Ciudad de México, abril 1, 2025 12:36
Revista Digital Marzo 2025 Vestigios Vida

Insalubridades del 19

“Las casas de los barrios en Ciudad de México eran de adobe y el piso de tierra apisonada. Eran espacios húmedos, con excrementos donde vivían hacinados varios miembros de una familia”.

POR NADIA MENÉNDEZ DI PARDO

Las características del territorio mexicano, los diferentes fenómenos naturales y los hechos humanos dieron lugar al desarrollo de un conjunto de ideas a veces catastróficas sobre la sociedad mexicana y la vida urbana a finales del siglo XIX, debido a que gran parte de estos fenómenos conducían a la enfermedad y a la muerte de los capitalinos. En la ciudad de México existían arroyos que recibían basuras y materias fecales, y en tiempos de sequías eran verdaderos focos de infección.

Por ejemplo en Cuajimalpa hubo una gran epidemia de tifo y en Tlalpan eran muy frecuentes las enfermedades infectocontagiosas, ya que la población, como lo señalan fuentes de la época, vivían en verdaderos muladares, y en muchas ocasiones la gente sana utilizaba la ropa de los enfermos, dando lugar a una cadena de contagio e infección. Otro ejemplo de este paisaje cotidiano era las características de las calles, los médicos e ingenieros opinaban que muchas de estas tenían problemas de orientación, eran estrechas y sucias, en contraste con otras que eran arregladas, amplias y hermosas, lo que reflejaba las características de desigualdad.

Otro de los lugares reiteradamente señalados negativamente, eran los panteones públicos, los cuales contaban con pocos recursos para su mantenimiento, los médicos explicaban que los cadáveres y su transporte al cementerio aparecen asociados a los miasmas, ya que la teoría miasmática planteaba que la exhalación de los gases que se desprendían de los cadáveres podía dar origen al desarrollo de diferentes enfermedades; incluso para finales del siglo XIX el gobierno había ubicado a los panteones fuera de la ciudad, del lado contrario de los vientos dominantes. La preocupación de los llamados “malos aires” condujo a que la población de la ciudad de México buscara lugares de “aire sano”; por eso ciertos sectores pudientes optaban por residir periodos del año en sitios alejados de la ciudad como lo eran entonces Coyoacán y San Ángel. Por ejemplo en 1872, según un trabajo realizado por el doctor Fernando Malanco, se describe que los panteones eran una amenaza a la salubridad pública. El médico expresó: “Los miasmas infectos que se desprenden de los cadáveres inhumados en los necrópolos, se mezclan directa o indirectamente a los aires y producen una atmósfera morbífica para las poblaciones colocadas bajo su influencia”. (Fernando Malanco, 1872). Este galeno explicaba que sin la existencia de los panteones, se evitarían muchas de las enfermedades y muertes en la ciudad.

A su vez los médicos explicaban la desigualdad que se manifestaba en barrios y colonias de la ciudad, ya que algunos presentaban ciertos rasgos donde se reflejaba una situación de insalubridad constante, Rivera Cambas, quien describió a la ciudad de una manera notable, planteaba que por ejemplo los barrios de Santa María la Rivera, Peralvillo, el Barrio del Niño Perdido, Candelaria de los Patos, Santa Cruz Acatlán, por mencionar algunos, se encontraban habitados por una población que vivía en pocilgas y con muy malos hábitos de higiene y en condiciones de miseria y suciedad, ya que la vecindades se encontraban en pésimas condiciones, con piezas mal distribuidas con falta de ventilación y de luz, escasez y a veces carencia absoluta de agua. Algunos autores resaltaban que las casas de los barrios eran de adobe y el piso de tierra apisonada. Eran espacios húmedos, con excrementos donde vivían hacinados varios miembros de una familia. En un trabajo realizado por Miguel Mendizabal sobre el estado de las viviendas y habitaciones, recomendaba que los espacios de las mismas debían contar con medios eficaces de ventilación y que la buena disposición de las habitaciones influiría notablemente en la desaparición de enfermedades como el cólera, tuberculosis, tifo y difteria. (Mendizabal 1897). En palabras del Doctor Florentino Sariol (1887): Las casas de vecindad en las que vive la mayoría de la población, el mal sistemas de letrinas, de atarjeas y de limpia hacen que la ciudad este a merced de la influencia de materias estercorales y sus consecuencias. La disposición viciosa de las letrinas de las casas de vecindad, existen también en los mesones, pequeños hoteles, establecimientos públicos, cuarteles, aún hospitales.  

Otra de las preocupaciones planteadas de manera constante por el Consejo Superior de Salubridad eran los depósitos de trapos sucios, los cuales eran considerados como una amenaza a la salud pública. También problemas graves que se arrastraban desde la Colonia, como los carros destinados a recoger por las noches los excrementos y las basuras; dicha situación era denunciada constantemente. En una crónica de La Escuela de Medicina(1886) quedó anotado que No obstante que el Ayuntamiento abrió un concurso para que se presentasen proyectos de carros desinfectantes y que se premiaran dos de estos proyectos, los carros antiguos, los nocturnos, los de la época de los virreyes, los que trastornan con su inmensa fetidez, siguen paseándose tranquilamente por las noches en las calles de la capital. En nombre de la higiene y de la civilización, pedimos que se corrija esto cuantos antes.

De los ejemplos presentados de fuentes médicas de finales del siglo XIX, podemos observar que los médicos señalaban que la insalubridad pública era una constante y era parte de la vida cotidiana de los mexicanos que convivían con la falta de higiene; dicha población, o no sabía u omitía que eso facilitaba la transmisión y el contagio de las enfermedades.

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