RODRIGO CORDERA THACKER
El Presidente Cárdenas en 1940 promulgó el nuevo reglamento federal de toxicomanías. Éste trataba el problema de las drogas como uno de salud pública y eliminaba algunos edictos punitivos sobre los delitos de drogas. Autorizaba a médicos recetar ciertos narcóticos a adictos, lo que produjo consecuencias favorables para el país. La medida no prosperó, y en menos de seis meses regresó la antigua legislación punitiva.
Treinta años después, Nixon declaró la guerra contra las drogas. Esta batalla siempre estuvo perdida. Tal vez Nixon y compañía siempre lo supieron. Tal vez fue una estrategia para tener más injerencia en el mundo y continuar con la expansión vulgar del imperio americano. Quizás fue para continuar con la segregación de la comunidad afroamericana en EUA y darle una trastocada final al movimiento hippie.
La próxima secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero ha vuelto a poner el tema sobre la mesa. Propone la despenalización de la mariguana y paulatinamente la de la amapola con fines medicinales. Son buenos primeros pasos en un tema que es de seguridad, salud pública y también de libertades.
La mariguana es una “mala” hierba que crece en donde haya un poco de sol, tierra y agua. Prácticamente en cada rincón del país. Uno podría ir tirando semillas en los parques y la planta maldita crecería como bambú. Es una planta que tiene efectos variados, pero primordialmente genera risa, sueño y hambre.
Si nos vamos a cifras mortales, el alcohol y el cigarro matan a millones cada año, pero a nadie en su sano juicio se le ocurre prohibirlas. ¿Será que la mota genera más siendo ilegal? ¿Será que los narcos y las buenas consciencias del país son los únicos que se oponen? No hay duda que es un negocio poderosísimo pero por el bien de todos debemos de entrarle a la discusión alejándonos del discurso timorato y metiche.
Portugal, Uruguay y varios estados de EUA como Colorado y California han pasado de una política punitiva, a una de libertades y salud pública. Los resultados definitivamente son mejores que las políticas de Calderón y compañía.
Desde el inicio de la humanidad hemos sido proclives a las drogas recreativas, a inventar bebidas embriagantes. No debemos de espantarnos por una planta con la cual hemos convivido tanto tiempo y no nos ha llevado al infierno. La prohibición es otra cosa; ésta nos ha llevado a vivir en un capitalismo “gore” que rebasa toda ficción.
Nuestro país no merece más guerra.
El estado, además de mantener el monopolio de la violencia, debe de entender las causas, entender los cambios y proveer a la sociedad de libertades. No quedarse en una política punitiva que solo nos ha llevado a tener a miles de jóvenes en las cárceles por posesión de mariguana, por venderla o por fumarla. En especial jóvenes pobres, siempre son los pobres.
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