POR RODRIGO CORDERA THACKER
Imagínense un día sin música, otro sin cine, sin teatro, sin color.
Otro día sin radio, sin museos y sin circo.
Nuestra sociedad no sería lo que es ahora. Sin las personas que dedican su vida al arte, la vida de todos se vería trastocada. Al parecer es patológico tomar las cosas por hecho, pero en este mundo tan complejo que nos tocó vivir más vale darle valor y cuidado a lo que realmente importa.
Está claro que la cultura puede nacer independiente del dinero del Estado, pero de que el Estado tiene un rol importantísimo es indiscutible. Para bien y para mal.
Mal cuando el Estado quiere regular la creación artística para satisfacer sus propias ambiciones y fantasías ególatras. Bien cuando genera los espacios y las condiciones para el libre desarrollo del talento.
México se encuentra en una transformación. De eso no hay duda. Y en el ámbito cultural también se han hecho notar cambios importantes. Más que nada en el discurso. Al tiempo.
Pero lo elemental sigue mal. Que es el mal trato institucional que se da al empleado cultural. Cosas tan básicas como cobrar, cobrar a tiempo, cobrar lo acordado.
Como he dicho en textos anteriores, es aún muy temprano para definir la transformación, pero se me hace que por aquí fuese un buen camino.
Si se acaba el sexenio, y los artistas contratados, los trabajadores por honorarios y demás entes con poca estabilidad laboral, obtienen ganancias laborales, justicia y reconocimiento por su labor, la transformación habrá sido una de rediseño institucional. Cosa más que necesaria.
¿Cómo puede ser que los artistas y trabajadores de y para la cultura son los que más tardan en cobrar? Pero son los que menos cobran. El gremio cultural es el más afectado en torno al entramado fiscal y burocrático. Y no nos referimos a los artistas que tanto denuestan algunos senadores majaderos como la impresentable Jesusa, que anteriormente ataco a beneficiarios del FONCA aludiendo que todos debemos apretarnos el cinturón. Fácil decirlo desde un curul bien calientito y con apoyos del Estado.
Nos referimos a las mayorías que el nuevo gobierno dice proteger y admirar. Nos referimos a artistas de los pueblos indígenas, a artistas de zonas urbanas con problemas de violencia seria, de artesanos tradicionales indígenas y no indígenas, y también de artistas supuestamente fifís para el ojo ignorante y resentido; ya que son (somos) en mayoría personas con ingresos bajos.
En este arranque de gobierno, artistas indígenas y no indígenas., chairos y fifis no han cobrado y punto. Es más complejo que una postura política, es un desastre administrativo.
Si la 4T va en serio en cultura tendrá que rediseñar a sus instituciones para poder incluir a todos los que dicen incluir pero que no cobran. Cultura, Hacienda y Secretaría del trabajo tienen que entrarle a este tema. El pago a los creadores y trabajadores de la cultura debe de ser un punto rojo en la agenda cultural y un punto de partida para mejorar las condiciones de los creadores en general.
Por más discursos que se den, el músico, el cocinero tradicional, el artesano, el bailarín, tienen que pagar para comer. No hay más. Y si no se trata como asunto de justicia y derechos laborales, continuaremos con las migajas. Y eso no es transformación, es regresión.
Ya que hoy es Navidad, vale la pena pensar en que todo mundo merece tranquilidad laboral. Eso chance nos puede llevar a vislumbrar paz y tranquilidad.
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