“Los reto mis parquímetro-fóbicos lectores, a que observen la cantidad de autos con llantas ponchadas, saturación de basura y capas de polvo y caca de pájaro”.
POR RICARDO GUZMÁN
De todo el mobiliario urbano que invade nuestras banquetas los parquímetros son quizás los más odiados.
Cómo no hacerlo si literalmente nos despojaron. ¿Ese dinero se usa en mejorar vialidades?, ¿tenían las mejores intenciones quienes tomaron la decisión de ponerlos?, ¿hubo o hay algo positivo en todo esto?
A reserva de hacer preguntas retóricas (prerrogativa del autor), creo que vale la pena analizar el problema.
En muchas colonias clasemedieras de la Benito Juárez donde no hay parquímetros abundan los coches que “no están abandonados”, pero que se han adueñado de un mismo lugar durante años, a veces lustros. Vecinos gandallas que estacionan ambulancias, camiones de mudanzas, coches en reparación o simplemente autos chatarra que supongo no logran vender, y los dejan allí acaparando el espacio público.
En las ingobernables calles de la Ciudad de México este abuso es una plaga donde los “sin dueño” y lo “no abandonados” se cuentan por miles.
Los reto mis parquímetro-fóbicos lectores, a que observen la cantidad de autos con llantas ponchadas, saturación de basura y capas de polvo y caca de pájaro. Acá, en la alcaldía más benemérita de todas, en San Pedro de los Pinos (entre Revolución y Patriotismo) para ser más precisos, son demasiados y a veces incluso algunos son usados como bodegas.
De todos estos casos uno llama mi atención: en la esquina de Calle 5 y Avenida 2 hay un ciudadano diferente. Éste encontró la forma de tener coches que pertenecieron a alguna corporación policiaca y allí los mantiene (en relativo buen estado) y rotándolos en una serie de espacios que previamente ya se agandalló. Quizá los renta para filmaciones, quizá los colecciona, quizá le hace el paro a algún comandante… quien sabe.
¿Se acuerdan de esas “julias” azules de los finales de los 70, inicios de los 80 en las que metían a los apañados? Si tienes más de 50 años debes de haberlas visto por allí. “¡Bajen la caguama que allí viene la julia!”. Una de esas está allí junto a otras rarezas.
¿En verdad necesitamos parquímetros para ordenar esto?, ¿no pueden las autoridades hacer algo al respecto?
Quizá en esto podríamos ponernos de acuerdo vecinos, franeleros y autoridades: que se liberen los espacios agandallados, que seamos un poco más democráticos y que, como seguramente nos mostraría el prócer de Guelatao, que “el respeto a la estacionada ajena, sea la paz”.
Sólo espero que la paz llegué sin la necesidad de esos armatostes “parquidérmicos” que también son unos gandallas… esas pinches máquinas nos agandallan nuestras monedas y las muy cínicas lo hacen al amparo de la ley.
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