La primera mujer que se unió al movimiento, se llamaba Adela Velarde Pérez y es por ella que a las mujeres soldaderas con cananas cruzadas al pecho, sombrero, faldas y rifle se les llamó Adelitas.
POR NANCY CASTRO
Popular entre la tropa, era Adelita. La mujer que el sargento idolatraba… versa el corrido escrito en época revolucionaria creación del mito, de una buena historia de amor trágico que siempre será más potente que un anodino encargo.
La Adelita, por antonomasia, simboliza el movimiento de mujeres que tomaron las armas y lucharon por la causa.
Las soldaderas o adelitas eran mujeres que no sólo acompañaron a los combatientes en diversas roles de cuidado, también fueron periodistas, distribuidoras y limpiadoras de armas, soldaderas y enfermeras. El nombre se popularizó gracias a la canción “La Adelita”, que se convirtió en un símbolo de las mujeres revolucionarias. Sin embargo, los registros históricos ponen muy poco valor a lo que sí hicieron por el movimiento y mucho se habla de que sólo fueron acompañantes de los generales.
Mucho no ha cambiado el reconocimiento que se hace a la labor de las mujeres; en términos reales, en la actualidad seguimos siendo ignoradas, seguimos siendo, incluso, inconscientemente, aquella ama de casa al cuidado de los niños, subyugada por la presión social…”
La primera mujer que se unió al movimiento, se llamaba Adela Velarde Pérez y es por ella que a las mujeres soldaderas con cananas cruzadas al pecho, sombrero, faldas y rifle se les llamó Adelitas. Adela, nació en 1900 proveniente de una familia que participó en la resistencia de la República juarista durante la intervención extranjera de Maximiliano de Habsburgo. En un principio se integró como enfermera a la edad de 15 años en las filas de la División del Norte.
El origen de la canción, al igual que el propio movimiento revolucionario, está rodeado de mitos. Por un lado se dice que el villista Antonio Gil Del Río Armenta fue quien compuso el tema. El sargento Alfredo Villegas, con quien Adela Velarde se casó años más tarde, aseguró en una entrevista que él fue el autor. En Las Fuerzas Armadas en la Revolución Mexicana se atribuye la composición al capitán Elías Cortázar Ramírez. Lo cierto es que las adelitas, más allá de quedar representadas en una canción, fueron todas aquellas mujeres que lucharon durante la Revolución desde distintos frentes.
Acudieron al llamado del maderismo, algunas fueron obligadas y otras tantas lo hicieron con sus hijos a cuestas, cargando armamento y sin dejar de apuntar sus fusiles a las tropas porfiristas. De esta primera etapa de la Revolución se recuerda a María de la Luz Espinoza Barrera, nombrada como teniente coronel del Ejército liberador del Sur Emiliano Zapata. La coronela además de sus labores de vigilancia, participó en la batalla de Jonacatepec y en la toma de Cuautla en 1911.
Aunque en la Revolución mexicana participaron miles de mujeres que jugaron un papel importante dentro y fuera del conflicto armado, son pocos los nombres que figuran en los libros de historia, pues han quedado relegadas a la sombra de este suceso centrado en los personajes masculinos.
Sobresalen los nombres de Carmen Vélez, alias La Generala, y Carmen Amelia Robles Ávila que data del caso de un líder transgénero, el primero en México del que se tiene registro. Pidió que la reconocieran como hombre; cambiándose el nombre por el de Amelio amenazaba a toda aquella persona que lo tratara como mujer. En 1970 se le otorgó la condecoración como veterano de la Revolución mexicana y Legionario de honor del Ejército Mexicano.
A finales de mayo de 1911, La Generala comandó una partida de 300 hombres que operaban en las zonas del estado de Hidalgo y Tlaxcala.
Ellas pasaban las armas al momento, las recogían, es decir, estaban en movimiento en todos los conflictos, ya que las mujeres no se tenían que hacer a un lado cuando los hombres estaban peleando.
“Hay imágenes y fotografías donde a ellas se les ve limpiando las armas, puliéndolas, recogiendo los cartuchos, quitándoles incluso las armas a los que ya estaban muertos”, expresó la historiadora Kassandra Sifuentes Zúñiga.
Áurea San Martín, prima de Aquiles Serdán, se encargaba de distribuir armas entre los simpatizantes de la causa maderista, no obstante, tras entregar un paquete con dinamita el 18 de noviembre de 1910, fue encarcelada, años más tarde, el gobierno reconoció su labor patriótica.
El periodismo fue primordial en esta etapa de la historia mexicana, ya que a través de la prensa se escribieron las memorias históricas de la Revolución, sin embargo, es un área poco estudiada. Hay muchas mujeres que se destacaron en la prensa desde artículos de crítica, artículos de vivencia.
La prensa fue un medio en el que las mujeres se desenvolvieron como escritoras, fundadoras y directoras de periódicos; tal es el caso de Elisa Acuña y Rossetti, quien escribió en Excélsior y El Duende de Veracruz en contra del régimen de Díaz. En 1904 la capturaron y la trasladaron a la cárcel de Belén, donde conoció a Juana Belén Gutiérrez de Mendoza, fundadora del semanario Vésper. Tras quedar en libertad, ambas redactaron el periódico con tendencias socialistas.
La guanajuatense Celia Espinoza Jiménez fue profesora, enfermera y diplomática y participó a favor de Francisco I. Madero, sin embargo, tras el golpe de Estado por Victoriano Huerta, se integró a la Cruz Blanca Neutral. Durante el gobierno de Venustiano Carranza, Espinoza Jiménez se desempeñó como secretaria particular del Ministro de Educación en Veracruz.
La tamaulipeca Avelina Villarreal de Arriaga, además de colaborar con artículos en el periódico “Regeneración” de los hermanos Flores Magón, apoyó a diferentes grupos revolucionarios con dinero para la compra de armamento.
Si se piensa que la Revolución Mexicana dio carácter a las mujeres, ese ya lo tenían desde antes, si se piensa que la Revolución Mexicana reconoció el papel importante de las mujeres el que no depende del poder masculino, no, no lo reconoció. Mucho no ha cambiado el reconocimiento que se hace a la labor de las mujeres; en términos reales, en la actualidad seguimos siendo ignoradas, seguimos siendo, incluso, inconscientemente, aquella ama de casa al cuidado de los niños, subyugada por la presión social.
¡Los años pasan, pero adelitas seguimos siendo!
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