Noto que la escuela ha regresado a clases, me alegra el corazón porque es otra señal que este periodo de locos está dando la vuelta a la página y volvemos poco a poco a cierta normalidad. Después de varias maniobras logro esquivar al indolente en su destructor y me encamino.
POR DIEGO A. LAGUNILLA
Salgo del estacionamiento de mi casa, por lo menos era lo que intentaba hacer, cuando “oh sorpresa”, una camionetota tapa la entrada e impide la circulación, gracias a los buenos oficios del guardia de seguridad el automotor se mueve un poco y puedo avanzar unos metros para, nuevamente, encontrarme con otro cuasi tanque, inmóvil. Miradas de desaprobación llueven en ambos sentidos, el conductor del armatoste me voltea a ver como si su servidor lo sacara de su derecho de pararse donde le da la gana y poder tranquilamente revisar sus “importantísimos” mensajes del whatsapp, aunque esto se traduzca en cortar la circulación de una calle y además no permitir la salida o entrada de los vecinos.
Él espera a alguien, supongo algún estudiante, y el mundo podría implosionar sin que le importara un carajo, a él no se le debe perturbar en nada, es amo y señor. Entiendo con tristeza que es una imagen que nos persigue a todos. Otra de nuestras estampas citadinas.
Lluvia de emociones y pensamientos me inundan rápidamente, me siento David Banner que en instantes se tornara en Lou Ferrigno, el hombre increíble de los setentas, pintado de verde, que hará que el susodicho obstáculo con ruedas vuele por los aires, para aterrizar cuadras después con un atolondrado conductor que, hipotéticamente, después del susto, tomara consciencia que ¡la educación importa y mucho!
Por otro lado noto que la escuelota ha regresado a clases, me alegra el corazón porque es otra señal que este periodo de locos está dando la vuelta a la página y volvemos poco a poco a cierta normalidad. Después de varias maniobras logro esquivar al indolente en su destructor y me encamino, mejor dicho, me formo en la fila de automóviles que como yo tratan de llegar a su destino.
Sonrío con desesperanza al replantearme varias cosas: ¿por qué no hay personal de tránsito ayudando? ¿poniendo orden?, ¿cuidando y aligerando la carga vehicular? ¿protegiendo a los muchachos que entran y salen de clases? Cuando era niño en cada escuela siempre había policías en esa tarea, incluso a muchos se les llegaba a conocer por su nombre y en su cumpleaños se les apilaban los regalitos, otros tiempos que parecen prehistóricos. ¿Por qué el semáforo de Concepción Beistegui y Nicolas San Juan no está sincronizado con el de División del Norte? ¿No se dan cuenta de la estupidez? ¿no se dan cuenta que se generan accidentes en ese cruce porque los automovilistas se confunden con los semáforos?
Y los que aprovechan el disparate son los microbuseros que cortan camino para reincorporarse a la avenida del camellón (esa en que los negocios no desaparecieron ante la ciclovía como clamaban a los cuatros vientos -medida que aplaudo y reconozco-).
Lluvia de emociones y pensamientos me inundan rápidamente, me siento David Banner que en instantes se tornara en Lou Ferrigno, el hombre increíble de los setentas, pintado de verde, que hará que el susodicho obstáculo con ruedas vuele por los aires.
También pienso en la directiva de la preparatoria, les costará hacer una campaña entre los padres de los estudiantes para que se formen, no tapen las calles, no se estacionen en las entradas de los vecinos y dejen/recojan rápidamente a los alumnos, ¿se podrían usar camiones de transporte?, ¿establecer zonas periféricas de entrega/recepción? En el amplio sentido ¿podríamos llevar una buena vecindad? ¿Es mucho pedir?
Estos microcosmos son los que arman el grande, si cambiamos en los “detalles” haremos que el todo sea otro, una delegación, perdón una alcaldía, que recupere su esplendor, que recupere su gallardía y que recupere también y por qué no su rebeldía, esa que hacía comunidad y se notaba. Para ello tendremos que hacerlo nosotros y “no ellos”, cada uno paso a paso. Dicha labor tiene que recaer en nuestras manos, porque como sospechamos y la prensa nos lo confirma, las autoridades están ocupadas en otros menesteres, más rentables y obscuros. “Los Ocean”, como así apoda al grupo que nos ha regido los últimos años, dominan el horizonte…
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