Gritan porque en México la causa de las mujeres difícilmente es escuchada. Pero mucho menos si se trata del llamado de auxilio de niñas y mujeres en situación de pobreza. Los abusos que sufren, todas las formas de violencia que marcan sus vidas de dolor y vergüenza; la desesperación de sus ausencias por secuestro, desaparición forzada o feminicidio, dejan heridas en familias enteras que no sanan nunca.
POR DINORAH PIZANO
Hace unos días colectivos de mujeres tales como Crianza Feminista, Aquelarre Violeta y Movimiento Estudiantil Feminista para Exigir Justicia así como familiares de víctimas, tomaron la sede de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) en la Ciudad de México, ubicada en el Centro Histórico.
Después de una protesta realizada el 2 de septiembre en sus instalaciones, madres de familia de mujeres víctimas decidieron quedarse al interior de las instalaciones. Los colectivos se unieron a ellas el viernes por la mañana, cuando fue tomada la sede.
Son niñas y niños, mujeres jóvenes y adultas víctimas de todo tipo de violencias de género y también familiares de personas desaparecidas, las 50 personas que permanecen aún en las instalaciones de la Comisión, ahora convertida en un refugio para las víctimas.
Las grandes letras que franqueaban la entrada de la Comisión fueron retiradas y puestas en su lugar : “Ocupa, Casa de Refugio Ni Una Menos México”.
Los cuadros históricos de José María Morelos, Benito Juárez, Miguel Hidalgo, entre otros, fueron intervenidos con diversos materiales de pintura. La modificación de la representación femenina de Francisco I. Madero es el que más ha generado polémica.
Pero hagamos un poco de historia. En noviembre del 2019, y en muy polémica elección en el Senado, Rosario Piedra Ibarra fue electa como Ombudsperson a pesar de competir con postulantes con mayor trayectoria en la defensa de derechos humanos o en el servicio público y la academia.
Fue criticada además, por pertenecer al Consejo de Morena y por atribuirle el apoyo político que recibió, a su posición como hija de la muy respetada Rosario Ibarra de Piedra, quien fuese histórica activista en pro de los derechos humanos y dos veces candidata a la presidencia de México.
Desde su elección, la Comisión ha funcionado casi por inercia. Salvo muy honrosas excepciones, los reacomodos internos no han obedecido a una mejora en el perfil de las y los defensores que ahí laboran, sino a cuotas y amiguismos. Dichas excepciones no han logrado convencer a Rosario de eficientar la respuesta a las demandas las personas, por parte de la institución.
Entre la iniciativa de convertir a la comisión en la “Procuraduría de Pobres”, buscar crear una instancia especializada en asuntos, sólo de la desaparición forzada, y negar que los feminicidios han rebasado a su gestión, pareciera que no ha encontrado el rumbo.
Si bien es cierto que la protección jurisdiccional de los derechos humanos se lleva a cabo a nivel nacional en los Juzgados y Tribunales Federales competentes, por medio sobretodo del juicio de amparo, a partir de la reforma del artículo 102, apartado B constitucional, la CNDH tiene la facultad de recibir quejas de presuntas violaciones a derechos humanos; conocer e investigar a petición de parte, o de oficio, presuntas violaciones de derechos humanos; formular recomendaciones públicas no vinculatorias y denuncias y quejas ante las autoridades respectivas e Investigar hechos que constituyan violaciones graves de derechos humanos, cuando así lo juzgue conveniente, entre otras.
Facultades por tanto, tiene, además de que es autónoma. Aunque con recortes presupuestales aún mantiene el 70% del mismo, con una estructura disminuida, puede y debe funcionar.
Otra de las razones de la toma de la más alta defensoría del pueblo, la revela Marcela quien llegó a las puertas de la CNDH días antes. Su causa no interesó a nadie a pesar de ser escuchada por la propia Ombudsperson.
Al no recibir apoyo Marcela decidió amarrarse a una silla para no ser retirada del recinto. “Ayer vine a una junta con Rosario Piedra, duró una hora escuchando cada caso, me asignaron un abogado y el abogado me dice que me regrese a mi municipio (Matehuala) cuando tengo amenazas de muerte, cuando ya soy muy señalada con las niñas, cuando no tienen una vida y todavía quieren que me regrese allá” refirió.
Según informó Marcela, también su esposo sostuvo hace algunos días una reunión con la Subsecretaría de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación. En dicha reunión le solicitaron que esperara 15 días para resolver su situación, “pero ya no puedo esperar, si fuera su hijo ya hubieran actuado inmediatamente (…) ya me cansé de hacerlo todo de manera legal, yo creí en la justicia, me apegué a la ley y ¿de qué sirvió? De ser la burla del Estado”.
Por su parte y cuestionadas sobre las exigencias que tienen para salir de las instalaciones de la Comisión, los colectivos aseguraron que no buscan entablar ningún diálogo. En su lugar, buscarán mantenerse en el edificio para realizar sus actividades y atender a niñas, jóvenes y mujeres vulneradas.
No puede decirse, por otro lado, que la toma de la CNDH ha sido impulsada por fuerzas opositoras al gobierno. Difícilmente la derecha estaría detrás de estas personas en situación de pobreza. Mucho menos apoyando una agenda contradictoria a la suya.
Tampoco parecieran movidas por algún otro partido de izquierda o centro, que desde hace tiempo parecen haberse desvinculada de las causas verdaderamente ciudadanas.
No. La realidad es que hace tiempo que jóvenes mujeres, organizadas, decidieron tomar las causa del feminismo y las violencias que sufren con fuerza y convocando a acciones claras.
Manifestaciones, paros multitudinarios como el que se realizó el 8-M ( 8 de marzo). Han buscado entablar mesas de diálogo, han urgido de muy diversas formas a las autoridades a atender los graves rezagos de su agenda.
Vino la pandemia y tuvieron que callar, pero ahora están de vuelta. Su bandera es contra la inacción y la incompetencia y cómo han hablado y no han sido escuchadas, ahora gritan.
Gritan porque en México la causa de las mujeres difícilmente es escuchada. Pero mucho menos si se trata del llamado de auxilio de niñas y mujeres en situación de pobreza. Los abusos que sufren, todas las formas de violencia que marcan sus vidas de dolor y vergüenza; la desesperación de sus ausencias por secuestro, desaparición forzada o feminicidio, dejan heridas en familias enteras que no sanan nunca.
Pero de todo esto, lo que más indigna, es la indolencia, la injusticia, la impunidad y la nula actuación de una Institución que fue concebida para defenderlas y en su lugar, las ignora y les deja para después.
“Ahí decía Comisión Nacional de los Derechos Humanos, ellos nos debían de defender y no nos defienden (…) cómo es posible que víctimas vengan a pedir apoyo a víctimas, ¿dónde están esas instituciones que están para defendernos?”. Erika Martínez, activista.
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