LETICIA CALDERÓN CHELIUS
Casi me da un ataque cuando escuché que entre las propuestas de la candidata de Morena para la Ciudad de México está construir más puentes peatonales, nuevas rutas viales y hasta quitar las foto multas.
Políticamente lo entendí como un guiño para la clase media que suele ser dueña de algún automóvil y si no lo es, como en su ADN está el deseo irrefrenable de algún día manejar un auto propio, estas propuestas pueden sonar atractivas para un numeroso grupo de habitantes de esta Ciudad.
Pero me quedé preocupada.
La verdad es que de lo rescatable del rumbo que lleva esta ciudad desde hace varios sexenios, aún con Mancera, es que se cambió la ecuación que privilegiaba a los automóviles por encima de los peatones, por lo menos en el discurso.
En años pasados, justo cuando la misma ahora candidata de Morena era funcionaria del gobierno local y se instaló la primera línea del Metrobus (2005), mucha más gente se subió al transporte público, se animó a montar una bicicleta y se atrevió a caminar en las banquetas, aunque tenga que ir atento para no caer en algún cráter monumental.
Los datos no mienten, sólo 20% de los habitantes de esta urbe tenemos automóvil propio y somos los que ocupamos el 80% del espacio vial. El 80% de la población no tiene carro, se mueve en lo que hay. Además, la inmensa mayoría de los autos (3 de cada 4) solo llevan a una persona.
Esto quiere decir que somos solo una minoría la que ocasiona el tráfico del que nos quejamos tanto.
Quien va manejando un carro goza de una serie de comodidades que deberían ser suficientes para entender que ese privilegio tiene limites. Quien va en carro va cómodamente sentado, probablemente con aire acondicionado y hasta riéndose a carcajadas escuchando su programa favorito o cantando alguna canción memorable. Los autos más modernos permiten incluso ir hablando sin el peligro de usar el celular mientras se conduce. Además, hay una especie de distancia imperial entre el que ve desde la ventana de su auto a los que pasan caminando rápidamente antes de que se ponga el siga.
Nadie puede criticar el gusto de gozar de ese privilegio pero si se puede cuestionar que no se entienda que la calle no es solo de esos automóviles, sino que ese espacio debe ser compartido por la inmensa mayoría.
Para lograrlo es necesario tener rutas viales apropiadas, bien marcadas y sobre todo seguras. Pero además, lo ideal sería que el reglamento de tránsito entrara realmente en vigor y no como en el caso de las fotomultas, solo de contentillo como instrumento para obtener recursos.
Entre las bondades del reglamento de tránsito están cuestiones como el marcar limites de velocidad, que tienen una razón científica: salvar vidas. Y la vuelta continua que supuestamente esta prohibida, debería evitarse del todo porque el peatón que va cruzando invariablemente es quien tiene que correr.
Se debe desestimar también el uso y construcción de puentes peatonales como un supuesto que permite que los peatones crucen seguros, cuando en realidad implica un gran esfuerzo para mucha gente e incluso exponerse al peligro (¿ya han visto el estado lamentable de los puentes peatonales?). Por el contrario, el auto es una máquina y no se va a cansar en lo más mínimo por dar una vuelta más.
Ciertamente todas estas ideas implican un cambio de mentalidad que después de todo se ha ido dando a lo largo de varios años y que nadie puede pretender hacer retroceder, al contrario, apostar por humanizarnos debe ser el sentido de cualquier propuesta política. El único detallito es que este tipo de propuestas cuando no son integrales acaban beneficiando a algunos y dejando en el absoluto abandono a otros, lo que implica ahondar más la desigualdad.
Sin ir más lejos en nuestra propia Delegación BeniJuarez hay rumbos en que la movilidad compartida ya es posible, hay banquetas mejoradas, pasos pompeyanos, esquinas desvanecidas para permitir a carriolas, sillas de ruedas y hasta a bicicletas bajar sin mayor problema. Pero hay rumbos de la misma delegación donde se desprecia olímpicamente al peatón, no hay ni por donde cruzar y menos donde caminar sin peligro y ¡crúcele como pueda!
La definición de la política de movilidad vial no puede ser una cuestión de suerte, de simpatía del delegado por algunos rumbos en detrimento de otros y mucho menos, un guiño seductor que solo busca el voto cuando lo que necesitamos es la visión y acción de expertos que ¡vaya que los hay en esta bendita ciudad! y los demás, a poner de nuestra parte y empezar a caminar.
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