KO ciudadano

Foto: Graciela López / Cuartoscuro
Por el momento, mejor quedémonos en las inmediaciones poéticas de Octavio Paz, Pablo Neruda, o de quien cada quien prefiera para vivir en modo feliz la temporada primaveral.
POR ALEJANDRO ORDORICA SAAVEDRA
Cuando cursaba la primaria, allá por los años 50, no se rendía tributo a la primavera, como ocurriría un par de décadas después, con festivales y desfiles escolares que implicaban hasta disfrazar a las niñas de flores y a los niños de animalitos. Escenificaciones que me parecieron un signo revelador, así fuera incipiente, de la preocupación por el entorno ambiental y la génesis de una conciencia ecológica.
En mis recuerdos, la temporada primaveral sólo aparecía inscrita en el pizarrón del aula, en términos de ser una de las cuatro estaciones y sus peculiaridades básicas, cuando aún no se hacía referencia a las calamidades de nuestros días, como el calentamiento global, ni imaginábamos las graves amenazas y consecuencias de lo que llamamos inversión térmica, incluida la monserga del Hoy No Circula.
En aquellos tiempos, el clima era mucho más estable y se mantenía aceptablemente diferenciado el paso de una estación a otra, lejos de los ensimismamientos que tanto alteran ahora la vida cotidiana, ya no digamos durante un mes o en una semana, sino tan sólo en un día, con fenómenos climáticos que van del calor asfixiante al frío que paraliza, o sacudidas estremecedoras de viento y lluvia a granel.
A la vez, pareciera que en el mundo de la política y la economía se acumulan y acompasan tales conmociones climáticas: en el exterior, con el advenimiento de la era Trump, muy similar a un crudo invierno financiero que impone sufrientes arancelarias, tan inesperado, perturbador y caótico; y aquí, entre nosotros, con las inclemencias de una inseguridad rampante, miles de desaparecidos, ineficiencia gubernamental, quiebra de los sistemas educativo y de salud pública, junto a la franca devastación de las instituciones, especialmente por lo que toca al andamiaje judicial, reconocible e indispensable sostén de la vida republicana.
Realidades funestas que sellaron el ciclo del sexenio anterior y continúan en el entrante, que aun cuando apenas ha iniciado, no exenta todavía esas materias esenciales e incluso ha incurrido en otros órdenes de la vida social con decisiones erráticas u ocurrencias caprichosas. Por ejemplo, el banderazo que dieron para recibir a la primavera reduciéndola a la impartición de clases de box para niños y adultos, en pleno Zócalo y bajo un sol ardiente, donde presenciaron a maestros en el arte de noquear, escoltados por una mascarada de funcionarios embutidos en pants a punto de reventar, dada su gordura evidente y torpeza caricaturesca a cada movimiento, mediando el ensayo de una nueva modalidad para efectos de la concentración masiva: el acarreo deportivo, que ya se inscribe en el abultado accionar de la distracción social.
Así también, en plena contradicción, al haber prohibido semanas antes que no se derramara más la sangre del toro en el ruedo, pero conforme en que se vertiera la sangre humana en el ring, además de maquinaciones fallidas simbolizando el estandarte de “Amor y paz”, con poses de combate (…ganchos demoledores al hígado y a la quijada, Uppercuts derechitos al mentón, Jabs reventando narices y bocas, volados a diestra y siniestra depositando al contrario en la lona… ¡PUM!, ¡SAZ!, ¡PAF!, en un animado concurso de onomatopeyas). Cuestionamiento que no significa estar en concordancia con la moda imperante de las prohibiciones, sino en función de lo que clamábamos en el 68: “Prohibido prohibir” (¿O en qué quedamos?).
En todo caso, dejar atrás una izquierda trasnochada e ir hacia una socialdemocracia inteligente. Inclusiva, próspera, eficaz, libertaria…, pues si la primavera suele asociarse a un despertar, puede igualmente interpretarse como una renovación de actitudes y conductas, que lamentablemente no asoman en los quehaceres de quienes detentan el poder político y siguen añorando aquellas prácticas hegemónicas de un priísmo del siglo pasado.
Por el momento, mejor quedémonos en las inmediaciones poéticas de Octavio Paz, Pablo Neruda, o de quien cada quien prefiera para vivir en modo feliz la temporada primaveral:
El día abre los ojos y penetra en una primavera anticipada.
Todo lo que mis manos tocan, vuela.
Está lleno de pájaros el mundo.
Paz
Podrán cortar las flores, pero no podrán detener la primavera.
Neruda.
Y por igual, que en nuestros días resuene sin interrupciones populistas y demagógicas, el son armonioso y vital de las cuatro estaciones de Vivaldi, o bien la música que más nos agrade escuchar, cantada o no, y ojalá provocándonos al baile.