Las vidas de las personas no mejoran por decreto, ni tampoco por buenas intenciones. Las y los ciudadanos exigen que se cumplan los ideales de las y los próceres que nos dieron Patria. Por esa razón, en este 2020, las y los mexicanos tenemos muy pocas razones para celebrar.
POR DINORAH PIZANO
Para las y los mexicanos, gritar ¡Viva México! conmemora el rompimiento de los grilletes que mantuvo a la nación sometida durante 300 años de colonialismo español.
Las enchiladas, los tlacoyos, las quesadillas, el pozole, la tinga, los chiles rellenos y en nogada, no pueden faltar; tampoco el tequila ni el mezcal.
Sin embargo este 16 de septiembre, celebramos un festejo patrio muy poco común. Acostumbrábamos convivir en familia y rodeadxs de multitudes, en plazas o jardines de las ahora Alcaldías o en el monumental Zócalo de la Ciudad de México.
En esta ocasión se priorizó mantenerse entre poca gente; celebraciones íntimas o incluso inexistentes dependiendo de la circunstancia.
Con una Plaza de la República llena únicamente con luces, sonido y juegos pirotécnicos. Vacía de personas, de familias, de vendimia, de verbena popular.
Este año hay un ambiente poco festivo. En la encuesta Festejos Patrios del 16 de Septiembre del Centro de Opinión Pública (COP) de la Universidad del Valle de México, 18% de las personas dicen conocer muy bien la historia del periodo de Independencia de México, 58% lo conoce bien y 24% conoce poco.
El 34% de los participantes aseguró que no tenía ninguna intención de festejar, sin embargo un 25% de la población deseaba acudir a las reuniones en donde el 72% celebraría con familiares y amigos.
Por su parte, el 48% de los mexicanos afirman que se enorgullecen de sus orígenes y que no cambiarían por nada su lugar de nacimiento. De ellxs, el 26% gusta de vivir en México, sin embargo, hay un 44% que dice que le gusta vivir en el país, pero si tuvieran la oportunidad, vivirían en otro lugar.
Este año hombres y mujeres callaron, guardaron silencio; sus cantos no se escucharon.
La presencia del poderoso virus de oriente nos obliga a respetar una sana distancia. Por un lado las 71,678 muertes son una severa advertencia que el asunto es muy serio. Además, se percibe como errática e incierta la estrategia gubernamental, lo que de entrada nos hace sentirnos en peligro de perder nuestra propia vida.
Debido a ello, este año la ceremonia por el Día de la Independencia se efectuó con sana distancia, asistentes limitados, festejo virtual, incluso entidades han cancelado los eventos masivos para salvaguardar la salud de las y los asistentes.
Pero no una distancia sólo de quiénes celebran, sino también de las causas de la celebración y las circunstancias en las que se desarrolla.
Existe además un clima de incertidumbre y molestia también en las actuaciones del gobierno, pero esta vez, desde la perspectiva de los derechos humanos.
El asunto es que el gobierno tiene la obligación de ir más allá de declaraciones fuertes y acciones simbólicas. Tiene la obligación de orientarse a los hechos, no mentir, no robar, no traicionar.
Desde el púlpito presidencial, todo está en orden. No hay violaciones a derechos humanos. No se han incrementado los feminicidios. A las y los niños con cáncer no les hacen falta medicamentos. La inseguridad no se ha desatado. Las desapariciones forzadas han cedido.
Como respuesta a preguntas expresas sobre los particulares hay negativas, desconocimiento, búsqueda de minimizar los hechos, confrontación de datos obtenidos de las propias instancias contrarias a las que el Ejecutivo sostiene.
La realidad es muy diferente. Hasta ahora, por ejemplo, la mayoría de los perpetradores de casos anteriores de violaciones graves de derechos humanos, aún no han sido llevados ante la justicia.
Al mismo tiempo, funcionarixs públicos y diversas áreas de las fuerzas de seguridad siguen cometiéndolas a un ritmo alarmante.
Para cumplir sus promesas, el gobierno de López Obrador debe trabajar de una vez por todas para poner fin a la impunidad desenfrenada que ha sido la norma en México durante demasiado tiempo.
Si en verdad se desea combatir la impunidad y corrupción como su bandera, el gobierno requiere duplicar los esfuerzos para consolidar las reformas al sistema de justicia penal de México.
Es menester también implementar las leyes de 2017, concebidas específicamente para combatir las desapariciones y la tortura, y fortalecer el marco institucional del país. Sólo de esa forma, el Estado podrá finalmente dar respuestas a las decenas de miles de familias de personas desaparecidas que claman justicia.
El gobierno mexicano a su vez, deber garantizar mecanismos sólidos de control interno y externo sobre las fuerzas de seguridad y los agentes de migración de México.
Esto debe incluir la garantía de la autonomía de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), que tiene un papel fundamental de supervisión sobre las instituciones gubernamentales. Sin embargo, no sólo su autonomía está en duda.
Su actuación completa ha sido tachada de ineficiente y contraria a los principios que debería defender, lo que causó que ahora mismo, distintas sedes de la Comisión permanezcan tomadas por grupos feministas y familiares de víctimas incluyendo la de la Ciudad de México.
Más aún. Por un lado asegura el gobierno que las mujeres y la infancia son sus prioridades pero el presupuesto para su protección, sigue reduciéndose. Pero el que no falla es el apoyo para adultxs mayores y jóvenes, prioridades que despiertan suspicacias en virtud de considerarse útiles para fines electorales.
Por todo lo anterior, las señales del gobierno, de comprometerse en materia de derechos humanos siguen siendo confusas. Las acciones se desarrollan mediante programas opacos, sin reglas de operación, sin supervisión, ni contraloría, y sin resultados que demuestren que verdaderamente ‘mejoran’ las vidas de sus destinatarios.
Las vidas de las personas no mejoran por decreto, ni tampoco por buenas intenciones.
Las y los ciudadanos exigen que se cumplan los ideales de las y los próceres que nos dieron Patria.
Por esa razón, en este 2020, las y los mexicanos tenemos muy pocas razones para celebrar.
“La Patria es primero…” Vicente Guerrero
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