los herejes. Así pues, refiere, la contrarreforma de San Ignacio sigue viva en el ethosregional guanajuatense.
“Jorge Ibargüengoitia lo sabía, y por el Día de la Cueva rebautizó a nuestra peculiar ciudad minera: Cuévano. Por eso somos cuevanenses”, concluye en su texto.
@FOBIA44
comentarios