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Mirar para otro lado

La corrupción puede convertirse en una especie de cáncer en fase de metástasis ya que si no se combate a tiempo, como ha sucedido en México, permea en todos los ámbitos de los sectores público y privado de la sociedad.

POR ITZEL GARCÍA MUÑOZ

“El cómplice del crimen de la corrupción es generalmente nuestra propia indiferencia.” (Bess Myerson)

A lo largo de la historia, México ha sido un país bastante corrupto. Sin embargo, de acuerdo con el Índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional publicado este año, nuestro país cayó 26 lugares para ubicarse en la posición 140. Y es que la mayoría de las y los mexicanos parecen indiferentes frente al principal problema estructural que padecemos como nación: la corrupción, que al igual que la violencia, está normalizada.

La corrupción plantea un enorme desafío al  Estado mexicano porque no solamente involucra el desvío de recursos públicos para fines privados sino porque tiene otras consecuencias. El fenómeno de la corrupción ha ocasionado que la mayoría de las instituciones públicas sean disfuncionales. Pensemos en la calidad de los servicios públicos como la educación y la salud, o en un ejemplo más cotidiano, el transporte público concesionado  que muchas veces opera  en la ciudad capital de manera irregular, con unidades que no cuentan con los permisos, seguros y condiciones físicas para que las personas se transporten de manera segura y sin riesgos.

Ahora bien, la corrupción no la cometen individuos aislados ya que el fenómeno está constituido por un conjunto complejo de redes de cooperación, de personas físicas y morales, que anidan porque no hay mecanismos institucionales que realmente prevengan y sancionen las malas prácticas. Y las instituciones que supuestamente fueron construidas para prevenir, sancionar e incluso erradicar la corrupción o forman parte de esos ecosistemas corruptos, o no cuentan con la capacidad para realmente combatirla. Incluso algunas de estas instituciones, como el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos (INAI), han desaparecido recientemente.

La corrupción puede convertirse en una especie de cáncer en fase de metástasis ya que si no se combate a tiempo, como ha sucedido en México, permea en todos los ámbitos de los sectores público y privado de la sociedad. Así, la corrupción daña la calidad de los servicios públicos, el desarrollo económico, la competitividad y el reparto  de la riqueza, por ejemplo cuando se produce el famoso capitalismo de cuates en las esferas del poder político. Además, contribuye al crecimiento del crimen organizado y  la gobernanza criminal, así como de la violencia. La corrupción genera impunidad que en nuestro país es casi del 100%; y finalmente, afecta la vigencia y garantía de los derechos humanos principalmente porque debilita la capacidad de los sistemas de justicia para garantizar su cumplimiento y reparar las violaciones a éstos.

Como se puede apreciar, la corrupción es el principal problema  de nuestro país, Por lo tanto,  lo primero que debemos hacer es nombrarla porque como bien dijo la presidenta Claudia Sheinbaum, lo que no se nombra, no existe. De hecho, a pesar de ser el problema más grave que enfrentamos como sociedad, la presidenta habla muy poco al respecto y, cuando lo hace, enfoca su discurso en los privilegios. En los hechos, el gobierno actual no ha elaborado una política integral de combate a la corrupción porque frente a la magnitud del fenómeno, su combate sin distingo partidario generaría problemas de  gobernabilidad; así como la deslegitimación de la élite gobernante.

Sin embargo, debemos tener muy claro que no va haber transformación real  para mejora del país  en tanto no se combata seriamente y a fondo la corrupción rampante. 

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