Libre en el Sur

En Pérgamo nace un librero

“Me gustaría comprar todos los libros, me duele muchísimo que los libros se vayan. Me gustaría que se quedaran y que por la noche desfilaran, que abrieran sus páginas y volaran como mariposas…”, dice Jorge, el librero.

POR NANCY CASTRO

“Madrid, Madrid, Madrid, en México se piensa mucho en ti”…
Son los últimos alientos veraniegos en Madrid, anochece tarde. Me aproximo al barrio de Salamanca, un barrio de tradición. Cruzo El Mallorca (pastelería), giro a la derecha y camino por Lagasca hasta llegar al Mercado La Paz. Con pincho de tortilla llego de un salto a General Oráa 24. En la esquina se encuentra la librería Pérgamo. Han transcurrido cuatro días de haber reabierto sus puertas, con mil ejemplares en existencia y más por recibir, una capacidad para albergar diez mil libros y tras probar la instalación tecnológica del datáfono al haber vendido el primer libro con tarjeta. Jorge F. Hernández (finalista del premio Alfaguara 1998) como escritor le da una vuelta de tuerca al periplo de su vida.

“Adolfo Bioy Casares decía: los milagros no se recuperan y en mi caso sí se recuperan. Estaba desempleado había trabajado en la embajada de México en Españ, comienza diciendo Jorge detrás del mostrador de la librería más antigua de Madrid. “Me quedé desempleado dolorosamente y llevaba varios meses sin ingresos, salvo por lo que cobro como columnista en el País y Milenio, una traducción y cositas. Apareció un arcángel anónimo que sólo quiere que mencionemos sus iniciales, J.J.J. Tuvo una ocurrencia genial. En enero pasado, las dueñas de la librería Pérgamo decidieron jubilarse. Hubo filas de vecinos y de lectores con flores y bombones que vinieron a pedirles que no cerraran, porque al cerrar el local se exponían a que se convirtiera en pizzería o tienda de ropa interior…

“J.J.J las convenció de que le alquilaran la librería. Mitad gallego, mitad mexicano, llegó a comprar libros de niño y habiendo sido mi lector, nos conocimos, me propuso ser librero e invité a colaborar a un joven universitario recién graduado, Pablo Cerezo, en primer lugar porque es brillante y muy buen lector; pero además porque los libreros son de madera de cerezo y entonces se necesita de un Cerezo que viniera a cuidar el follaje”.

Pablo y Jorge, en Pérgamo.

Como en sus orígenes, la de Pérgamo fue la biblioteca occidental de tiempos helenísticos mas importante después de la de Alejandría; allí donde se originó el pergamino, mismo que ahora mantendrá frescas las noticias. Será un pergamino el boletín que se subirá a las redes.

Uno de sus sueños de adolescencia se ha cumplido: ser librero. Lo que sabe de libros se lo debe a la sabia intuición de los libreros como la del difunto don Enrique Fuentes que atendía a lectores asiduos en la librería Madero, domiciliada en la calle del mismo nombre, después cambió de sede a Isabel la Católica 97, centro histórico del entonces Distrito Federal.

Pérgamo promete ser un lugar de encuentros, descubrimientos, tertulias, presentaciones, ceremonias de caballeros andantes que toman posesión de la Ínsula Barataria…”

La de Natu Poblet en Argentina una gran librera y encantadora mujer. “Tenía también un restaurante y una vez al mes organizaba una tertulia rotativa donde un escritor preparaba de comer a los demás tertulianos. Yo he sido muy buen contagiador de lectura, porque a parte de los estudios me formé con libreros. En Washington soy deudor de los libreros de polítics and prose; ellos me han ayudado a no leer lo que no vale la pena y a encaminarme a leer lo que no he leído. Eso es lo que quiero hacer con la gente que entre aquí, esta sana enfermedad de los libros te permite en algunos casos, como un querido amigo de aquí cerca de algún lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, salir al mundo y tratar de arreglarlo. También tengo otro amigo cercano, yo le digo Pancho, se llama Francisco de Quevedo, ese güey aprovechó para hablar con los difuntos, entonces hay algo de cartomanciano en permitirle al recién entrado a la librería que dialogue con siglos pasados”.

Jorge, como buen narrador, propone que lo que ahí se va a contar, sea como si estuvieses a punto de comer una receta entrañable que te hace recordar los guisos de la abuela, preparada con ingredientes sabrosos y para hacerte disfrutar del conjunto de platos se complementa con recursos del historiador, se desdobla, te cuenta las relevancias de los insignes autores, acercándote a ellos con humor, chiste y chisme. Casi siempre te quedaría un huequito para el postre y el café.

“Esa cara de asombro de las personas que al entrar revelan que no han leído La isla del tesoro de Stevenson, es como cuando alguien te dice que no ha comido tacos al pastor y da mucho gusto verle la cara en cuanto le pega el primer mordisco a la piña con la carne”, agrega Jorge.

Su padre, Jorge Hernández Ornelas, al que apodaban ”El gargantilla” allá en León, Guanajuatot, cuando trabajaba en la emisora de radio XLG La Grande, como imitador de voces. De él heredó sus tardes noches cuando vivían en Washington D.C siendo diplomático de la embajada mexicana llegaba de trabajar se quitaba el traje “empezaba el desmadre, los chistes, las imitaciones”.

