La incertidumbre desplaza nuestros sentidos a un máximo estado de alerta en el que más allá de querer controlar nuestra relación con los hechos, queremos dar respuesta a todo lo que creemos que vale nuestra tranquilidad…”
POR NANCY CASTRO.
Cada una de nuestras vidas es una historia de supervivencia, de experiencias extremas que encierran en si mismas una gran sabiduría. Somos sobrevivientes de todos nuestros problemas, nos hemos enfrentado a la vida a cada instante y a pesar de ello, no nos damos cuenta de que hemos salido triunfantes aún cuando cada acto está signado en gran o pequeña medida por la “Incertidumbre”. Si nos detuviéramos a reflexionar con profundidad los hechos segundo a segundo nos daremos cuenta que en realidad nuestra vida en gran porcentaje es producto de planes que no han salido tal y como lo pensamos.
La incertidumbre desplaza nuestros sentidos a un máximo estado de alerta en el que más allá de querer controlar nuestra relación con los hechos, queremos dar respuesta a todo lo que creemos que vale nuestra tranquilidad. Dirían los especialistas en salud mental, “la necesidad de dar un cierre cognitivo, puede ser definido como el deseo de dar respuesta rápida a una pregunta o cuestión que tiene contenido confuso o ambiguo.
De esta forma, si el cierre cognitivo no se produce, entramos en estado de ansiedad hasta no obtener respuesta, la teoría de la necesidad de cierre postula que la motivación de cierre o incertidumbre satisface la función esencial incesante de información”.
Los recursos energéticos tanto mentales como físicos se reducen y ya no somos víctimas de la incesante e incómoda sensación de incertidumbre. Psicológicamente se habla de la capacidad del ser humano para adaptarse a cualquier dificultad que se presente actualizándose a sí mismo y entendiendo que si bien no puede cambiar la situación en sí misma (en este caso una situación de incertidumbre), lo que sí puede cambiar es su actitud hacia esa situación.
“La incertidumbre, tortura”. “La incertidumbre, mata lentamente”. “La incertidumbre vive
conmigo”. Son las frases testimoniales de las familias víctimas de desaparición forzada.
La incertidumbre es un elemento estructural de la desaparición forzada, porque genera una duda radical acerca de la localización y suerte de la persona desparecida; el ánimo que pervive en las madres víctimas de desaparición forzada en México.
“Ningún nuevo horror puede ser más terrible que la tortura diaria de lo cotidiano”:
Lovecraft.
A 26 de noviembre de 2021, 95 mil personas estaban registradas oficialmente desaparecidas en el país.
La desaparición forzada produce incertidumbre, las madres expresan la ruptura irreparable que la desaparición forzada causa en sus vidas con términos tales como trastocar, desubicar suspender, mutilar, cortar, desmembrar y agonía. Las madres son quienes mayoritariamente se responsabilizan de la búsqueda, acompañadas a veces por maridos o alguno de los hijos o incluso, sustituidas por hijos si la enfermedad u otra causa grave se lo impiden. La desaparición de los hijos y la búsqueda de las madres transforman la relación privada entre madre-hijo , lo cual confiere un carácter policiaco a su voz. El dolor de las madres transformado en energía social genera solidaridad, que se traduce en la creación de numerosos colectivos y organizaciones que reclaman la aparición de los desaparecidos, los buscan activamente, critican la política de guerra del gobierno y la impunidad imperante.
“El gobierno ha permitido la violencia que ejerce el crimen organizado a la sociedad.
Siempre hemos sabido que la política está unida a ellos y todo el mundo lo sabe. Antes de la desaparición de mi hijo, no me interesaba saber las maneras de proceder del gobierno no me afectaba directamente”, dice la madre de Kristian Karim, desaparecido en la carretera de Nuevo Laredo. “Cuando te dedicas a resolver tu vida asumes toda la corrupción, uno qué puede hacer, caemos en el conformismo. A raíz de lo sucedido con mi hijo. Me ocupo en luchar por nuestros propios derechos, traigo una cadena de 10 nietos que no quisiera que vivieran lo mismo. Me pongo en los zapatos de la gente que se llevó a mi hijo, sé que pudieron ser obligados, hay que ser neutrales, para llegar a ese pensamiento sólo con el tiempo, porque como madre el dolor desde un inicio te ciega y culpas a todos. Pero ahora me pregunto qué les llevó a ellos para quitarnos a nuestros hijos”.
Desaparecer a un individuo y su cuerpo sigue otra lógica: “sin cuerpo no hay delito”.
“La incertidumbre es una condición insalvable para los individuos y la sociedad. Lo incierto es diferente de lo riesgoso. La gran diversidad de los fenómenos sociales, los procesos económicos, el mismo desenvolvimiento histórico, requieren de una concepción clara del significado de la incertidumbre, y sobre su naturaleza radical, que surge de circunstancias en las que no solo no se sabe lo que va a pasar, sino que ni siquiera se sabe que no se sabe”. Asegura el antropólogo Joan Frigóle Reixach
que “cuando te pasa algo así en México, está uno a la deriva, esta carrera es de resistencia y aquí estamos todas para apoyarnos”.
Lucia Díaz Genao es fundadora del colectivo de búsqueda de personas desaparecidas de Veracruz, Solecito, integrando más de 100 madres quienes el 10 de mayo de 2016 en una marcha del día de las madres recibieron el mapa de fosas clandestinas en total eran 127, en las cuales encontraron 253 cuerpos y veinte mil huesos, hasta ese momento.
