Peregrinos guadalupanos: cuando la fe y la devoción derrotan al frío y el cansancio
MARIÁNGEL CALDERÓN
Este martes el sol aún no decide si salir o no, el frío cubrió a miles de peregrinos que durmieron en cobijas tradicionales de tigre, coloridas bolsas de dormir, casas de campaña y otros muy abrazados entre sí.
Vienen de diferentes puntos del país, desde los más cercanos como Puebla, Morelos y Tlaxcala, hasta aquellos que movidos por la fe llegan a ver a la virgen morena, que de acuerdo con la tradición católica, se apareció hace 487 años en el cerro del Tepeyac al indígena Juan Diego.
Cada año, desde hace más de 400, los fieles llegan a ver a su madre Guadalupe, algunos caminando desde Tlaxcala, como Karina O., que salió de su casa desde el sábado pasado. Ella y su marido tuvieron la suerte de encontrar “un pastito” cerca de los respiraderos de la estación del Metro La Villa, aunque de todas maneras pasaron frío.
“Estoy cansada, he caminado con mucho frío y con mucho calor, vengo desde hace tres años, es en veneración a la virgen”.
Durante el día piensan ir a pasear al cerro del Tepeyac y a encender veladoras, vienen ligeros de equipaje y compraron unos cartones en una tienda para tratar de pasar una noche con menos frío; se quedarán hasta mañana temprano, aunque no creen tener la misma suerte esta noche para encontrar un buen lugar para descansar.
Maximiliano y Josef tienen 14 años, vienen a ayudar a sus papás con las ventas; llegaron desde las seis de la mañana arrastrando un puesto de metal pintado de rojo brillante que contiene imágenes de la virgen morena en diferentes cuadros que ofrecen desde 80 pesos.
Los jóvenes observan la constante llegada de peregrinos que desde temprano acuden a visitarla; los muchachos también venden rosarios, pulseras y llaveros que ofrecen desde 20 pesos; relatan que se quedarán hasta el amanecer.
Magda, que oferta las emblemáticas y deliciosas gorditas de maíz en envolturas multicolores de papel de China, dijo con mucha prisa y atizando el carbón de su fogón que hoy será un buen día para ella, preparó el doble de masa y prevé acabar con toda su mercancía, y es que este día, de acuerdo con las autoridades capitalinas, se estima el arribo de ocho millones de personas.
Hasta el cierre de ayer a la 10 de la noche, a la alcaldía de Gustavo A. Madero, que aplicó ley seca desde la medianoche del lunes hasta el jueves próximo, habían llegado alrededor de tres millones de entusiastas creyentes; sin embargo, el flujo de personas que vienen a cantarle las mañanitas a la virgen morena es constante.
El carril central de calzada de Guadalupe está resguardado por vallas metálicas para proteger a los fieles, lo que de acuerdo con la encargada de una tortería que vende sus productos desde hace 70 años en la zona, las peregrinaciones afectan sus ventas, sobre todo porque los feligreses que vienen a ver a la virgen cargan sus itacates.
Muchas personas que pertenecen a diferentes parroquias llegan cargando estatuas de cerámica de la virgen, las bandas de música entonan las mañanitas y otras canciones, por lo que el ambiente no para de retumbar en las calles alrededor de la basílica de Guadalupe, donde se aplicó el operativo Bienvenido Peregrino 2018, en el que participarán más de seis mil agentes de la Secretaria de Seguridad Pública capitalina.
La basílica de Guadalupe recibe cada año a millones de visitantes y es la segunda iglesia católica más visitada después del basílica de San Pedro, en Roma, la más concurrida del mundo.
Sin embargo, La Villa ofrece atracciones para todos, desde la apreciación del arte barroco, enormes y bien cuidados jardines, así como hermosas vistas del norte de la Ciudad de México.
A lo largo del año arriban numerosos contingentes de peregrinos, desde coloridas caminatas integradas por payasos y danzantes, hasta luchadores, prostitutas y amantes de lo ajeno, quienes también acuden a pedir favores a la Virgen de Guadalupe, la principal figura de la religión católica en México.
La calzada de Guadalupe cuenta con un pasillo por donde además es común ver de manera cotidiana a fervientes creyentes que realizan de rodillas el recorrido para cumplir con “mandas” o para pedir favores a la guadalupana.
Toda la zona y el pasillo principal están rodeados por tiendas de ropa, comida y recuerdos, que “vigilan” de cerca las numerosas escenas de devoción que ahí se desearrollan.
Y es que visitar La Villa de Guadalupe no sólo es para los devotos, cuando no hay peregrinaciones, o bien, entre semana, el cerro del Tepeyac, donde se edificaron desde la época colonial algunas capillas como la del Cerrito y el Pocito, son espacios idóneos para apreciar las vistas panóramicas del norte de la Ciudad de México.
El cerro del Tepeyac, donde está enclavado el conjunto de iglesias dedicadas a la virgen morena, fue antes de la colonización española un lugar de adoración a la deidad Chalchiuhtlicue o Tonantzin.
Tras la llegada de los españoles, de acuerdo con la religión católica, en ese lugar se apareció la Virgen María a un indígena de la región, Juan Diego, el 9 de diciembre de 1531, motivo por el cual se edificó un templo dedicado a esta figura.
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