La austeridad y la caridad son conceptos que se deben de quedar en el reino de la teología. Aplicado por quien libremente deseé ser austero. Pero la política económica no puede manejarse por criterios religiosos y de piedad. La piedad, la caridad y la lástima son conceptos de franca superioridad y soberbia.
POR RODRIGO CORDERA THACKER
Llevamos más de 8 semanas en franca situación de emergencia. La pandemia desnudó lo que todos ya sabíamos: No hemos generado un sistema de salud digno y menos uno de carácter universal. Este es un problema que venimos arrastrando desde décadas que también desnuda nuestras penurias fiscales.
Entiendo que la austeridad parece una política económica justa. Y cómo no va a ser tan atractiva cuando se han vivido despojos, abusos y excesos, y franco gasto absurdo de una buena parte de los antiguos administradores del estado.
Pero la austeridad termina por mermar a la economía, como bien le pasó a España, y no se diga de Grecia. Que su rescate debería haber sido símbolo de una humanidad que comprende de su pasado, pero no lo fue. Se impuso la austeridad y terminó por acabar un proyecto progresista.
Nos guste o no, entendamos o no. El gobierno debe de gastar. Y no hay mejor inversión que la salud, y la mínima protección para todo aquel que nazca. Giovanni Sartori nos plantea que no puede existir democracia política sin democracia social, al igual que ninguna puede existir sin democracia económica. Y con la austeridad nos alejamos de la vida democrática y plural que mucho ha costado construir.
Con la austeridad, la democracia política o entendámosla como electoral se puede mermar. Puede bajar su calidad. Solo veamos los recortes que se han realizado a todo el aparato electoral. Estos recortes tienen efectos en la operatividad elemental. Y claro que hay críticas a nuestro sistema electoral. Pero criticar debe de ser para reformarlo, no para tumbarlo mediante recortes y decretos.
Con la austeridad la democracia social, entiéndase como igualdad ante la ley, de vivir en una sociedad de iguales, pierde aún más su calidad. Con recortes a todos los programas, ONGs etc que atendían a las personas que el estado no puede ni podrá atender, la sociedad pierde en su conjunto. Se pierde la capacidad para reaccionar cuando a un individuo se le aplastan sus derechos. Nos alejamos de la igualdad ante la ley. Y mantenemos el estatus machista, clasista y racista de la impartición de justicia.
Con la austeridad nos alejamos de la democracia económica. Y en este tema es crucial que leamos a los expertos en torno a la economía y sus crisis capitalistas. Si les parecen desatinadas las propuestas de Piketty, Paul Krugman y el sabio de Keynnes. Pues han caído en el gancho de la venganza disfrazada de austeridad.
La austeridad y la caridad son conceptos que se deben de quedar en el reino de la teología. Aplicado por quien libremente deseé ser austero. Pero la política económica no puede manejarse por criterios religiosos y de piedad. La piedad, la caridad y la lástima son conceptos de franca superioridad y soberbia. No generan emancipación popular, ni libertad individual. Mantienen el sistema racista, clasista y machista que tanto gustan a los cuidadores del colonialismo.
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