En el menú de alimentos del Jaguar Rodante, la cafetería del tren administrado por el Ejército, se enlistan refrescos, embutidos y productos Marinela, con todo y sus etiquetas de advertencia. Los precios son ofensivos.
POR FRANCISO ORTIZ PARDO
La autoridad sanitaria de México, que ha llegado al punto de estigmatizar a los gordos como los responsables de las muertes evitables de la pandemia y no a quienes se sometieron a los caprichos y designios del que pretendió que nos abrazáramos y no usáramos cubrebocas para desaparecer por decreto al virus, no ve hacia el sureste y calla lo que hace el gobierno del que emana cuando promueve sin recato el consumo de productos ultraprocesados, “comida chatarra” que le llama la demagogia.
De lo primero, baste ver cómo en plena pandemia, la Secretaría de Salud distribuyó al inició de la vacunación unos panfletos con monigotes de El Fisgón en que se ponían a niños obesos caricaturizados y ridiculizados, cual golosos con estos productos, cuando se supone que ya no se tolera el bullying. El efecto de la contrapropaganda ha sido nulo, por supuesto, y los operadores de supermercados como el Wal-Mart parecen reírse cuando expanden sus tentáculos de negocios con puestos parecidos a los de los informales para la venta exclusiva de todo lo que se parece a la Cocacola, las papitas y los gansitos.
De lo segundo, es que el propio gobierno de la llamada 4T ha entrado en el negocio. Resulta que el Tren Maya, cuya construcción costará finalmente al erario público –es decir a la gente— el triple de lo originalmente previsto, no esconde su vocación por el lujo y la chatarra, pues en él ni pueden viajar los pobres, dados los altos costos de los boletos, aún con descuentos, ni se ofrecen de comer alimentos saludables. La información está a la mano, y ha sido difundida por los propios viajeros, sean o no conscientes del despropósito.
En el “menú” de alimentos del Jaguar Rodante, de este transporte administrado por el Ejército Mexicano, se enlistan lo mismo refrescos y sándwiches que productos ultraprocesados –con todo y sus etiquetas de advertencia–, cervezas y licores. Y los precios son ofensivos, donde un Starbucks cualquiera parece sitio barato. Sorpréndanse de lo que vende “el gobierno de los pobres”: un café a 120 pesos; un café americano, té y tizana, 108 pesos; un capuchino 135 pesos…
Entre las bebidas frías, los refrescos de 235 mililitros (Coca-cola (sí, el llamado “veneno embotellado” por Hugo López-Gatell) , Fanta, Sidral, Sprite y Fresca, entre otros, 43 pesos cada uno. También venden el agua purificada que debería ser gratuita, la Ciel de la Coca en 38 pesos y jugos Del Valle de 250 mililitros –por supuesto azucarados—en 36 pesos cada uno. Lo más noble en todo ese esquema alimentario es la leche Santa Clara de 180 mililitros –que hoy también es propiedad de la Coca—en 28 pesos por botella.
Hay una joya en el menú, sobre todo para los que justifican la política de salud pública del actual gobierno –y sus columnistas y blogueros orgánicos– y denuestan a la “industria”: Es el apartado “Dulces y chocolates”, dirigido a los consumidores criticados en los panfletos de la Secretaría de Salud. Allí se ofrecen por supuesto los célebres y mexicanísimos Milky Way y los Snickers, a solo 65 pesitos el de 48 gramos. Bara-bara, ¿que no? Uno de esos mazapanes de La Rosa, que en las calles de esta ciudad son vendidos por niños pobres en 10 pesos por dos, allí cuestan 35 pesos. Krankys y Panditas Clásicos, por 35 pesos, cuando en el super un paquete de 25 bolsitas cuesta 81 pesos. Estos “panditas” tienen el siguiente valor nutricional para los niños que los consumen: Jarabe de maíz, azúcar, agua, grenetina, ácido cítrico, saborizantes artificiales, cera de carnauba, Rojo 4, Amarillo 5, Azul 1 y Amarillo 5.
No podía faltar el rubro “snacks”, donde se ofrecen diferentes “chips” a solo 27 pesos la bolsita de 42 gramos y los takis de 62 gramos a 28.Los Takis son el único producto que de maíz que se ofrece allí, aunque con todo y su grasita. Llama la atención que ni un tamalito, en tratándose del Tren Maya que cruza por los paradisiacos lugares prehispánicos donde son de fama internacional los alimentos y bebidas ancestrales que tienen como base el maíz. Y cuando se trata de la única en México donde se conserva la dieta tradicional.
Así que el Tren Maya se ha puesto en sintonía con la llamada “dieta global”, que es la que se consume en la mayoría del país según han expuesto los especialistas de la UNAM. Una dieta basada en carnes rojas y productos ultraprocesados. Y sí, porque además de sándwiches con proteínas en embutidos, en lugar de ofrecer tortillas, allí se vende pan… Bimbo y Marinela: Ganistos, Chocorroles, Pingüinos y donas espolvoreadas, en 35 pesos; roles glaseados y mantecadas, en 46.
¿Ensaladas? No, gracias.
La dieta tradicional mexicana, que antes era predominante en la nación, ahora es la principal de una proporción pequeña de la población que apenas llega a seis por ciento, dijo la investigadora del Instituto de Geografía de la UNAM, Louise Guibrunet en una información publicada en Libre en el Sur apenas el domingo 7. En el 94 por ciento restante, el frijol y el maíz son reemplazados por trigo y carne. Este aumento de la dieta “globalizada” tiene graves consecuencias para la salud y la sustentabilidad, precisó.
Pero no se preocupen, queridos lectores. Muy pronto abrirá en el Tren Maya el Janal, un restaurante “único en el mundo” donde sí se ofrecerán platos típicos y vino tinto en copa… para un público selecto.
Un dignísimo homenaje a los mayas pobres de hoy.
comentarios