Libre en el Sur

Regina

Todos los años en su cumpleaños espero seguir teniendo un boleto de entrada en el barco dónde ella  viaja. 

POR MARIANA LEÑERO

Regina nació el 16 de abril de 1999. Fue un embarazo planeado y deseado. La primera nieta de la familia Solar y la segunda nieta de la familia Leñero. Su nombre fue elegido cuatro años antes de su nacimiento.

–Tengo que decirte algo importante. Dijo Ricardo con voz temblorosa.  Cuando tengamos una hija tiene que llamarse Regina.

–¿Y cómo sabes que vamos a tener una hija? ¿O que nos vamos a casar? Si apenas llevamos 8 meses de novios y nos peleamos un montón.  Le contesté asombrada.

–Sólo te pido eso. Ese nombre me encanta.  Y nos vamos a casar de seguro. Ricardo afirmó.

Así Regina fue concebida por dos escuincles apenas enamorándose, comiendo quesadillas en la cocina.  A veces pienso que es por eso que Regina ha estado adelantada a su edad; es una chica con certezas y de caminar seguro.

Nos apresuramos a saber su sexo. Mi padre quería dedicarles  a sus dos primeras nietas su novela: La vida que se va. Los editores de Alfaguara necesitaban saber el nombre que pondrían en la primera página.

–Si tanto les urge, páguenle a mi hija el ultrasonido tridimensional. Les dijo mi padre.

Y así lo hicieron. El libro fue publicado al mismo tiempo que su nacimiento.  Sin embargo,  Regina no fue “La vida que se va”, sino la vida que se queda y para siempre.

Cuando nació fue rosa. Así la describió  Ricardo cuando después del parto le avisó a la familia que todo estaba bien. “Es rosa, Regina es rosa”.  Les dijo jadeando.  Rosa como su corazón.

Su vida comenzó como comenzó la mía.  Fue una delicia compartir su infancia.  Juntas nos adentrábamos a cantar canciones, inventar y leer cuentos, planear proyectos y  hacer manualidades. Me alegra pensar que estas experiencias colaboraron,  de alguna forma,  en la artista que ahora se ha convertido. Como esponjita recibía todo con una linda sonrisa. Y de regreso, cómo lo sigue haciendo, me regala, como agua fresca,  el sentido de mi  propia vida.  

Regina habló mucho antes de lo que se espera que un niño de su edad lo hiciera. Nos encantaba ver la cara de las personas que se acercaban a la “bebé”  para dar un brinco de sorpresa (a veces de susto) cuando les contestaba con palabras y frases completas.

He comprobado que Regina estaba preparándose para ser oída. Si bien tuvo una época de silencio que me fue difícil interpretar,  ahora ella se deja oír.  Hay veces que necesito escucharla con atención para comprender la profundidad de su mensaje. 

Venirnos a vivir a Estados Unidos fue un proceso difícil, especialmente para mí. A su corta edad,  Regina fue sensible a esto y me acompañó,  desde su lugar, a superarlo. A veces se preocupó de más por mis tristezas,  pero también celebraba mis logros como si fueran suyos.  Me ayudaba con el inglés. Llenaba junto conmigo los papeles del banco y me explicaba las circulares de la escuela.  A los 5 años ordenaba mi café en Starbucks:

–Can I have a Latte, extra shot, no foam and kids temperature?  Mientras el chico de la caja no alcanzaba a ver más que sus dos coletitas asomándose por el estante.

Al igual que yo, Regina siempre tendrá una parte de su corazón en México y eso nos une  mágicamente a ambas.

Con Regina quise ser la madre perfecta,  pero fue ella quien me enseñó  lo vulnerable  e irreal que son esas intenciones. En la maternidad uno es lo mejor que puede ser y ese es el verdadero aprendizaje.

Y aunque Regina tenga hoy 22 años para mí siempre será mi Regis. Sus lágrimas siempre me conmoverán, sus penas siempre me preocuparán; sus besos y bromas siempre alegrarán mi día. Su generosidad me seguirá ablandando y seguiré una apasionada admiradora de su creatividad, perseverancia e inteligencia.

Regina me hace feliz hasta en los momentos más tristes. Me enamora como la primera y la última vez.  Todos los años en su cumpleaños espero seguir teniendo un boleto de entrada en el barco dónde ella  viaja.  Y también deseo seguir disfrutando la estela que ella deja en el mar de mi amor.  

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