¿Y si la sobre medicación fuera la causa de que haya tantos enfermos mentales? ¿Y si los medicamentos no fueran tan efectivos como parece? ¿Y si tomarlos a largo plazo, en algunos casos, resultara perjudicial?
POR NANCY CASTRO
MADRID. Hoy en día, una cuarta parte de la población consume psicofármacos. Las bajas laborales por enfermedad mental no disminuyen, sino que aumentan. Las farmacéuticas siguen produciendo medicamentos antiguos y nuevos sin parar, que los psiquiatras recetan, también sin parar.
Mientras, el número de enfermos mentales crece a ritmo inusitado, en una época convulsa en la que las enfermedades mentales se posicionan en el rango de interés de las políticas sanitarias nos tendríamos que hacer las siguientes preguntas.
¿Y si la sobremedicación fuera la causa de que haya tantos enfermos mentales? ¿Y si los medicamentos no fueran tan efectivos como parece? ¿Y si tomarlos a largo plazo, en algunos casos, resultara perjudicial? ¿Y si los orígenes de la enfermedad no están en cada uno de los individuos afectados, sino en frustraciones condicionadas por aspectos laborales, económicos y sociales?. ¿Y si el estado nos quiere obedientes y sedados?
La industria farmacéutica atribuye nuestro sufrimiento a supuestas deficiencias en nuestra química cerebral…”
Estas décadas de presión farmacéutica, más el incremento de medicación y de diagnósticos mentales, han hecho proliferar estudios que han alertado sobre dos cuestiones: la sobre medicación y la posibilidad de que el consumo de psicofármacos a largo plazo no sea efectivo o que incluso sea perjudicial.
Para las angustias emocionales más severas, algún tipo de tratamiento con fármacos de corta duración está bien. Pero eso no es lo que se prescribe, sino que sobre recetamos y sobre medicamos problemas moderados, problemas sobre los que no hay ninguna evidencia que estos medicamentos sean efectivos.
“Desde la década de 1980, los sucesivos gobiernos y las grandes corporaciones han contribuido a promover una nueva concepción de la salud mental que sitúa en el centro un nuevo tipo ideal: una persona resiliente, optimista, individualista y, sobre todo económicamente productiva, las características que necesita y desea la nueva economía. Como resultado de este cambio de perspectiva todo nuestro abordaje de la salud mental se ha modificado radicalmente con el fin de satisfacer estas exigencias del mercado. Achacamos el sufrimiento a cerebros defectuosos sin vincularlos a condiciones políticas, económicos, laborales, sociales nocivas.
El modelo ideológico médico encaja con el neoliberalismo, con el capitalismo, con el individualismo, la mercantilización, la despolitización.” Afirma James Davies. Sociólogo, Psicoterapeuta autor de Sedados.
Jessica Fairfax Hirst. Artista multidisciplinar afronta desde hace más de 30 años la vida medicada por un diagnóstico que en su momento le dio el psiquiatra “depresión, ansiedad y trastorno de estrés postraumatico”. La toma de medicamentos con el paso del tiempo ha afectado sus capacidades físicas, cognitivas, afectivas y sexuales.
Una parte de su obra performática la dedica a mostrar los efectos de la medicación.
El 29 de este mes, presentó la pieza titulada “Psicofarmanerviosa” en Acción Spring(t) Congreso de Arte de Acción en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid. En el que muestra un vídeo, al tiempo que realiza su performance, hablando de los efectos colaterales de la medicación:
“Los psiquiatras me decían ¿qué prefieres, estar viva, con disfunción sexual o tener lívido, pero querer estar muerta?”, dice.
“Tengo los efectos de estas bonitas cápsulas de colores en cada célula de mi cuerpo, he estado ingiriendo estos medicamentos durante 37 años, con la creencia de que eran lo que podría mantenerme equilibrada y lo que me impedía querer estar muerta. Estaba corrigiendo un desequilibrio químico en mi cerebro y lo acepté, a cambio de esto la química me da la voluntad de vivir sin saber que sufriría las consecuencias: cero lívido, piernas inquietas, insomnio, aumento de peso, pérdida de peso”.
