Ciudad de México, septiembre 7, 2024 17:29
Salud

¿Podríamos todos tener nostalgia del verano?

Hay personas para las que la pérdida del verano, al igual que la de la infancia, es un momento complejo. Otros dirían que el verano no ha significado nada porque llevan años trabajando sin descanso.

POR MELISSA GARCÍA MERAZ

Recuerdo la primera vez que leí Dandelion Wine de Ray Bradbury, publicada por primera vez en 1957. La novela cuenta la historia del verano de 1928 en la ciudad ficticia de Green Town, y se centra en las experiencias y descubrimientos de Douglas Spaulding, un niño de doce años. La novela es una serie de viñetas que capturan la esencia de la infancia y el paso del tiempo. Es un viaje nostálgico, en un tiempo de crecimiento y madurez para el protagonista, en el que recuerda cómo la infancia fue un momento mágico que lo llevó a una serie de descubrimientos que marcaron una mayor comprensión del mundo.

¿Qué nos lleva a sentir nostalgia por algo? ¿Es verdad que el primer amor, el primer beso, la primera amistad se llevan en el corazón aun cuando ya ha pasado mucho tiempo? La novela, si bien idealiza la niñez en una narración casi autobiográfica del autor, también muestra que la memoria no está solo atravesada por cosas positivas, sino que también está marcada por la pérdida y la muerte. Aunque tiene momentos felices y agradables, también aborda la inevitabilidad de la muerte y la pérdida, proporcionando una trama que mantiene un equilibrio emocional.

Años después, por recomendación de mi padre, vi Los años maravillosos. Kevin Arnold recuerda su infancia como los años más maravillosos, aquellos en los que encuentra lo apasionante de ver a Winnie Cooper con unas botas a “GoGo”, el inicio de la secundaria y una nueva etapa donde todo es posible. Un sentimiento que se presenta ante él como completamente nuevo y maravilloso. Pero también nos muestra una familia compleja: una madre amorosa en casa, un padre cansado del trabajo y un hermano que lo persigue para molestarlo. En medio del conflicto familiar se encuentra el hermano de Cooper, un joven que es el “dueño de la cuadra”, que frena a su hermano y tiene un auto descompuesto al que siempre intenta “echar a andar”. Entre el hastío y el conflicto de la escuela, sucede algo: el hermano de Winnie es enviado a Vietnam y muere en combate.

¿Qué pasa con la nostalgia de Kevin? Se convierte en una mezcla entre el recuerdo de lo hermoso del verano y la infancia y lo que ya Bradbury nos había advertido: no existe solo el dulzor en la vida, al contrario, está llena de altibajos y complejidades propias de ir creciendo y enfrentarse a un mundo que no siempre podemos comprender. En medio del trauma que significa perder a alguien, Kevin y Winnie se encuentran y se consuelan. Es este verdadero sentido de la amistad y el cariño lo que sella el capítulo piloto de la serie. Es la mezcla entre la evocación de la infancia y la melancolía del crecimiento lo que sella el éxito de la serie.

Escena de Kevin en Los Años Maravillosos. Especial

¿Podríamos todos tener nostalgia de la infancia? ¿Del verano? Podríamos decir o afirmar que existe una parte nostálgica en todos nosotros. Al parecer, la respuesta es bastante compleja. Todos estamos inmersos en situaciones que no podemos controlar y a las que nos enfrentamos queramos o no, desde la muerte como un proceso inevitable hasta la pérdida de las amistades y lo conflictivo de la hermandad.

Existen también personas que afirman que la pérdida del verano, al igual que la de la infancia, es un momento complejo. Deja atrás la alegría de las vacaciones y la nostalgia de salir a divertirse con los amigos. Otros, en cambio, dirían que no extrañan nada de la infancia, que fue tan terrible que no quieren ni mirar los recuerdos, o que el verano no ha significado nada porque llevan años trabajando sin descanso. ¿Qué pasa en estas situaciones? ¿Podríamos decir que no todos podemos mirar con nostalgia algo? ¿O que nos hemos acostumbrado tanto a la desigualdad estructural que somos incapaces de reconocer que existen familias que parecen no tener forma de escapar de ella y de tener estos elementos que les ayudarían a mirar el pasado de forma alegre y melancólica, no solo triste, desafiante e, incluso, ¿traumática?

Es por ello que es tan importante cuidar la infancia, garantizar que los individuos tengan momentos tanto en lo privado como en lo público de esparcimiento. Que garanticemos el desarrollo de amistades sanas y duraderas. La evidencia afirma que pocas veces podremos tener esas amistades que se forjan en la infancia, que son sólidas y duraderas a pesar del tiempo y la distancia, y a las que volveremos a ver y será como si el tiempo no hubiese transcurrido. También debemos garantizar que cada trabajador, cada ciudadano, tenga la posibilidad de vacaciones dignas, de recorrer su ciudad, su país, y de tener momentos de verano con la familia con quienes disfrutar. La memoria no es solo individual; se trata de una memoria colectiva que actúa como un poderoso agente en la construcción y transformación identitaria de las comunidades, pues no se le contempla como si fuera una imagen fija del pasado o una narración absoluta de la historia, ni siquiera como la suma de las memorias individuales, sino que es todo un conjunto de factores que emergen al interior de las comunidades, en sus interacciones y dinámicas cotidianas.

Es indudable que, como sociedad, hemos conquistado muchos derechos para los trabajadores, para las infancias y para la diversidad, pero aún queda mucho camino por recorrer. No quisiera que la melancolía del verano se eliminara, quisiera que todos tuviéramos la oportunidad de mirar hacia atrás y recordar, en una mezcla de evocación poética de la infancia y la crudeza de la madurez, que fuimos felices. Como ha afirmado Sedikides, las narrativas nostálgicas reflejan más cosas positivas que negativas. De hecho, caracterizarnos a nosotros mismos como el protagonista de nuestra historia nos da fuerza. Para el autor, incrementan nuestra autoestima, nos conecta socialmente con otros y alivia las amenazas existenciales.

Quizás por ello era la serie favorita de mi padre. En medio de la crianza que significó ser hijo de padres de raíces fuertemente indígenas y migrados a la Ciudad de México, tuvo la oportunidad de recordar su infancia con un matiz diferente, mezclado con recuerdos de una nueva oportunidad de vida para él mismo, con sus amigos jugando en la alberca pública, aprendiendo a nadar y a vivir en una gran urbe, mirando hacia atrás con nostalgia la infancia que alguna vez lo hizo tan feliz y que seguiría recordando hasta su último día de vida.

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