Vendedores de la romería del mercado Lázaro Cárdenas confían en la bonanza de esta temporada
Figuritas chinas remplazan tradición de hace cinco siglos. Arbolitos navideños y flores de Nochebuena salvan de la nostalgia por los belenes.
FRANCISCO ORTIZ PARDO
No hay zona más tradicional en la colonia Del Valle que la circundante al mercado Lázaro Cárdenas, inaugurado en 1956. Y sin embargo duele ver cómo, pese a la sobrevivencia de su romería navideña, los adornitos de Santa Clós van sustituyendo las entrañables figuritas de los Nacimientos, introducidos por los frailes franciscanos a tierras americanas cerca de aquí, en Mixcoac, hace prácticamente cinco siglos.
Entre los puestos plantados sobre las banquetas y también en el arroyo vehicular, donde se reactivan poco a poco las ventas después del descontón del año pasado, cuando fue imposible instalarse por la presencia del virus, hay algunos que venden figurillas con materiales sintéticos, como el plástico o la pasta. Made in China, sobre todo, incluidas las series de lucecitas de colores, de las que hay longitudes de hasta 35 metros y 750 foquitos, a un precio de 700 pesos.
Canastitas, florecitas, campanitas, estrellitas de manufactura industrial. Ni siquiera están aquellos farolitos artesanales y multicolores que colgaban en pasacalles con escarchas, azules o plateadas, o lucían iluminados por una bombilla en las entradas de las casas. Sobreviven si acaso los Niños Dios de cerámica, en su modelo clásico pero también en versiones un tanto caricaturizadas, fresonas, que deforman su carita y también las de sus papás, María y José. Pensar que por décadas prevalecieron cada diciembre Belenes enormes en colonias de BJ como la Independencia, Narvarte o Tlacoquemécatl Del Valle, famosos en toda la ciudad por reproducir la Biblia en un solo escenario, con agua que brotaba de manantiales y pastorcitos en movimiento o incluso con montajes de voz, luz y sonido.
Hoy sin embargo los marchantes vuelven a confiar en que sus ventas resurgirán, a pesar de que la romería comenzó una semana tarde, entre reclamos de algunos vecinos y la defensa de otros, y las consideraciones reglamentarias de las autoridades de la Alcaldía, de las que se queja una vendedora que pide el anonimato y cuya familia ha vendido figurillas desde que ella era niña, hace 50 años.
Denise piensa que hay que tener paciencia, pues la temporada apenas comienza. “Poco a poco, ahí va”, comenta optimista. Ella ha vendido este día apenas seis cajitas de esferas que tienen un precio de 300 pesos; y ya está por cerrar. Las series de luces siempre se venden mejor, dice, unas 18 cada día.
Sin embargo, es mucho más rentable la venta de flores de Nochebuena, de a 100 o 200 pesos la maceta, según el tamaño, de las que la familia Romero –que en el interior del mercado cuenta con ocho puestos en que se ofrecen cotidianamente alimentos– vende diariamente en la romería unas cien plantas traídas de Michoacán.
Doña María del Carmen García se ha especializado desde hace 38 años en las coronas navideñas, armadas con listones, bastoncitos y esferitas de cristal y “pixtros”, que son esos racimos hechos de migajón. Unos clientes confirman que ella les dio tan buena atención, que volverán a comprarle el año entrante.
Los más animados son los vendedores de pinos navideños. Y los más presentes. Entre ellos destaca el afamado Porfirio Hernández, don Pillo, que posa para la foto al lado de su hijo. Salvo en el 2020, en que no hubo venta, en su puesto suelen venderse entre 700 y 800 arbolitos cada año, canadienses y también importados de Oregon, Estados Unidos. Sus precios van de los 1000 a los 8000 pesos, ejemplares de hasta cinco metros de alto y que son comprados por personas tan importantes “como la esposa del dueño de Bimbo”.
Aunque la clientela aún es incipiente este domingo 28 de noviembre, los puestos rebasan los límites de la calle Mier y Pesado, sobre Romero de Terreros, a unos metros de donde se encontraba el legendario Cine Moderno y los billares donde Chespirito se reunía con su pandilla de Los Aracuanes.
En la confluencia de ambas calles, un amable vendedor, joven, ofrece árboles “como lo ha soñado el cliente”, incluso con un recubrimiento que convierte el verdor al rojo o al azul y que, supuestamente, los vuelve inmunes a los incendios. El único requisito para llevarlo es contar con alrededor de 3,000 pesos que cuesta el ejemplar. El aroma de los pinos, ese sí gratuito, salva de la nostalgia.
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