“La amenaza de perder nuestra vida democrática es real, y ha venido acompañada ya de ciertos cambios en las facultades metaconstitucionales del presidente que ha mermado su calidad”.
POR LAURA BALLESTEROS MANCILLA
El domingo 26 de febrero se llevó a cabo una de las concentraciones ciudadanas más concurridas en los últimos años, con diversos registros que confirman más de 400 mil personas, esta vez en defensa del Instituto Nacional Electoral ante la ofensiva que ha consumado Andrés Manuel López Obrador y su gobierno en contra del mismo.
Dando contexto, esto sucedió como respuesta ciudadana a la aprobación en el Congreso, con la mayoría legislativa de Morena, del llamado “Plan B” en el está consumando un recorte presupuestal mayor al órgano electoral en más de 5 mil millones de pesos, minando los principios de paridad en la selección de candidaturas en detrimento de la participación de las mujeres en política y gobierno, quitando el PREP, y reduciendo la capacidad de sanción de las autoridades electorales. Miles de personas salieron a la calle a exigirle que saque las manos de las elecciones y nuestro proceso democrático, que si bien tiene mucho por madurar, su diseño e implementación ha costado tiempo y esfuerzos de todos, incluyendo luchas trágicas y cuerpos técnicos altamente especializados.
El ‘gaslighting’ es una forma de violencia y manipulación psicológica donde el abusador busca crear dudas y confusión en la mente de sus víctimas.
La amenaza de perder nuestra vida democrática es real, y ha venido acompañada ya de ciertos cambios en las facultades metaconstitucionales del presidente que ha mermado su calidad. De acuerdo a estudios como el Democracy Index, el cual mide la calidad de la democracia en los países, en este sexenio hemos retrocedido 3 lugares, nos superan países como Suriname, Guyana, Trinidad y Tobago y lo compara con Guatemala , Honduras y El Salvador. Con esta puntuación hemos dejado de estar catalogados como un régimen democrático para pasar a uno híbrido (autocracia con democracia).
En este orden de ideas, y buscando abonar a un debate en el que se debe evaluar la pérdida de valores democráticos en nuestra vida pública durante esta administración, vale la pena analizar el discurso con el que López Obrador, hoy en funciones de Presidente de la República, responde de forma sistemática a la ciudadanía, y en este caso a las personas que se congregaron el pasado domingo. Es importante hacerlo porque el abuso de poder y la violencia no sólo se encuentra en las acciones de gobierno, también en el estilo de gobierno y narrativa de los gobernantes. En el caso mexicano, López Obrador se ha caracterizado por ejercer ‘Gaslighting’ sobre la población en cada una de las coyunturas donde hay disidencias, y en este caso no fue la excepción.
Pero, ¿qué significa gaslighting?. De acuerdo a la literatura especializada, es una forma de violencia y manipulación psicológica donde el abusador (casi siempre una figura de autoridad) busca crear dudas y confusión en la mente de sus víctimas, quiere hacerle dudar de su propio juicio distorsionando la realidad. El objetivo es ganar poder y control sobre la otra persona, o personas.
Para ejemplificar este concepto, visitemos lo que dijo López Obrador ayer sobre la marcha y sus asistentes: “A lo mucho fueron 100 mil personas, tendrán que echarle más ganas, es el bloque conservador, sólo buscan enfrentarnos, no quieren la transformación del país, quieren seguir robando, utilizan la mentira de que se quiere afectar la democracia en México”. Por su parte Mario Delgado, líder de Morena, lo secundó estratégicamente coordinado: “quieren regresar a un pasado corrupto, donde podían cometer fraudes electorales, manipular el voto para favorecer sus intereses y, sobre todo, en el que podían saquear a nuestro país”.
Minimizar, desvalorizar, tergiversar, amenazar, mentir, invalidar, son prácticas típicas del ‘gaslighting’ y el primer paso para salir de una relación así, en este caso de gobierno, es reconocer que estás siendo víctima de abuso de poder. Ahora lo sabes.
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