DINORAH PIZANO OSORIO
La Copa Mundial de fútbol coloca a disposición de nuestros sentidos diversas emociones y pulsiones que nos llevan de la alegría a la angustia, del optimismo a la decepción, en cuestión de segundos. Millones de personas seguimos por televisión —los más afortunados lo hacen desde las gradas— las vicisitudes que cada cuatro años plantea una competencia tan apasionante como atrapante.
2018 marcó el año para que Rusia organizara la copa del mundo y en estos días 32 naciones disputan la supremacía en materia futbolística. Para beneplácito de muchos, México hasta el momento desempeña un papel decoroso y continúa con posibilidades de ganar el torneo. Estamos en el ecuador de la justa y, dispensarán el cliché, lo mejor está por venir.
Dentro de las cuestiones que considero dignas de resaltar está un video que se hizo viral. En él se aprecia un aula donde niños uruguayos observan el partido entre su selección y la escuadra egipcia. Al caer el gol de la victoria casi al final del encuentro, los pequeños festejan saltando, corriendo y coreando el nombre del país. https://www.youtube.com/watch?v=LlAKg2dnl5U .
Coincidentemente, el director técnico uruguayo, Oscar Tabárez, guarda como peculiaridad el ser maestro. Enseñó a nivel educación básica durante los años 70 y 80 del siglo pasado y tiene un sentido agudo de lo que implica el deporte en la formación y memoria de los infantes.
Recupero algunas palabras del citado estratega posterior a conocer el video: “Uruguay es junto a Argentina y Brasil el otro país sudamericano con cultura futbolística. Por lo tanto, cuando veo que hay niños muy pequeños mirando a Uruguay y ven que gana con un gol en la hora, que es como una religión, se abrazaron y emocionaron. Esos niños no olvidarán más eso. Quizás se lo transmitan a sus hijos y hasta nietos y eso es retomar el hilo conductor”.
Dos aspectos a resaltar. El deporte como cultura y la memoria relacionada con el gozo sean quizá tópicos apartados de la enseñanza cotidiana en nuestro país. Estoy convencida que la política pública relacionada con el deporte, encaminada a cambiar la cultura, vive horas bajas. Lo que en otras latitudes representa la posibilidad de emprender verdaderos proyectos de vida, en la circunstancia nacional constituye un mecanismo para rellenar la jornada educativa.
Por otra parte, el gozo incrustado en la memoria puede propiciar toma de decisiones distintas en los seres humanos, más si la relación con éste se da en edades tempranas. Cierta es la frase: “el futbol es lo más importante de lo menos importante”, pero en la coyuntura actual puede advertirnos algunos caminos y dotar de ciertas luces toda vez que la conformación de un individuo que aspira a participar de determinado pacto social requiere de la mayor cantidad de elementos posibles para funcionar de acuerdo al colectivo y en pos de mejores sociedades.
Durante años consideramos al futbol un divertimento más, un simple entretenimiento, hoy quizá podamos darle un enfoque diferente, dotarlo de un valor de uso para intentar cambiar la realidad de miles de jóvenes y niños que siguen con atención las proezas de sus ídolos.
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