¿Qué son y cómo ejercer los poderes de ciudadanía? La politóloga Catalina Villarraga te lo responde
POR CATALINA VILLARRAGA PICO
Una maravilla sería poder hacer semejante declaración y convertirse en pocos minutos en nuestra propia mejor versión ciudadana, muy al estilo de los Gemelos Fantásticos que aparecieron por allá a finales de la década de los 70 en la serie los Super Amigos, con su famosa frase: “poderes de los gemelos fantásticos actívense, en forma de…”, que nos encantaba -por lo menos a mis primos y a mí-, pues era como decir que todo se podía, desde convertir un objeto inerte en un animal vivo con una misión específica, hasta crear un cohete o una tormenta. Guardando sus diferencias, hoy día serían algo así como una especie de pareja Avenger, pero extraterrestre, pues hasta donde conozco de los aliados Avengers, sólo Thor es extraterrestre. Los demás son heroes o heroínas humanos(as) con ciertos poderes y recursos a su alcance que amplifican su poderío en donde deciden hacerse presentes o intervenir.
Si recuerdan, en el escrito pasado propuse una reflexión acerca de algunos modos a partir de los cuales, la ciudadanía, construimos o no, las ciudades y entornos que habitamos. Uno de ellos alusivo al carácter de la areté o virtud, sinónimo de actuar con cierta excelencia e interés en los asuntos comunes que conducen a condiciones de vida asociadas en lo positivo a la dignidad, a los derechos y el bienestar colectivo. Destacando allí, que en sentido práctico, la virtud cobra vida en el ejercicio de los poderes de ciudadanía, y por ende, en el alejamiento intencional de cualquier rasgo cercano a la idiotez.
Pero, entonces, ¿qué son y cómo ejercer los poderes de ciudadanía y hacerlo, además, en un entorno complejo y adverso al despliegue de esos mismos poderes? con esta pregunta y declaración estoy revelando desde ya, que los poderes de ciudadanía se posibilitan, interactúan con múltiples actores e insertan en un plano o sistema mayor correspondiente a una sociedad y Estado determinado al que pertenecemos.
Es posible resumir los poderes de ciudadanía como aquellos atributos con carácter de derechos en diferentes planos, que tenemos de manera individual y colectiva por el hecho de ser ciudadanas(os) reconocidos como tal, por un ente jurídico-político llamado Estado o un conjunto de entes Estatales -como bien podría ser la Unión Europea en lo que respecta a la ciudadanía que comparte ese espacio común, vinculado por derechos-.
Acá comparto seis ideas que considero ayudan a la activación de los poderes de ciudadanía desde sí misma
Siguiendo eso de tener poderes, podría pensarse que los de ciudadanía son algo que se recibe casi en automático y luego se ejercen. No obstante, los poderes de ciudadanía se han conquistado y se siguen conquistando y ampliando entre los siglos de la historia, como sagas que van de una fase a otra más compleja. Pensando en hacerlos más asibles y menos abstractos, acá comparto seis ideas que considero ayudan a la activación de los poderes de ciudadanía desde sí misma:
Uno. Tener un cable a tierra. En otras palabras, interesarse e informarse acerca de lo que sucede en nuestro entorno, ya sea a escala local, meso y/o macro. Esto permitirá aproximarnos con más elementos y criterio para analizar el contexto y las realidades del día a día. Estar alerta y contrastar información para no caer en noticias falsas/fake news.
Dos. Resolver acertijos, no ser el acertijo. Escudriñar, solicitar datos e información, si es preciso también formular quejas de los temas que nos interesan o duelen, ya sea para obtener información más precisa o que se resuelva algo. Para eso resulta clave identificar a qué fuentes acudir. Usemos la plataforma en línea de fuentes públicas como el Instituto Nacional de Acceso a la Información (INAI), o sus homólogos, los mecanismos de acceso a información estatal; bases de datos de Institutos de Investigación; bases de datos estadísticos; plataformas de las Comisiones de Derechos Humanos, entre otros.
