POR RODRIGO CORDERA THACKER
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático publicó un informe la semana pasada en Corea del Sur, detallando la urgencia de tomar medidas más drásticas y concretas para mitigar el cambio climático de aquí al 2030 como fecha límite. La comunidad científica ha sido clara hasta más no poder de que no es sostenible nuestro modelo de consumo y producción. Pero hay salida al desastre y la misma comunidad científica plantea alternativas y cambios de rumbo. El problema es que la política se hace de oídos sordos y la sociedad se encuentra confundida. Nos cuesta mucho imaginarnos una vida sin plástico.
Cuando la ciencia y los medios exponen las acciones que la ciudadanía y los individuos podemos tomar para mitigar el cambio climático y orillar a las grandes empresas a cambiar sus modos, salen los conservadores que no quieren cambiar nada. Pongo un par de ejemplos de conversaciones que tuve con gente “a la Trump”, que me parecen simbólicos.
Se les invita a comer menos carne (no a convertirse en vegetarianos) ya que la producción de carne es una de las industrias más contaminantes y que más desbalances generan en ecosistemas y su respuesta es: “vean mi ensalada de carne pinches veganos”. Se les invita a usar utensilios (topers) para generar menos basura y plástico y argumentan que eso no ayuda nada, que el problema es el sistema de recolección de basura. Se les invita a ahorrar agua y se anclan con la idea de que ellos pagan impuestos y van a hacer lo que quieran con el agua. Se les invita a no usar popotes y nos enseñan que esos cambios son cosméticos, pequeños y sacan alguna teoría conspirativa en contra de las grandes corporaciones y sectas “secretas” que controlan al mundo. Vamos, son los nuevos conservadores que desprecian a la ciencia y quieren mantener el mundo igual. Miedo al cambio y a los datos verificables.
Sí se pueden impulsar acciones de este tipo que fomenten a las grandes empresas a cambiar de materiales, ser más ecológicas y generar menos desperdicio. Ese es el poder del consumidor, el poder de convertir en “moda” algo que sea bueno para todos, y el mercado definitivamente tomará esta propuesta como suya. Pues hagamos modas que salven al planeta y a los que lo habitamos. Nos encontramos en una época en donde estamos cuestionando los privilegios, en una época de cambios políticos y sociales de suma importancia. Como sociedad estamos reconociendo privilegios que subsisten solamente por el malestar del otro y esa discusión nos orilla al cambio de cambios, al cambio de producción y de consumo que ha generado tanto y destruido por igual.
En EUA ganó el discurso del privilegio blanco, el discurso en contra de la mujer, en contra del cambio climático y en contra del cambio y la modernidad. No seamos como EUA. Podemos ser pioneros y llevar la batuta del cambio climático, social y económico que el mundo necesita.
Thomas Piketty propone en la conclusión de su libro “El capital del siglo XXI” un impuesto a la gran riqueza para tratar de equilibrar la balanza y transformarlo en bienes y servicios para la gran mayoría. Y otro impuesto (también a la gran riqueza) para invertirlo en cambios a favor de la energía renovable, investigación científica, y todo lo que se pueda hacer para sanar al planeta y hacer este cambio impostergable lo menos duro para un mundo acostumbrado al plástico y al unicel. Ideas hay, lo que falta es voluntad colectiva de cambiar. Yo me sumo a las propuestas de cambiar mi alimentación y consumo, hagámoslo juntos y en 12 años podremos decir que iniciamos un cambio sin precedente.
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