FRANCISCO ORTIZ PINCHETTI
No son precisamente buenas las condiciones en las que llegamos al final del 2021. La recuperación económica prevista para este año luego del derrumbe del 8.4 por ciento en 2020 se detuvo. El PIB crecerá menos del 5.5 por ciento, y eso por el efecto natural del rebote. La inflación está arriba del siete por ciento anual, la más alta en tres décadas. Las perspectivas para el año que se inicia no son mejores: crecimiento de sóolo 1.6 por ciento y mayor inflación.
La violencia no cesa, y cerraremos el año con más de 32 mil asesinatos, con lo que en el actual sexenio se acumulan ya arriba de 105 mil homicidios dolosos. En todo el gobierno de Enrique Peña Nieto se registraron 156 mil 437. En los seis años de Felipe Calderón Hinojosa hubo 121 mil 605 asesinatos.
La pandemia sigue ahí, ciertamente a la baja, pero con visos ya de un repunte que puede ser catastrófico. Para el mundo y para México. En nuestro país, el gobierno reconoce ya 300 mil defunciones por Covid-19. Estimaciones de organismos nacionales e internacionales muestran que la cifra real puede ser del doble, o más. La tendencia decreciente de casos confirmados, que estaban ya por debajo de los tres mil diarios, se revirtió en los últimos días. Este miércoles fue de cuatro mil 426.
Si 2020 fue el año del espanto y la cuarentena, 2021 lo fue de la vacunación y la esperanza. Prácticamente todos los adultos de este país vivimos la experiencia única de nuestra primera dosis. A muchos nos emocionó. Nos tomamos fotos. Lo contamos en nuestras redes o en espacios públicos como este. Aprendimos los nombre de las vacunas, sus atributos, sus inconvenientes. Experimentamos la sensación de alivio que nos proporcionó seguridad, ánimo. Y vislumbramos quizá de manera prematura y a veces irresponsable la posibilidad de dejar atrás la pesadilla. Otra vez, las razones políticas predominaron sobre las científicas en el manejo oficial de la emergencia sanitaria.
Los capitalinos nos enfrentamos a una tragedia impensada, cuando la línea 12 del Metro colapsó en su tramo elevado y causó la muerte de 26 personas, más de un centenar de heridos. Al asombro y el dolor se sumó el manejo político del episodio, encubierto por una serie interminable de investigaciones, dictámenes, dichos, pretextos, mentiras, culpas mutuas. Al final se llegó a una conclusión brillante: los culpables fueron los pernos.
Los programas sociales del gobierno fueron la prioridad. En vísperas de la elección intermedia de junio, el Presidente anunció la reducción de edad para recibir la pensión de adultos mayores, que además se incrementará hasta duplicarse en 2024. El mandatario presume las becas, los apoyos al campo, la atención a las necesidades de los más pobres. Pero Coneval lo desmiente: crece el número de mexicanos en situación de pobreza y de pobreza extrema. Hoy hay 58.2 millones de pobres en México, equivalente al 43.9 por ciento de la población total. Cuatro millones más que en 2018.
Los afanes presidenciales por volver al México del Nacionalismo Revolucionario de los años 60 y 70 del siglo pasado, que incluyen una necio afán de imponer una cotrarreforma eléctrica, provocan incertidumbre y lesionan el estado de derecho. En consecuencia, ahuyentan inversiones y aumenten inseguridad. El recurso del “decretazo” indica en mucho, más que un nuevo ardid autoritario, la desesperación ante los múltiples contratiempos técnicos, financieros y administrativos que enfrentan los proyectos prioritarios del régimen.
En los político, el acontecimiento del año fueron los comicios del 6 de junio. El resultado significó un fracaso —por supuesto negado– para las aspiraciones de AMLO: Morena y sus aliados no lograron la mayoría calificada en el Congreso. Eso modifica radicalmente los planes del tabasqueño, incluyendo su siempre negado sueño reeleccionista. Su derrota en Ciudad de México, donde la oposición conquistó nueve de las 16 alcaldías en juego, fue más que un descalabro: una señal alarmante para los planes futuros de la autollamada 4T.
Confrontaciones entre legisladores afectó productividad del Congreso, y dejó este año en rezago 700 iniciativas en San Lázaro y tres mil 378 en Senado. El activismo de López Obrador contra el Instituto Nacional Electoral (INE) se incrementó. El árbitro electoral sufrió un recorte de más de cuatro mil millones de pesos en su presupuesto para 2021. La consulta sobre la revocación del mandato, tercamente impulsada desde Palacio Nacional, ha sido motivo de una serie de enfrentamientos. Aunque ni siquiera se ha cumplido el requisito de que se solicitada por el tres por ciento del electorado, el INE alegó insuficiencia de recursos para realizar el ejercicio conforme a los lineamientos de la Constitución y decidió posponerlo. El Tribunal Electoral falló que el INE no tiene facultades para la posposición, y ordenó a la Secretaría de Hacienda que suministra el dinero faltante. Así terminamos el año.
Lo peor de la forma en que termina un mal año es que siempre tiene efectos en el siguiente. A eso se suma en esta ocasión el que el fin de 2021 implica también la terminación de la primera mitad de la administración de AMLO. Y, aunque ni éste ni los suyos lo acepte, eso significa que en términos prácticos el sexenio de la esperanza también se acabó. Pero de ello ya habrá oportunidad de platicar. Válgame.
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