Las modalidades de desaparición de los cuerpos son múltiples. Una de las más frecuentes es la inhumación del cadáver en una fosa clandestina. Otras más extremas son la disolución de los cuerpos en ácido, calcinación y trituración de huesos. Certeza e incertidumbre mediatizan las reacciones de los familiares de desaparecidos y de otros tipos de violencia. La expresión, a primera vista chocante, de una madre de un hijo asesinado —Soy afortunada porque yo sí pude enterrar a mi hijo.
La dilación, inacción e incluso obstaculización que autoridades de diverso rango oponen a la investigación de las desapariciones, acompañadas a menudo de humillaciones y amenazas, agudizan la incertidumbre inicial y el sufrimiento de madres y familiares.
“Si la gente supiera cuántas puertas he tocado y cuántas patadas he recibido. Adonde llegamos nos revictimizan. Ahora no me dejo”
El proceso de búsqueda de personas desaparecidas está acompañada por la experiencia de injusticia, humillación, sufrimiento. Las familias viven un eterno bucle en el que su presente está fijado por la fecha de desaparición, la ausencia del cuerpo no se puede convertir en duelo.
“Como madre de Ivan a 4años de su desaparición he dicho siempre, mi hijo está vivo, la incertidumbre mata cuando me pregunto dónde está”.
Ante la ignominia por parte de las autoridades, y aún sabiendo el riesgo que supone la búsqueda de sus familiares, las madres se blindan de alianzas, hay quienes no bajan la dosis de la rabia, el enojo y el coraje es su motor.
“El dolor de mi hija no se compara con el cuadro de Francisco I Madero, cuando estaban pintando ese cuadro no lo escuché gritar, pero mi hija sí gritó de miedo cuando abusaron de ella, 10 años de edad tenia. El presidente está omitiendo el dolor de mi hija al darle importancia a ese cuadro” Erika Martínez cuando tomó junto con varios colectivos feministas la Comisión de los Derechos Humanos en Septiembre de 2020. Allí estaba también Yesenia Zamudio quienes hicieron del inmueble un refugio para mujeres víctimas de violencia por más de un año, Yesenia, quien coordina el Frente Nacional ‘Ni Una Menos’, es madre de Marichuy víctima de feminicidio “no somos vándalas, no somos las malas, aunque rallamos y destruimos lo hacemos para que nos volteen a ver, nosotras somos quienes estamos reparando el país”.
“La mayoría de la gente que ha pasado por esto, se ha quedado sola en su casa, porque la desaparición de uno de los nuestros es muy difícil superarla. La única manera de superar el dolor es hablarlo con otras madres, hay que romper el silencio. Si no lo decimos, para las autoridades no está pasando nada. Respaldan sus argumentos con que están luchando por nuestra seguridad. La corrupción, la impunidad y la injusticia son los factores por los que seguimos viviendo esta tragedia, como sociedad tenemos que mostrar nuestra solidaridad al servicio de las víctimas de esta guerra”: madre de Roy.
“Este es un llamado a organizarnos, luchar y pensar, no podemos seguir como si nada pasara y creyendo que nunca nos va a ocurrir a nosotros. Hagámoslo por nuestros jóvenes”: madre de Ana Lucia. Desaparecida en Monterrey.
“Abrazos de vida en Nuevo León, es un proyecto de un grupo de amigos preocupados por la situación, empatizamos con el dolor de las madres, brindamos acompañamiento, es una manera de abrazar la vida, de apoyar los casos que no han sido escuchados, casos que han sido relegados. Brindamos apoyo a las víctimas, a los padres de muchachos que ni siquiera son nombrados por miedo, porque encima de que los desaparecen en su familia y entorno no son nombrados. Acompañamos a los familiares a que hagan su denuncia, registren su ADN y se abra la investigación. Nos hemos convertido en una fosa nacional de gente desaparecida, nuestro suelo está manchado de sangre y no hacemos mucho, ¿por qué?, porque preferimos ver el fútbol o las telenovelas evitando escuchar el horror que ocurre en nuestro propio país. Mi sueño es que México despierte, quiero un mejor futuro para mis hijos, mis nietos. Somos muchos y si todos aportamos un poco, lo podemos lograr porque los buenos somos más”, concluye la fundadora.
En una ciudad del interior del país un hombre camina con la foto enmarcada de su hija a manera de estandarte, camina solo, se dirige al templo donde lo espera el resto de su familia. El sacerdote que oficiará la ceremonia católica les pregunta el motivo de la muerte, el hombre enmudece, las palabras se le han atorado, es la primera vez desde que le dieron la trágica noticia que alguien le pregunta la causa, mira hacia abajo, sus otros hijos se adelantan y contestan- desaparición forzada. “Bueno, la encontraron, agradezcamos a Dios que la pueden enterrar”, contesta el padre, santiguando el féretro.
En octubre de 2017 después de 2 años de debate, quedó la ley federal sobre desaparición forzada con el castigo de 40 hasta 60 años de cárcel para los victimarios, aún así las condenas son escasas, el 98% de los crímenes por desaparición forzada quedan impunes.
Los miles de padres que hoy reclaman que sus hijos dejen de ser una cifra en la estadística de personas desparecidas para ser nombrados.
“La única certidumbre desde hace más de una década es que diario desaparecen personas. Quién nos puede ayudar, nos ahogamos con nuestro propio grito. Y el gobierno sigue sin atendernos”: Verónica
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