Inventemos el cómo. No diré mi fórmula ni la de otros, es cosa de cada quién; pero por favor, hagamos de sus vidas lo mejor.
POR REBECA CASTRO VILLALOBOS
Muchos de nosotros tenemos, o mínimo conocemos, a personas de la tercera edad que sufren de padecimientos crónicos como la diabetes, hipertensión o cualquier otra enfermedad que requiere seguimiento médico y que por esta pandemia se han tenido que conformar con recibir, vía un propio, sus medicamentos prescritos.
Ese no es problema, dirán, porque finalmente siguen los tratamientos, aunque no las consabidas citas mensuales para conocer la situación actual del paciente. Lo anterior, claro, en tratándose de personas con beneficios de una institución médica como es el IMSS o el ISSSTE.
Y qué hay de quienes no tienen esos servicios y tienen que acudir a un médico particular; sé de buena fuente que hay galenos quienes no quieren atenderlos “por miedo a contagiarlos”; ¿no será que son ellos los que tienen temor de infectarse?
Un caso en particular, por cierto geriatra, quien desde marzo se ha resistido a hacer visita médica, con el argumento antes mencionado. Un joven de poco más de 40 años. Incluso, se ha negado a la indecorosa propuesta de atender a la persona fuera de casa, en su auto particular y con las medidas preventivas. ¿Se vale, es parte de la ética profesional?, pregunto.
De por sí, este confinamiento tiene a nuestros o sus “viejitos” alejados de todo contacto familiar. Y ya en mucho el sentirse mal físicamente y no ser atendidos como se debiera, siento un tanto de crueldad.
Ellos, que en su mayoría están supeditados a la atención familiar y médica, qué pueden esperar cuando la vida está transcurriendo tan lento que no le da tiempo de disfrutar la compañía, un Día de la Madre, del Padre o el cumpleaños, qué se yo. Se trata de estar contentos, felices, agradeciendo lo que todavía se les puede otorgar.
Pero esos son los casos que podemos vivir o conocer. Qué pasa con los que transcurren sus últimos años en una institución, mejor dicho casas de retiro o asilo.
Quizás, pero es mínimo, la familia los frecuenta o les da el aliento para continuar; hay otros que son dejados, “olvidados” a su suerte en esos lugares; tratándose de asilos no hay costo por mantenerlos; viven de la beneficencia pública.
Por cierto, conozco de un sitio que a causa del mentado virus tuvieron que llamar a los familiares de los ancianos para que se los llevaran a sus casas y sólo quedaron a los que no tenían parientes localizables.
Cuando nos preguntamos qué está pasando con nosotros, nuestras vidas, nuestros quehaceres y demás; valdría la pena en meditar en nuestros “viejitos”; ¿qué sentirán ellos que no tienen un aparato que les haga el tiempo más llevadero; un radio o televisión, quizás?
Para otros, en algunos casos sólo el entretenimiento del monitor con el cual tengan la oportunidad de contar con un canal religioso que les permite mantener la fe, mediante las celebraciones eucarísticas, porque desconocen el manejo de un celular, de Iphone, de una computadora.
A esa atención médica que mencioné, y que para ellos es en mucho más que otro apapacho, está la presencia de sus seres queridos a los que tiene que ver, si es que lo hacen, desde lejos, con una careta y un bozal , perdón cubreboca;, eso, si se les permite.
Me enteré de una cercana persona que está hospitalizada desde hace una semana por problemas digestivos, sin querer comer, ni levantarse, mucho menos intentar salir del nosocomio; pero cayó el milagro de que su familia acudiera. Y de uno en uno, le diera ánimos, la hiciera sentir una persona amada y querida. Actualmente está en recuperación y espero salga pronto.
En fin, considero que a esas personitas que nos llevan muchos años por delante, que nos han dado de todo lo que les ha sido posible, creo que debemos de agradecerles.
Quizás peco al decirlo, y paso en alto las medidas sanitarias que debemos tener; que a nuestras personas de la tercera edad, a quienes nos dieron la vida o la trascurrieron con nosotros; no debemos dejarlas de lado tan drásticamente.
Inventemos el cómo. No diré mi fórmula ni la de otros, es cosa de cada quién; pero por favor, hagamos de sus vidas lo mejor.
Son nuestros ancestros, sean familia o simples conocidos. Lo importante estar con ellos. Cada quién sabrá o descubrirá su propia fórmula mágica que les dará la respuesta.
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