Libre en el Sur

Insoslayable gratitud

Doy gracias porque he podido empeñarme en conservar la fe, la esperanza, la felicidad y ser gentil con otras personas, a pesar de vivir en un mundo que no esperaba fuera tan cruel y deshumanizado.

Por Patricia Vega

Llegaron las fiestas navideñas y con ellas la tradición anual de escribirle una carta a Santa Clos (y después a los Reyes Magos) en la que solicitamos todo tipo de regalos y parabienes. También es costumbre realizar un recuento de nuestro buen comportamiento para afianzar nuestras peticiones y rara vez incluimos la serie de promesas incumplidas que hemos arrastrado a lo largo de los años.

En esta ocasión me sitúo internamente en otro lugar: el de la Gratitud por haber recibido a lo largo del año innumerables dones que, sin solicitarlos de una manera consciente, me fueron regalados a lo largo del año. Son tantos que, muchas veces, pasan desapercibidos o los damos por hecho como si hubiésemos hecho algo especial para merecerlos.

Esta es mi lista abreviada de agradecimientos por todo lo recibido este 2024 que está a punto de acabar:

Doy gracias debido a que el 16 de enero mi madre, María Teresa Salcedo Ortega, cumplió 90 años y estuve con ella en una pequeña y amorosa celebración familiar que con la visita de unos primos que viven en California se convirtió en una reunión inolvidable.

Doy gracias debido a que las secuelas del Covid-19, esa niebla mental que anidó en mi cerebro se ha ido diluyendo bajo el cuidado de los especialistas del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán (la lista es larga y como no me gustaría omitir a nadie, menciono únicamente a la institución a la que están adscritos). Desde diciembre, recibo una atención multidisciplinaria que ha permitido mapear y llegar a un diagnóstico más certero.

Doy gracias debido a que durante los primeros seis meses del año pude observar muy de cerca la creación del programa de cultura de la excandidata presidencial Xóchitl Gálvez y que, bajo la dirección de Consuelo Sáizar, fue una de las propuestas más sólidas y aterrizadas para resolver las distintas problemáticas que aquejan a ese sector.

Doy gracias debido a que a partir del mes de marzo inicié un tratamiento alternativo –a partir de biorresonancias— en apoyo a la medicina alópata con el propósito de crear nuevos circuitos neuronales que sustituyan a los que se apagaron a causa de eventos isquémicos temporales. (Dra. Carmen Ruiz, soy su agradecida fan).

Doy gracias debido a que el 25 de julio cumplí 67 años, bajo el signo de Leo y el reflejo de la Vía Láctea –el Caino de Santiago–. Agradezco la vida y el tipo de vida que me dio mi madre a lo largo de estas casi siete décadas. Pasé este cumpleaños rodeada del amor, cariño y buenos deseos expresados en los múltiples mensajes que recibí de personas que he conocido en distintas etapas y contextos de mi vida y que me dieron la fuerza necesaria para afrontar el siguiente reto:

Doy gracias debido a que el 9 de agosto pude acompañar a mi madre en sus últimos momentos de vida terrenal. Llegó a los 90 años conservando una plena lucidez; ella quería morir “entera” y lo logró. Ni ella ni yo fuimos perfectas, pero nos dimos lo mejor de cada una y por eso casi fuimos perfectas. Agradecimos nuestras fortalezas y perdonamos nuestras debilidades. El estar a su lado y tomar su mano en el inicio de su viaje al Mictlán nos proporcionó a ambas serenidad y aceptación ante una situación universal –la muerte de un ser querido— que, cuando la vivimos de manera individual, saca a relucir nuestra enorme vulnerabilidad. Descubrir que mi madre fue una mujer muy querida en muchas vidas, además de la mía, fue un regalo inesperado.

Doy gracias porque he podido empeñarme en conservar la fe, la esperanza, la felicidad y ser gentil con otras personas, a pesar de vivir en un mundo que no esperaba fuera tan cruel y deshumanizado.

Doy gracias porque camino por la vida acompañada por una de las personas que más admiro, quiero y valoro: Gabriela Cano. Y porque no hemos dejado caer en el olvido la felicidad cotidiana que a lo largo de más de quince años nos proporcionaron Rock y Puck, esos rat terriers que transformaron nuestra existencia al enseñarnos que las familias pueden estar integradas por una gran diversidad de personajes.

Doy gracias por tener una maestra de meditación que ilumina con sus enseñanzas los momentos más obscuros de mi vida.

Doy gracias porque en la antepenúltima sesión de este 2024, mi psicoanalista llegó a la conclusión de que ha logrado empujarme a cerrar bien el año: estoy reacomodando las piezas de mi propio rompecabezas en esta ardua tarea de vivir y sobrevivir. Puedo ya reconstruirme sin los mitos que me sostuvieron pero que ya no necesito para seguir andando.

Doy gracias debido a que a lo largo del año he podido ser con entrega y pasión lo que más me gusta ser: periodista de cultura y ciencia. He sido inconmensurablemente feliz al escribir distintos textos periodísticos en distintas y generosas tribunas. Agradecer la posibilidad de escribir con entera libertad y publicar ahora estas líneas en Libre en el Sur, es una buena manera de terminar con este recitatorio.

Compartir

comentarios

Salir de la versión móvil