Salirse de una emoción de enojo puede requerir colocarla en pausa, en lo que se tiene la mente y el corazón fríos para regresar a ella un poco después.
POR ANA CECILIA TERRAZAS
Salir de un enfrentamiento, discusión fuerte, problema de comunicación, pleito o enojo; es quizá de lo más difícil que hay en las relaciones humanas. Por eso, lo más común es darle la vuelta, al conflicto, a la bronca, a la cansada cantaleta que no resuelve nada. Ésta es quizá una de las únicas malas acepciones de la frase con tanto vuelo que da nombre a este espacio plural, multiautoral y que pretende compartir recorridos por calles, memorias, biografías, vidas cotidianas ya sean intangibles o tangibles como las que hacemos todas y todos los que aquí escribimos avecindados en la alcaldía Benito Juárez: Dar la vuelta.
Para resolver problemas, discusiones, bronquitas con alguien –desde luego se da por sentado y entendido que se trata de una relación que importa, en las demás ni solemos reparar en cuál es su estatus– es menester, antes que cualquier otra cosa, (1) tener una verdadera voluntad para que una reconciliación ocurra. Después, es importante hacerse un poco –atención, no mucho– para atrás para tratar con una o uno mismo de entender en dónde se hizo el nudo y por qué (2). Si se detecta el problema, vale la pena pensar si es suficientemente importante como para desmenuzarlo y explicarlo o simplemente se puede dar fast track a la resolución (3). Si no se detecta en dónde se hicieron engrudo las palabras llevándose como pegamento a las emociones, entonces vale la pena preguntarle a la contraparte (sin perder de vista que lo deseado es que el problema se resuelva, no se repita y se pueda avanzar con la evolución de la relación en comento). (4) La resolución implica, con absoluta honestidad, hacer un esfuerzo de empatía y reconocer que no se es perfecto y que a veces somos molestas o molestos sin realmente querer serlo; como ser perfectos no es lo que más nos significa, sino que lo que queremos es estar en armonía y en una cordial relación, entonces, debemos avanzar al siguiente punto o al siguiente paso.
Si el paso 3 ha marchado como en mantequilla, toca a continuación decir, sintiéndolo en verdad, el equivalente a” te ofrezco disculpas, no quise detenerme en eso”, “la regué”, “estuvo mal”, “perdón”, “por favor no hagas caso, reconozco que…” Casi siempre –claro que se está pensando que del otro lado hay alguien que también tiene interés y madurez para reparar y reconciliarse– la admisión del error es suficiente motor para que se pueda continuar con lo que sea que siga. Debe advertirse que, aún cuando haya madurez, interés y empatía por parte del presunto contrincante, puede haber otros argumentos (que hasta sorprendan y sean caigan como totalmente inesperados en nuestro análisis), reacciones diversas, rarezas pues, porque el otro o la otra no es una, es otra persona. Se recomienda aprender de esos argumentos, no juzgarlos, escucharlos con atención y solamente agregarlos al paquete de restauración relacional.
Siempre le agradeceré a mi prima Brenda que me compartió las cuatro sentencias de Miguel Ruiz para desatorar problemas con los demás y son: saber que nada es personal; dar lo mejor de sí; no presuponer y cumplir tu palabra. Lo demás desgasta y quita las ganas de amar. Por último, hay que entender también que, no todos los conflictos se resuelven ni se tienen que resolver, habrá las relaciones que no sigan fluyendo y ni modo, no pasa nada, así es. La vida es corta y hay que vivirla no añorarla.
Salirse de una emoción o sensación de enojo o molestia puede requerir, finalmente, colocarla en pausa o tantito en un apartado, en lo que se tiene la mente y el corazón fríos para regresar a ella un poco después, con ganas de solucionar la situación lo más racional, amorosa y sabiamente posible.
Asimismo, hay que aceptar que, poder crecer, progresar, avanzar junto con alguien (sea familiar, pareja o amistad), es una de las sensaciones más gratificantes que hay. Dar la vuelta por la vida no dura mucho. Apenas ayer estábamos en el kínder. Por eso vale la pena no darle la vuelta a las bronquitas con la gente que nos importa.
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