Tres. Andar con el radar encendido. Es decir, rastrear o hacer monitoreo con cierta estructura de los temas, sea de manera individual o colectiva, pasando de la observación al involucramiento con el desarrollo de la temática y sus cambios. Por ejemplo, ¿conoces actualmente cuáles son las prioridades de la Comisión de la Cámara de Representantes encargada del tema de tu interés?. Si el monitoreo de manera individual resulta una tarea demasiado ambiciosa, también resulta muy útil identificar iniciativas ya existentes que se dedican a realizar el seguimiento a temas de agenda pública. A lo largo del país existen distintas organizaciones de carácter civil con trayectoria seria y probada en el seguimiento a ciertos temas. Entre ellas: Fundar, Mexicanos contra la corrupción y la impunidad, Jalisco cómo vamos, Pacto por Juárez, Centro Mexicano de Derecho Ambiental (CEMDA), Consejo Cívico de Nuevo León, por mencionar algunos.
Cuatro. Aprender a interceptar (tacklear) e incidir. Que aclaro de entrada no es ” sinónimo de hacer grilla”, sino, expresarse con argumentos y actuar estratégicamente en rechazo a iniciativas del sector público o privado que pretendan minar los espacios de acción y poder de ciudadanía ya ganados. Sobre todo, si ello supone un retroceso en la garantía y protección de los derechos dentro de un espacio pretendidamente -o pretenciosamente- denominado social democrático. Ahora bien, ninguna democracia es su ideal, pero el propósito en todo caso, sería evitar que se transforme para empeorar el estado de cosas favorables ya logrado.
El litigio estratégico para apoyar la defensa de derechos de pueblos indígenas y su territorio, es ejemplo de incidencia profesional combinado con experticia técnica. Desde mi perspectiva, algo de admirar como ejercicio de poder de ciudadanía. Una organización en México líder en este tema es CEMDA, que también ha logrado mucho unida a redes comunitarias.
Cinco. Conocer a otras(os) y apoyarles. Nadie se compromete con lo que no conoce, así que conocer nuestro ecosistema, nuestra comunidad y apoyar las iniciativas que allí surjan es clave para activar nuestros poderes de ciudadanía. Por supuesto, no se trata de hacer de todo a la vez, pero sí abrirse a la posibilidad y experiencia de dar una idea o una mano, sea un recurso de saber, de tiempo, de asesoría, de búsqueda de información o hasta apoyo monetario para alcanzar algún propósito.
Seis. Amigarse con/apropiarse del espacio público. En el mejor sentido de derecho, de pertenencia mutua y con corresponsabilidad hacia la ciudad y sus entornos. Es cierto, dejar el síndrome de la cabaña producto de la pandemia puede resultar difícil, sin embargo, el disfrute de las calles, de las plazas, de los parques, del transporte público, de los rincones de la ciudad es una de las mejores claves para re-activar el poder de ciudadanía. De lo contrario, se imaginan, ¿que sería de las calles sin Uds, sin nosotras(os) de modo constante?, sería un espacio sin carácter, sin su impronta, sin voz, un contenedor sin espíritu. Mejor dicho, la negación del lugar, acordándome de Augé. Aunque por vacío menos contaminado, eso sí hay que reconocerlo. En la calle se hace más visible la ciudadanía, se equilibran los poderes entre lo público y lo privado, el espacio de la calle ayuda a catapultar temas a la agenda pública.
En fin, el ejercicio de los poderes de ciudadanía en lo cotidiano y con éste su fortalecimiento depende en primera y última instancia de nuestro ímpetu y convencimiento de la relevancia de la vida libre, cívica y ciudadana que deseamos experimentar en lo cotidiano, no como algo excepcional. De una vida que en lo real, aquí y en el ahora, nos exhorta con voces de derechos, equidad y justicia en todas las dimensiones: cultural, ambiental, social, política, tecnológica, económica, etc; desafiándonos más que a cualquier grupo de héroes o heroínas fantásticos a asumir creativamente los poderes de ciudadanía en todo su esplendor y con todas sus consecuencias.
Politóloga y maestra en Urbanismo.
Foto: Catalina Villarraga P.
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