Ciudad de México, septiembre 11, 2025 12:31
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Explosión en Iztapalapa revive la tragedia de San Juanico, la herida abierta de México

El desastre de 1984 dejó más de 500 muertos y 7 mil heridos

A casi 41 años, persisten la falta de regulación y la vulnerabilidad de las comunidades.

STAFF / LIBRE EN EL SUR

La explosión de una pipa de gas LP en el Puente de la Concordia, en Iztapalapa, que dejó varios heridos graves y escenas de terror en la zona oriente de la capital, volvió a encender una memoria dolorosa: la tragedia de San Juan Ixhuatepec —San Juanico— ocurrida la madrugada del 19 de noviembre de 1984 en Tlalnepantla, Estado de México.

Aunque lo sucedido esta semana es menor en magnitud, el recuerdo aflora con fuerza porque se trata del peor accidente industrial de la historia moderna del país y porque, cuatro décadas después, las causas de fondo siguen vigentes.

El amanecer en llamas

En San Juanico, las instalaciones de almacenamiento y distribución de Pemex habían crecido en medio de colonias populares sin planeación urbana. La madrugada del lunes 19 de noviembre, una fuga en una de las esferas de gas desencadenó una serie de explosiones en cadena. Las llamas alcanzaron hasta 300 metros de altura y la onda expansiva arrasó con todo a su alrededor.

El fuego se prolongó durante más de 36 horas. Barrios enteros quedaron reducidos a cenizas; los cuerpos calcinados fueron recogidos en carretillas y camiones de volteo. El saldo oficial fue de 503 muertos y alrededor de 7 mil heridos, aunque organizaciones de damnificados y testimonios locales aseguran que la cifra real fue mucho mayor. Miles quedaron con quemaduras de por vida o discapacidades permanentes.

Los hospitales del Valle de México colapsaron. Médicos y enfermeras improvisaron salas de urgencia en pasillos y estacionamientos. La solidaridad ciudadana fue enorme, pero también lo fue el desamparo: muchas familias nunca encontraron a sus desaparecidos porque los cuerpos quedaron irreconocibles.

El desastre ocurrió en el sexenio de Miguel de la Madrid, un gobierno marcado por la crisis económica, la inflación galopante y el inicio de las políticas de ajuste estructural. La tragedia exhibió el descuido de Pemex y la falta de regulación sobre instalaciones energéticas en zonas urbanas, pero la respuesta oficial fue lenta y burocrática. De la Madrid acudió a la zona en medio de protestas. Prometió una reubicación inmediata de las familias damnificadas, apoyos económicos y medidas de seguridad para que algo así no volviera a ocurrir. Sin embargo, los programas de vivienda se retrasaron, las indemnizaciones fueron desiguales y muchas víctimas nunca recibieron compensación.

San Juanico fue también un parteaguas en la relación entre Estado y sociedad: por primera vez en mucho tiempo, la narrativa oficial de “modernidad y progreso” se estrellaba contra las imágenes de muerte provocadas por el propio aparato estatal. Pemex, la “empresa de todos los mexicanos”, quedó manchada por un accidente que fue, ante todo, consecuencia de negligencia y corrupción.

La herida que no cierra

Casi 41 años después, San Juanico sigue siendo un símbolo de la vulnerabilidad urbana frente a la industria del gas. Cada aniversario, sobrevivientes recuerdan con veladoras y misas a sus familiares. Muchos aún viven en condiciones precarias, y en la memoria colectiva permanece la sensación de que la tragedia nunca se asumió plenamente por el Estado.

Lo ocurrido en Iztapalapa vuelve a poner el tema sobre la mesa: miles de pipas de gas circulan por la Ciudad de México y su zona metropolitana sin los seguros ni la verificación que exige la ley. La Agencia de Seguridad, Energía y Ambiente (ASEA) confirmó que la pipa que explotó no contaba con póliza de cobertura, lo que deja a las víctimas sin certeza sobre el pago de gastos médicos o indemnizaciones.

Es, en el fondo, el mismo patrón de 1984: instalaciones y transportes de gas operando sin condiciones mínimas de seguridad, autoridades que prometen pero no supervisan, y comunidades que cargan con el costo de la negligencia. San Juanico marcó para siempre la historia del Valle de México y fue comparado con catástrofes industriales de la época, como la de Bhopal en India, ocurrida apenas unas semanas después.

Cuatro décadas más tarde, el gas LP sigue siendo la principal fuente de energía doméstica en el país, distribuido por miles de unidades móviles que circulan en condiciones precarias. La pregunta que dejó San Juanico continúa abierta: ¿cuántas tragedias más deberán ocurrir para que la seguridad de millones de personas pese más que la negligencia de empresas y la omisión de las autoridades?

San Juanico no es solo memoria. Es presente.

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