Invaden ‘muertos’ centros comerciales, mercados, panaderías

Pan de Muerto. Festejo pfematuro. Foto: especial.
El azahar que vence al calendario: la crónica de un noviembre adelantado en Ciudad de México.
Caminar por los pasillos de cualquier tienda de autoservicio es presenciar un fascinante duelo de temporalidades y culturas en torno al lejano Día de Muertos.
STAFF/LIBRE EN EL SUR
Falta justo un mes. Treinta días exactos para que la celebración del Día de Muertos despliegue su máximo esplendor de cempasúchil, copal y solemnidad en México. Sin embargo, en el tablero del consumo y la mercadotecnia, el calendario es un mero adorno. La temporada ya se desató: la flor de veinte pétalos se adelantó a la siembra, y el aroma a azúcar y azahar del Pan de Muerto inunda las calles desde que el almanaque marcaba aún el final del verano.
Esta es la crónica de cómo la tradición, impulsada por un apetito comercial insaciable, ha colonizado los estantes y las panaderías, fusionando la seriedad de los difuntos con la algarabía del consumo. La capital es el epicentro de este fenómeno.
Caminar por los pasillos de cualquier tienda de autoservicio es presenciar un fascinante duelo de temporalidades y culturas. En el Walmart de Universidad o La Comer de Coyoacán, la sección de Halloween (calabazas de plástico, telarañas sintéticas y disfraces de importación) compite metro a metro con la estampa mexicana a base de papel picado, veladoras y la promesa del altar de muertos. Los catálogos en línea de estas cadenas ofrecen desde el Pan de Muerto tradicional hasta versiones rellenas de queso con zarzamora, confirmando que la panificación para los difuntos ya es un producto de alta rotación. Este mestizaje comercial no es un accidente, es una mina de oro. La Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio estimó para las festividades de 2024 una derrama económica nacional de más de 45 mil millones de pesos solo por consumo de servicios turísticos y relacionados, un indicador claro del músculo que tiene esta temporada. Los negocios lo saben: el que pega primero, vende más.

El más claro ejemplo de esta avaricia festiva es el Pan de Muerto. El exquisito bollo, símbolo del cráneo y los huesos de los difuntos, solía aparecer tímidamente a finales de septiembre. Ahora, es común encontrarlo desde las primeras semanas de agosto, rompiendo toda lógica estacional. En colonias como la Narvarte y la Nápoles, las panaderías de barrio y las boutiques gourmet se han enfrascado en una dulce batalla. Lugares como María Fortunata (en Narvarte) ofrecen ya sus seis variedades de panes, que van del tradicional a versiones creativas como el de chai con cajeta o el de mazapán y naranja. Esta competencia ha elevado la calidad y, por supuesto, la excentricidad, con variantes rellenas de nata montada, pistache o chocolate especiado. Es una panificación de la nostalgia que, si bien desdibuja los límites de la tradición, garantiza un consumo fervoroso.
Para la ofrenda, el corazón de la tradición late en los mercados locales. En el Mercado Lázaro Cárdenas de la Colonia Del Valle, los locatarios han comenzado a desplazar los productos de la canasta básica para hacer espacio al ritual. En sus pasillos, el olor a chile poblano se mezcla con el de la fruta de temporada. Aunque la flor de cempasúchil de campo abierto aún está por llegar, los puestos ya exhiben manojos de terciopelo y cempasúchil de invernadero, calaveritas de azúcar y chocolate, y toda la utilería necesaria para montar los altares. Esta efervescencia comercial local es fundamental: las tiendas especializadas y los mercados de la Ciudad de México esperan una derrama de más de 13 mil millones de pesos solo para la capital, probando que cada insumo, desde la sal hasta el copal, suma a un ritual tan espiritual como económicamente vital.

El anticipo no solo es comercial, también es ambiental. A falta de las grandes ofrendas monumentales en el Zócalo, que se instalarán a finales de mes, los parques públicos comienzan a teñirse de color. En el Parque de los Venados, el primer toque de naranja y morado de las guías de papel picado aparece en algunas áreas de juegos y pérgolas, y no tardarán en verse los primeros puestos de dulces típicos y chocolate caliente. El espíritu del Día de Muertos se adelanta en el paisaje urbano, invitando a la ciudadanía a la nostalgia y al recuerdo. A pesar de la invasión de lo anglosajón, las encuestas son contundentes: la inmensa mayoría de los mexicanos sigue prefiriendo celebrar el Día de Muertos por encima de Halloween, motivados por la nostalgia y el deseo de honrar a sus seres queridos.
En este 3 de octubre de 2025, con el pan de muerto ya en la mesa y las calaveras compitiendo con las brujas en el aparador, el mensaje es claro: en la capital, la muerte no solo está viva; también está en venta, y las fechas para comprarla comienzan cada año con mayor anticipación, asegurando que esta dulce y colorida tradición siga siendo la más rentable y esperada del calendario.