El humor es un instrumento agudo e incisivo que pone en juego la vida misma y puede ser tan crítico y profundo como la seriedad. El humor es la dosis ineludible que nos hace ver las cosas con otro prisma: las torpezas, las equivocaciones, los estragos del cansancio, las explosiones del cuerpo desde las emociones álgidas hasta sus respectivos ruidos intempestivos; la falta de sincronía con el mundo, el no llegar a tiempo a la cita esperada. Es ahí cuando la genialidad del que ha cultivado el humor hace su mejor papel.

Dijo Buster Keaton, La comedia es fugaz; hay que producir el primer efecto en el momento preciso, dar al público el tiempo de reponerse y apretar a fondo o seguir la progresión según sea el caso. “Me he rodeado de personas que cultivan el buen humor, los autores que me fascinan como Chesterton, Jorge Ibargüengoitia tienen un humor extraordinario sin ser payasos”.

Con humor sarcástico y la necesidad de burlarse de sí mismo, platica con entusiasmo los planes para las estanterías de los libreros, muebles que datan de principios del siglo pasado. Predominará la literatura de novela, ensayo, crónica, sin descartar aforismos y cuentinimos, historia, literatura infantil y juvenil, habrá sesiones de cuentacuentos y algún taller impartido por él “Escribir es torear”.

“Va a haber una pequeña sección taurina, ya sé que es políticamente incorrecto.Pero hay muy buena literatura taurina, no tanto del béisbol, no tan buena de fútbol, muy escasa del tenis aunque en España haya cultura del tenis. Aquí juega un muchacho de apellido Nadal, que me confunden con él sobre todo por el torso y la manera en la que le pego a los papeles cuando vuelan a la papelera. Pero sobre todo quiero presumir de mis amigos, la mayoría de ellos difuntos, Juan Rulfo, Ibargüengoitia, Octavio Paz, Carlos Fuentes, Byo Casares. Siempre hay que proponerse que cada día nazca un nuevo lector de Sor Juana, de Cervantes o de Jorge Ibargüengoitia o de autores vivos como Colm Tóibín. Decir que las generaciones jóvenes no leen es como insultar la fidelidad que los veinteañeros le tuvieron a Harry Potter. Ahora se lee mucho porque dependen de las pantallas a un grado exagerado, pero eso no quiere decir que estén leyendo literatura. Hay que hacer constantes invitaciones porque si creen que están descubriendo el hilo negro hace 100 años que pasó por aquí Kafka. Siempre habrá una ventana abierta sobre todo en las librerías para que los jóvenes confirmen que son lectores en potencia”.

La literatura ha sido un salvavidas para él. Hasta ahora ha escrito veintiún libros y está por salir su cuarta novela. Lector de carrera larga y de fondo, como librero tendrá que acostumbrarse a dejar ir los libros. “Me gustaría comprar todos los libros, me duele muchísimo que los libros se vayan. Me gustaría que se quedaran y que por la noche desfilaran, que abrieran sus páginas y volaran como mariposas”.

A sus 60 años, Jorge habla de su infancia con tal claridad como si hubiese sido ayer cuando vivía en aquél bosque de Mantua cerca de Washington. D.C. La crónica de su infancia está plasmada en su libro Un bosque flotante con la cual dice haberse curado de espanto.

De ese país que lo contuvo catorce años le ha quedado como un bosque en la memoria al que puede volver y comer golosinas, pasar un rato sin horarios. “Mi primera lengua es el inglés hasta la fecha sigo teniendo dificultades porque hay chistes que sólo se pueden contar en español y hay sueños que sólo sueño en inglés”.

España, es el que ancló su tiempo presente y México el paraíso al que vuelve por las noches y se transporta en sueños a Coyoacán. “En realidad es como si nunca me hubiera ido. Y cuando es necesario regreso y me nutro”. Y Guanajuato, el Cuévano de Jorge Ibargüengoitia, siempre regresará en el ánimo de hacer homenaje a los suyos como a Joy Laville mujer de Jorge Ibargüengoitia. “Era como mi novia la veía dos veces por semana desde que cumplió 89 años hasta que falleció a los 96 El próximo año haremos grandes celebraciones en Guanajuato espero que se publique un libro con toda la obra pictórica de Joy y el texto es mío”.

–¿Y regresar a trabajar al gobierno de México si te lo pidieran?

–Ya no, ya me cure de espanto. Había trabajado 30 años en Hacienda, porque yo estudié Economía. Cuando me invitaron como agregado cultural caí en la trampa bastante común de los escritores. En primer lugar porque crees que representas al estado y no precisamente al gobierno, y te das cuenta que no hay interés, no hay apoyo y hay mucha ingratitud. Lo que se logró por lo menos los tres años que estuve fue mantener en alto el nombre de muchos artistas y escritores y darles voz y foro a los mexicanos en Madrid. Eso se ha perdido porque hasta la fecha no han elegido agregado cultural. El Instituto Cultural de México en España funciona de milagro con actividades que realizan quienes fueron parte de mi equipo”, concluye Jorge.

Pérgamo promete ser un lugar de encuentros, descubrimientos, tertulias, presentaciones, ceremonias de caballeros andantes que toman posesión de la Ínsula Barataria. Y seguramente mil razones para escribir una novela tendrá este prosista consagrado que hoy nace librero.

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