Las redes sociales se han convertido en vidas paralelas en las que parece que existe inmunidad para poder insultar, denigrar, amenazar y acosar, especialmente utilizando el sexo en sus diferentes vertientes.
POR NANCY CASTRO
MADRID. En tiempos de redes sociales nuestra información personal está tan expuesta, así como el acceso que tenemos a la información en temas variados, se aúna a ello la facilidad aparente de abrir una ventana para establecer relaciones con desconocidos; que pueden ser por intereses desde el plano laboral, amistoso, sexoafectivo desencadenando en muchos casos en acoso.
Cada segundo que transcurre, una persona está siendo víctima de acoso por medio de redes sociales así como por aplicaciones, mensajería y otro tipo de uso de las nuevas tecnologías que han desarrollado una peligrosa vertiente e instrumentalización para ejercer violencia de género y todo tipo de acoso especialmente a mujeres y menores.
Los motivos al utilizar las redes sociales compensan nuestra manera de expresar desempeño profesional, ocio, uso personal o hasta uso comercial, o por el simple hecho de mostrarse a veces de manera excesiva y por lo mismo se debería tener en cuenta las consecuencias de esta decisión. Sin embargo las redes sociales se han convertido en vidas paralelas en las que parece que existe inmunidad para poder insultar, denigrar, amenazar y acosar, especialmente utilizando el sexo en sus diferentes vertientes.
Las víctimas de acoso no se atreven a hacer una denuncia jurídica por vergüenza, miedo, culpa por temor a ser revictimizadas o no ser creídas…”
Las redes sociales como escaparate y vínculo social suele llegar a confundir emocionalmente, por eso es importante recordar que las redes sociales nunca pueden sustituir la conexión humana en el mundo real. Irónicamente, es que una tecnología diseñada para acercar a las personas, puede hacer sentir más soledad, aislamiento, y exacerbar problemas de salud mental como ansiedad y depresión.
La evidencia de que las relaciones afectivas comienzan cada vez más precozmente sin convivencia y sin un proyecto en común y su desarrollo online de corta duración pero gran intensidad, nos enfrentan a múltiples y variadas situaciones de dominio, control y maltrato psicológico y físico –alimentadas por los estereotipos e ideas sexistas que circulan por las redes–, que constituyen la esencia de la violencia de género pero que difícilmente pueden incluirse en el concepto de relación afectiva.
Ante la manipulación de depredadores se establecen diversas formas de agresión de género por internet clasificada como ciberviolencia contra mujeres y niñas. Algunas de ellas se ejercen también contra niños: el ciberacoso o stalking, la pornografía no consentida o “venganza pornográfica”, pornografía no solicitada, extorsión sexual, amenazas de violación, de muerte y el doxing que consiste en reunir y difundir públicamente datos privados de alguien por internet, suplantar la personalidad de alguien en redes, crear perfiles falsos para desacreditar a alguien, etc. La Creación de perfiles falsos de las víctimas; el cotilleo cibernético que puede hundir la reputación de alguien; e incluso el jaqueo de las comunicaciones son algunos de los procedimientos que está adoptando la violencia hacia mujeres y niñas.
En 2023, la población total de México era de 126 millones 705 mil 138 personas. El 35.9 por ciento de la población mayor de 12 años vivió ciberacoso; manifiesta haber sido contactada mediante identidades falsas, pero también, 33.3 por ciento recibió mensajes ofensivos y 26 por ciento recibió contenido sexual. Veinte por ciento de esas personas (18.4 millones) vivió alguna situación de ciberacoso, 41.8 por ciento sufrió acoso mediante Facebook. Siguieron WhatsApp y llamadas de teléfono celular, con 37.8 y 28.9 por ciento, respectivamente, informó el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
En México la protección y garantías digitales está respaldada por el artículo 16 de la Constitución, establece que toda persona tiene derecho a la protección de datos personales. Implica que las instituciones, tanto públicas como privadas, deben asegurar la confidencialidad y el uso adecuado de la información que recopilan. Hay protección de garantías para los usuarios de redes sociales, el acceso a los derechos digitales establecido por el código penal. Este derecho está ampliamente respaldado por legislaciones específicas que establecen un marco para el manejo adecuado y responsable de los datos personales. Estas son: Ley Federal de Protección de Datos Personales en Posesión de los Particulares
Esta ley de protección de datos fue promulgada en 2010 y regula el tratamiento de datos personales por parte de entidades privadas. Esta ley es fundamental para garantizar la privacidad y el derecho a la autodeterminación informativa de las personas. Ley Olimpia condena este tipo de actos específicamente en contra de las mujeres la cual es un conjunto de reformas a la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia y al Código Penal Federal, que buscan reconocer la violencia digital y sancionar los delitos que violen la intimidad sexual de las personas a través de medios digitales, también conocida como ciberviolencia.
Y aunque los delitos por ciberacoso y otras violencias digitales aún no están tipificados como tal, sino que de acuerdo a la naturaleza de la infracción se busca una definición legal lo más cercana al caso, lo que propone la Ley Olimpia es adicionar sanciones del tipo de tres a seis años de prisión para quienes realicen estas acciones y multas que van de 500 a 1,000 Unidades de Medida y Actualización (UMA). Sin embargo el porcentaje de denuncias ante el ministerio público, policía o con el proveedor del servicio, se registra un 10.5 por ciento; no obstante, en los informes de incidencia delictiva de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana.
Las víctimas de acoso sexual por redes prefieren, paradójicamente, utilizar las redes para denunciar. Una ola de denuncias se desata en España tras la denuncia del ex portavoz del partido SUMAR, Iñigo Errejón, por agredir sexualmente, se desata el Mee Too en España abriendo un perfil en Instagram dedicado a la organización de todas las plataformas dando voz al movimiento con siete post publicados en los que se clasifican por ámbitos: artes escénicas, música o publicidad. La periodista Cristina Fallarás que a través de su perfil da voz a las tantas denuncias, desde que recibió la denuncia que destapó las agresiones sexuales en contra de la actriz Elisa Mouliaá por el ex diputado Iñigo Errejón estuvo recibiendo unos tres mensajes por minuto en su cuenta de Instagram. No sabe cuántos porque “es inabarcable contarlos”, pero la periodista y escritora aproxima que tiene más de 4.000 aún sin leer. Desde el pasado 24 de octubre le han llegado “cerca del doble que todo el año anterior”.
Las víctimas de acoso no se atreven a hacer una denuncia jurídica por vergüenza, miedo, culpa por temor a ser revictimizadas o no ser creídas. Los colectivos de mujeres que hoy en día se constituyen como víctimas plantean procesos que unifiquen denuncias en colectivo. Si así fuera sería menos tortuoso. La unión favorece el discurso, el no sentirse sola, saber que hay más que están transitando lo mismo y entonces el miedo aminorará, vivir procesos de esa índole en colectivo: sostiene, condensa, fortalece, aminora el por qué, la causa, la culpa, el llanto, el susto, la ansiedad. Porque ya no es una son todas al unísono haciendo valla, tela de araña. Así es cuando una se identifica con las demás. Que tiemble en sus centros la tierra porque la siguiente ola del Mee Too ya no se quedará en las redes.
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