P. ¿Cómo era tu vida antes de empezar este proceso de la medicación?
R. La exigencia del círculo social en Washington en el que me desenvolvía era sumamente estresante, tenía como compañeros a gente que sus padres tenían puestos relevantes, el papá de él es un juez en el Congreso de la Suprema Corte, la mamá de ella trabaja en La Casa Blanca, me decía a mí misma: tengo que ser así y debo ser responsable para ayudar al mundo, me presionaba mucho. Tuve la suerte de vivir con privilegios mis padres me llevaron al mejor Psiquiatra según la lista The Whashington post y este mismo Paiquiatra años después sale en la portada del mismo diario por su irresponsabilidad y falta de ética por recetar a todos sus pacientes los mismos medicamentos. En ese entonces el medicamento que tomaba era carbamazepina y era para controlar la epilepsia, porque según ellos yo tenía convulsiones emocionales, pero yo no sentía que el medicamento me haya ayudado. Lo que me ayudó más que cualquier otra cosa, fue haberme ido a una escuela de artes en Vermont, por dos años donde estuve en contacto con la naturaleza y animales hacer deporte y tener una vida balanceada esto era mejor que cualquier pastilla.
P. ¿Cómo fue el proceso posterior?
R. Creíamos en casa que yo ya estaba sana y mis padres me mandaron a Stanford que es una de las mejores Universidad de Estados Unidos, porque quería estudiar cosas del medio ambiente. Pero ese ambiente era tan competitivo y yo con mis anhelos de querer contribuir para mejorar el planeta me hicieron recaer, fue entonces que salió al mercado farmacéutico el prozac y entonces empecé a tomarlo y todo era mucho mejor, no sentía la necesidad de ser perfecta, era increíble, pero la lívido bajó notablemente y mi pareja en ese momento me violentaba por lo mismo, porque yo no tenía el ímpetu sexual. El psiquiatra no me puso en sobreaviso de que esto podría ocurrir. Y esto yo me lo adjudique como un defecto, me auto recriminaba como la peor persona disfuncional.
P. ¿Cuándo te diste cuenta que tus cualidades cognitivas iban mermando?.
R. Hace cimco años, comenzó con detalles de olvidar cosas y ahora es muy problemático en el día a día. La memoria a corto plazo se desvanece. La gente me dice haz una lista de lo que tienes que hacer, ok, pero yo olvido mirar la lista. Lo que me ayuda es poner alarmas para resolver. Por ejemplo si veo a gente fuera de contexto no la recuerdo
P. ¿Cuántas pastillas tomas actualmente?
R. Ocho en total. Litio, supuestamente para la bipolaridad, pero litio causa problemas con la tiroides entonces para ello tomo levotiroxina. Quetiapina que es un antisicotico, pero está jode la glucosa y el colesterol, entonces para esto tomo más pastillas.
P. Los médicos nunca te van a decir que dejes de tomarlas.
R. Claro, porque no está dentro de su código. La abstinencia puede ser un problema serio para muchas personas cuando intentan bajar su dosis demasiado rápido, y es un problema que puede durar meses, incluso años en algunos casos. El doctor Horowitz y otros investigadores han encontrado que los antidepresivos no ayudan
más que un placebo para depresión leve o moderado, y por eso recomiendan
reservarlos para casos mas severos.
P. ¿Has interrumpido en algún momento los medicamentos?
R. Trabajaba en Sudáfrica, lo consulté con un especialista y lo dejé por unos meses, y me volví obsesiva, paranoica, sentía que me salía de mi piel, no tenía a nadie cercano que me apoyara. ¡Exploté!.
P. En este proceso te has vuelto una experta.
R. Sí, he investigado mucho a nivel científico y ningún médico va aceptar los daños que generan los medicamentos.
A pesar de todos los daños físicos como, sensibilidad auditiva, discinesia tardía, afectación en sistema inmunológico sistema muscular y reducción de cerebro.
Mi psique está fuerte, no he tenido depresión por años. Me siento sólida
Mark Horowitz dice respecto a los antidepresivos.
No, los antidepresivos no ‘curan’ un desequilibrio químico en tu cerebro: “Hemos sido engañados”, Los antidepresivos se siguen utilizando de forma generalizada en gran parte porque “nadie ha encontrado un medicamento que funcione mejor”.
La industria farmacéutica atribuye nuestro sufrimiento a supuestas deficiencias en nuestra química cerebral. El sufrimiento es el nuevo mal y no consumir los remedios adecuados, la nueva injusticia.
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